Anomia institucional es una teoría norteamericana dirigida a explicar las altas tasas de homicidio que poseen los EEUU frente a otros países con niveles de desarrollo económico y político similares. La explicación teórica se resume en las siguientes ideas: los EEUU, a diferencia de otros países, tienen un ethos nacional que los desequilibra socialmente y por ende los violenta. Un ethos representado por los llamados “sueño americano” y “viejo oeste”, los cuales idealizan el éxito económico y el individualismo a toda costa y por cualquier medio. Un ethos que presiona a los individuos a lograr un estatus social fundamentado en el éxito monetario –más dinero, más estatus social. Pero el desequilibrio se presenta cuando no existen los medios legítimos para lograr ese fin. Cuando las “instituciones” sociales (ej. economía, política, familia, educación, etc.) fallan en sus funciones de ofrecer los medios suficientes y en contrarrestar la presión “anómica” del éxito a toda costa. Esta anomia institucional es lo que lleva a algunos individuos a dejar de seguir las reglas, a utilizar medios ilegítimos, incluidos la violencia homicida, para lograr ese ansiado éxito monetario.

No sé cuál sea el ethos mexicano, si acaso lo hay, pero tengo claro que aquí, al igual que allá, las instituciones sociales previamente mencionadas tampoco están funcionando. Tal vez no tenemos, como el caso de los EEUU, una presión anómica tan fuerte y marcada como las del éxito monetario –que la hay sin duda. Pero lo que sí abunda de este lado de la frontera, es la presión por sobrevivir en un contexto de deficiencias institucionales del mayor orden. No hay ni los medios suficientes, para siquiera lograr una satisfacción de necesidades tan básicas como son la salud y el cuidado de la vejez. En este contexto de deficiencias económicas, políticas, familiares y educativas, como en el que nos encontramos, el deseo de mayor éxito económico se queda, creo yo, muy por detrás del simple deseo de lograr un ingreso mínimo.

Así las cosas, no debe pues tampoco sorprendernos el vivir en una situación similarmente anómica, en donde el abandono de los ideales y normas que rigen las relaciones sociales se torna prevalente. Un país en donde muchos piensan que el que hace fila es el tonto y el que la salta es el listo. Es más, ni lo piensan –sólo se saltan la fila. O en un país en donde algunos demuestran con hechos, esos viejos dichos de que “el que tranza, avanza” y el de que “un político pobre, es un pobre político”. No debe pues sorprendernos, a mi parecer, que vivamos en un país en donde incorporarse a las filas del crimen organizado, sea un medio y un fin para muchos jóvenes, dada la imposibilidad material de lograr la simple supervivencia económica.

Pero tal vez me equivoco. A lo mejor sí debería sorprendernos vivir en este contexto de anomia institucional. En todo caso, lo que yo veo es que pasan los años y que entre las pocas cosas que progresan, está la violencia homicida. Yo creo que estamos cosechando la anomia institucional que se sembró durante décadas. Y contra ello, no hay reforma policial ni militarización que pueda. Ni podrá. Así que o creamos los medios legítimos para lograr los fines de todos, o seguimos cosechando, entre todos, los frutos de esta anomia.

Para leer más de este tema se puede visitar: https://online.ucpress.edu/msem/article/29/1/280/61511/Anomia-institucional-espacialidad-y-temporalidad

Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial (CentroGeo).

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