Hace unos días fui invitado a participar en un seminario de investigación organizado por el profesor Manuel Eisner de la Universidad de Cambridge. El motivo que nos reúne es el de anticiparnos a los problemas y vertientes de investigación que surgirán a partir de la pandemia que nos afecta en estos momentos, y que nos seguirá afectando por un tiempo indeterminado. En esta nota quiero aprovechar la ocasión para presentarles algunos de los puntos comentados en el seminario, con implicaciones para el caso de México, que me parecen del mayor interés e importancia para todos.

Efectivamente vienen cambios sustantivos en las formas que vivimos nuestras vidas. Y en este respecto, también vienen cambios sustantivos en las formas en que la criminalidad se desenvuelve. Lo primero que está afectando la actividad criminal, no es tanto la pandemia per se , que sí lo hace obviamente, sino las respuestas de los gobiernos a la misma. Las respuestas de gobierno han sido muy variadas entre países, y por eso vemos no solamente tasas de contagio y mortalidad diferentes entre lugares, sino diferencias en las formas en que las rutinas y estilos de vida de las personas vienen modificándose.

Estos cambios afectarán las formas futuras del crimen, porque, en buena medida, los costos de interacción personal han aumentado a razón de que los contactos personales incrementan la probabilidad de contagio. En este sentido, por ejemplo, a raíz de las medidas de cuarentena y el cierre de negocios, escuelas, etc. se espera que los robos en casa habitación, en negocios, a transeúntes, y de objetos (ej. celulares) disminuyan significativamente. Efectivamente estos cambios en las rutinas afectan las oportunidades criminales y esto teóricamente reducirá ciertos tipos de delitos. Lo que son buenas noticias.

Por otro lado, en términos de emociones, el miedo a la pandemia y la reclusión prolongada en casa aumentarán el estrés y el enojo, consecuentemente propulsando la violencia interpersonal. Y si a esto le sumamos, además, los efectos de la recesión económica experimentadas por el desempleo masivo, falta de ingresos, pobreza, vulnerabilidad social, y los gastos médicos en que incurrirán las familias directamente afectadas por el virus, es previsible que la violencia doméstica y las lesiones intencionales aumenten a raíz de lo anterior.

Otro problema es la afectación que se está viendo ya en los mercados de artículos legales e ilegales. En este punto, es de particular preocupación la reacción del crimen organizado. Aquí hay varios riesgos potenciales. Uno del que ya tenemos noticia se refiere a los incrementos en los precios de los precursores de drogas. La distribución también se complica al reducirse los contactos personales. Es así que, si se reducen sus márgenes de ganancia, es posible que amplíen operaciones y aumenten las confrontaciones. Los fraudes por medios informáticos pueden explotar de forma concomitante con la reducción de otros delitos que requieren un contacto directo entre víctima y victimario. Igualmente, la falsificación de medicamentos puede aumentar por motivos de miedo y desinformación. Es decir, es muy previsible que el crimen organizado se adapte de manera rápida a los cambios presentes en la dinámica social.

¿Significa todo esto que el crimen aumentará o disminuirá en su conjunto? No lo sé y no conozco a nadie que lo sepa. Lo que sí sabemos es que las formas de la criminalidad cambiarán. Ya lo están haciendo. Y nuestro conjunto de teorías nos está sirviendo hoy para anticipar los cambios más probables. Visto todo lo anterior, mi reflexión personal es que tenemos por delante un cambio social de gran escala, con amenazas y oportunidades no vistas anteriormente. La política criminal, por ende, también deberá cambiar en acorde. Seguramente estaremos discutiendo mucho sobre política criminal en los meses por venir.

Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI-3). Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo).

Google News

TEMAS RELACIONADOS