Al terminar el gobierno de Díaz Ordaz, el presidente Luis Echeverría, (que está cumpliendo cien años) estableció la “Apertura democrática”: que consistió en: ampliar la matrícula en la educación superior y crear los Colegios de Ciencias y Humanidades. Los presos políticos fueron “excarcelados” en oleadas y los universitarios entraron a los medios de comunicación. Los que ingresamos de maestros a la UNAM teníamos la idea, más que el conocimiento, de difundir el marxismo. Movimientos similares ocurrieron en Estados Unidos, Francia, España o Japón. El Che Guevara se convirtió en ícono mundial, su clásica foto de Alberto Korda se reprodujo en las camisetas de jóvenes de toda Europa.

La respuesta no se hizo esperar. Surgieron los “nuevos filósofos” de Francia, quienes, en contra de la Revolución Cultural China, propusieron una vuelta a la religión, el irracionalismo y, sobre todo, abominaban de Marx y el Estado. Cuando vinieron a México, estudiantes de la UNAM rompieron las puertas del auditorio de Derecho para escucharlos, pues los medios de comunicación los habían, como se aceptó más tarde, “puesto de moda”.

El 68 no inventó el hilo negro, desde antes, ya existía el marxismo en la UNAM. Muchos piensan erróneamente que el marxismo emergió con la polémica de Antonio Caso y Lombardo Toledano, en realidad, la aprobación de la cátedra de marxismo se votó en una sesión del Consejo Universitario en 1960 o 1961, aunque antes de esos años, en la Facultad de Economía ya Alonso Aguilar Monteverde, Fernando Carmona o José Luis Ceceña basaban sus cursos en Marx. En Filosofía, Adolfo Sánchez Vázquez explicaba la estética marxista, y Elí de Gortari, la dialéctica. Lo que sucedió es que luego del 68, estas golondrinas hicieron verano. En Ciencias Políticas, poco después, destacaron el trotskista Octavio Rodríguez Araujo y Arnaldo Córdova, que trajo de Italia a la vivaz Anna Paola Vianello y el pensamiento de Antonio Gramsci.

El casi knock out provino del estructuralismo. Roman Jakobson, que se exilió, al triunfo de la Revolución Soviética, perteneció al Círculo Lingüístico de Moscú y luego redactó, con el príncipe Trubetskoi, otro ruso exiliado, las Tesis de Praga. Convertido ya en profesor de Harvard, Jacobson y el antropólogo Claude Lévi-Strauss establecieron, en su estudio sobre el poema Los gatos de Baudelaire, las bases del estructuralismo que difundirán Roland Barthes, Poulantzas, Lacan y otros. En México, las primarias adoptaron la gramática estructural y fracturaron las posibilidades de que los padres apoyaran en las tareas escolares, de paso, arruinaron la ortografía del país. Poco antes de morir, Sánchez Vázquez se enteró de que no existía marxismo en Estudios Superiores de Filosofía, y se propuso para dar el curso. Se desmantelaron, aunque no todas, cátedras similares en la UNAM.

En 1917, existían la Sociedad para el estudio de la Lengua Poética de San Petersburgo y el Círculo Lingüístico de Moscú, para ellos, la literatura era un fenómeno verbal y los aspectos sociales le eran ajenos. Sus enemigos los bautizaron como “formalistas”. De modo premonitorio, como corresponde al marxismo, Trotsky escribió: La única teoría que en Rusia se ha opuesto al marxismo es la teoría formalista del arte”. ¿Está el marxismo derrotado? No lo creo, hoy en la teoría literaria predomina Mijail Bajtin, quien postula que los personajes literarios encarnan la lucha de clases.

Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras e integrante del CACEPS.
caceps@gmail.com

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