Ingresé a la UNAM como profesora adjunta (como se decía entonces) del Seminario de Tesis del tres veces emérito Dr. Sergio Fernández. El título de licenciado en muchas universidades se otorga cuando el alumno aprueba la totalidad de las asignaturas de su especialidad. Aquí, no. Se requiere tesis para licenciatura, otra para maestría y una más para doctorado. Las tesis las revisan tres o cinco sinodales (según el grado) que avalan con su firma que la tesis está lista para el examen profesional, éste consiste en una exposición oral del alumno y las réplicas de los sinodales. El examen profesional es, pues, oral.

Una vez encontré un plagio, y sinodales y asesora coincidimos en suspender el examen, eufemismo por reprobar. A la asesora, una distinguida maestra, le dije que nadie puede conocer todos los estudios sobre un autor, pues uno orienta, pero el alumno es el sustentante.

Los Seminarios de Tesis consisten en que los alumnos exponen y someten a la crítica de los compañeros del seminario sus ideas y sus textos. El robo de ideas es tan frecuente que en El Colegio de México acuñaron la frase de que las ideas son de quien las “trabaja”. Profesores y alumnos de estos seminarios aportan ideas y recomiendan bibliografía (incluidas tesis, sean o no del seminario). En lo personal, no temo que mis alumnos se roben mis ideas; al contrario, me da gusto que les hayan convencido mis argumentos. En nuestro seminario estuvo Guillermo Sheridan y la molestia de todos nosotros fue que no admitió ningún cambio en sus ideas, a pesar de que los demás estábamos convencidos de que tenía que corregir datos duros que le estábamos aportando. En los seminarios de tesis, por su carácter colectivo, circulan ideas y textos libremente bajo la divisa, creo de Alfonso Reyes, de “todo lo sabemos entre todos”.

Plagio, claro, es no sólo tomar las ideas de otro, sino copiar el texto en parte o totalmente. Y ese es el problema. Existe hoy, con computadoras y celulares, la práctica de muchos alumnos que aprueban las materias, y no sólo la tesis, bajando de internet un trabajo escrito en España o en Polonia. Hay aplicaciones, igual a la que debe haber usado Sheridan, para detectar los plagios, pero esto es el cuento de nunca acabar. Conversando con autoridades de la UNAM, me comentaron (porque con mi súper memoria reprobé varios alumnos que plagiaron en trabajos de fin de semestre) que el plagio tecnológico es hoy el problema central de la UNAM, y añado, de la educación en el mundo: copiar, no del compañero de junto, sino de la red.

Antes, Sheridan detectó un plagio en el entonces Director de Difusión Cultural de la UNAM. Que un intelectual de Letras Libres arremetiera contra uno de UNAM, me pareció parte de la lucha ideológica por la hegemonía cultural; pero no me imagino la ociosidad de Sheridan para buscar plagios en tesis de la Facultad de Derecho.

Las editoriales y ciertos escritores recurren al truco (documentado ya en Alejandro Dumas, padre) del escritor fantasma, como se le dice en EU, o negro, como le llaman los franceses, pues algunos creen que, porque pagan el servicio, no es plagio y para colmo ni les dan crédito.

A la ministra Esquivel ya le salieron valedores, que argumentan que ya prescribió, que es cosa juzgada y que no se siguió el debido proceso, porque no convocaron a los involucrados. Y para no plagiar, digo que los valedores son los compañeros de Abogados Democráticos.

Profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, e integrante del Centro de Análisis de Coyuntura Económica, Política y Social, CACEPS. caceps@gmail.com para recibir directo en tu correo nuestras newsletters sobre noticias del día, opinión y muchas opciones más.

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