La migración de grupos humanos ha existido desde el origen de la humanidad y ha sido un factor determinante para el desarrollo. Ha contribuido a poblar y enriquecer económica y culturalmente todos los rincones del mundo. El intercambio de estilos de vida, usos y costumbres, ideologías y procesos económicos ha activado la vida política, económica y cultural de poblaciones de las distintas regiones del mundo. Sin embargo, fue hasta el siglo XIX que el tema se convirtió en un asunto de gran interés y estudio, y actualmente forma parte de la agenda política de muchas naciones.

México ha participado activamente en los flujos migratorios durante los últimos cien años y de acuerdo con el Anuario de Migración y Remesas, publicado por el Consejo Nacional de Población (CONAPO, 2018), nuestro país ocupa actualmente la segunda posición cuando se trata del número de migrantes en el mundo, justo después de la India. Para 2017 había 12.9 millones de migrantes mexicanos en todo el planeta; 98% en Estados Unidos. En este sentido, el corredor México-Estados Unidos es la principal ruta migratoria en el mundo.

Los migrantes mexicanos poseen estilos de vida de suma vulnerabilidad. La mayoría de los connacionales trabajan en empleos con una baja remuneración económica, están expuestos a condiciones de vida desfavorables y no tienen acceso a los servicios de salud, o este es limitado. De hecho, siete de cada diez migrantes mexicanos que viven en Estados Unidos son indocumentados, tres de cada diez no cuenta con acceso a servicios médicos y 20% vive en condiciones de pobreza, según información del CONAPO.

Para muchas personas, migrar significa escapar de un lugar inseguro, el reencuentro con su familia o la búsqueda de nuevas oportunidades y un mejor futuro. No obstante, los migrantes pueden atravesar por múltiples abusos y dificultades que ponen en riesgo su integridad física y mental. Los grupos criminales utilizan a los migrantes que pretenden cruzar la frontera como “mulas” para transportar drogas. Además, las personas migrantes son uno de los grupos que corre mayor riesgo de ser captado por tratantes de personas, con fines de explotación sexual, comisión de delitos, mendicidad, trabajos forzados, tráfico de órganos y adopción ilegal. Los migrantes sufren experiencias estresantes y traumáticas como la división familiar, la añoranza de su tierra y sus costumbres, ansiedad de separación, tensiones adaptativas a una nueva cultura y aprender un nuevo idioma, confusión mental, miedo a la deportación, además de la discriminación, marginación, exclusión y muchas veces, explotación. Estos factores constituyen un gran riesgo para el desarrollo de problemas de salud mental o el agravamiento de problemas preexistentes, como depresión, ideación e intentos suicidas.

Asimismo, la adversidad puede generar sentimientos de inestabilidad que influyen en los comportamientos en torno a la salud, como el mayor uso de alcohol, tabaco y otras drogas.

La evidencia señala que los migrantes usan estas sustancias como mecanismo de afrontamiento frente a las condiciones económicas, sociales y legales desfavorables que experimentan de manera recurrente.

Alrededor de 90% de los migrantes mexicanos entran o regresan de Estados Unidos a través de ocho ciudades en la frontera norte. La región fronteriza es un área con prevalencias más altas de consumo de alcohol y otras sustancias, en comparación con otras regiones de México. También, hay algunas investigaciones que han demostrado que, entre migrantes en general y mexicanos en esta situación, en particular, los periodos prolongados de residencia en el país vecino del norte se asocian con mayor riesgo de desarrollar trastornos por uso de sustancias.

A veces migran con un tipo de consumo, por ejemplo mariguana, y regresan con policonsumo que incluye uso de cocaína, metanfetaminas y opiáceos. Sumado a la tensión de adaptación a un nuevo lugar, encuentra constructos culturales más liberales y con menor percepción de riesgo acerca del uso de drogas, incluso mayor facilidad de acceso a las mismas. Los estudios hechos en población mexicana que se encuentra en tratamiento por el uso de drogas, han encontrado que aquellos con antecedentes de migración transnacional, han consumido una mayor cantidad y variedad de estupefacientes que los pacientes que no reportaron este antecedente. El 90% de los migrantes han consumido alcohol, 18.2% mariguana y 10% cocaína, lo que representa porcentajes de consumo más altos que en cualquier otro segmento poblacional.

Por otro lado, los familiares de migrantes que permanecen en México y reciben remesas, se exponen de manera indirecta a las reglas estadounidenses sobre el uso de sustancias, por el intercambio cultural que fluye a través de la persona que migró, así como mayor acceso al alcohol y otras drogas, debido al aumento de los ingresos en la familia. A través de la investigación, se ha logrado determinar que las personas que reportan tener algún miembro de la familia trabajando en los Estados Unidos, tienen mayor probabilidad de haber utilizado alcohol, mariguana, cocaína y otras drogas ilícitas alguna vez en la vida; reunir criterios de abuso de sustancias en el último año; o ser diagnosticadas con algún trastorno por uso de drogas. Además, los estudios sugieren que existen diferencias de género en el uso de sustancias asociado con la migración. El aumento del consumo de drogas parece ser mucho mayor entre las mujeres, con respecto a los hombres.

Es evidente que desde hace varios años, las fronteras en el mundo están cambiando a gran velocidad. Hoy en día, las regiones fronterizas enfrentan nuevos retos como consecuencia de la tensión y conflictos entre los países, el mayor intercambio comercial y debido al aumento de las actividades criminales transnacionales, que a su vez, traen consigo un mayor riesgo de uso de drogas relacionado con el flujo migratorio. La comprensión de todos los aspectos involucrados tiene implicaciones importantes en la política de salud pública en México. No parece que la migración mexicana a los Estados Unidos vaya a descender en el corto plazo y sería esperable que haya un aumento en el abuso de sustancias relacionado con este proceso. Es impostergable favorecer la creación de servicios de tratamiento para la salud mental y el abuso de drogas dirigidos a los migrantes que regresan, así como para las familias que enfrentan la ausencia de un ser querido o requieren atención especializada debido al consumo de sustancias. En este sentido, el contar con mayores recursos para los programas integrales de prevención y tratamiento de la salud mental y el uso y abuso de drogas, enfocados en las necesidades particulares los migrantes, resulta imperativo en el contexto nacional.

Si tú o alguien que conoces necesita ayuda, comunícate a la línea telefónica de atención psicológica de Centros de Integración Juvenil , al 55 52 12 12 12 , por WhatsApp al 55 45 55 12 12 o a través de mensajería instantánea en Facebook ( @CIJ.OFICIAL ). Visita www.gob.mx/salud/cij para conocer la oferta de servicios y encuentra la unidad de atención más cercana.

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