Uno de los puntos clave para gestionar adecuadamente los problemas de dimensiones mayúsculas en el manejo de crisis es contar con instalaciones que permitan la adecuada operación, interacción y comunicación entre todos los actores. Al mismo tiempo, deben brindar un nivel de seguridad suficiente en todos los sentidos.

He visitado la residencia oficial de Los Pinos en más de una ocasión y recientemente Palacio Nacional, y como profesional de la seguridad no acabo de entender las ventajas del cambio de la residencia presidencial, salvo aquellas de carácter político.

Cuando acudí a la otrora casa presidencial, no pude evitar poner atención detallada en todo lo concerniente a la protección del recinto: la periferia, su perímetro, el control de accesos, el monitoreo del estacionamiento, la sala de recepción para visitas, personal militar armado, su sistema de cámaras de video vigilancia, entre otros. En una ocasión pude entrar el centro de comando y constaté que contaba con absolutamente todo lo necesario para operar en caso de emergencia o crisis.

La salvaguarda de un Presidente debe operar con el máximo nivel de seguridad y secrecía posibles, porque los efectos de una falla en el sistema de protección acarrearían consecuencias terribles para el país. En mi opinión profesional, este no es un tema para escatimar en cantidad ni en calidad. Los Pinos, sin duda, ofrecía un lugar de trabajo, vivienda y descanso adecuado para un puesto de tal responsabilidad.

Hace algún tiempo (antes de la pandemia) por primera vez visité Palacio Nacional. La experiencia profesional obliga a comparar el complejo donde despacha ahora el Presidente con Los Pinos. Y hay hallazgos preocupantes.

El tráfico para entrar y salir del Zócalo es caótico. No hay estacionamiento ni siquiera cercano, incluso había reporteros en la calle a la caza de ver quién llegaba o salía. El primer filtro de control de accesos se ubica en la banqueta, bajo los rayos del sol y en medio de toda la gente que transitaba por el área.

Vi salir a dos secretarios de Estado que se perdieron caminando entre la multitud y el folklore de la calle de Moneda. No pude ir más allá del área a la que asistí, pero es claro que este edificio histórico con 500 años de antigüedad podría ser un museo, pero no está adaptado para funcionar como centro de operaciones y vivienda de un jefe de Estado. De los efectos producidos por sismos en el Centro Histórico con un subsuelo lodoso, mejor ni hablamos.

Hace unas cuantas semanas, la prensa captó sin problema alguno a López Obrador cuando iba saliendo de Palacio Nacional en el polémico Jetta blanco rumbo al aeropuerto. Para quienes entendemos de protección ejecutiva, todo lo que he descrito es un auténtico dolor de cabeza, por decir lo menos.

El mandatario decidió cambiar un excelente centro de operaciones, al igual que de residencia, por motivos políticos y de imagen. Rechazó unas instalaciones que ofrecían óptimas condiciones de seguridad. En cambio, habita un hermoso edificio simbólico cuyo entorno es problemático en todos sentidos.

La pretendida austeridad fue el pretexto para el cambio de casa presidencial, pero en las imágenes que él mismo muestra en múltiples videos puede apreciarse la belleza de lo que, en su momento, fue un palacio para Hernán Cortés y posteriormente para los Virreyes de la Nueva España. Y si algo hemos aprendido de las monarquías europeas es que el lujo los distingue, no la austeridad.

Pedirle al Presidente que reconsidere regresar a donde debería residir sería, simplemente, un absurdo y no ocurrirá. Abrir Los Pinos al pueblo para que aprecie “la opulencia” fue una promesa de campaña y si algo le gusta a López Obrador es usar los símbolos que lo han identificado con sus seguidores y que lo alejan de “los otros”, así asuma riesgos innecesarios.

Es imperativo que el próximo Presidente cuente con instalaciones que cumplan con todos los requerimientos y estándares operativos y de seguridad que exige gobernar un país. Las recientes amenazas del crimen organizado son serias y van más allá de banderas políticas o decisiones demagógicas.

Especialista en seguridad corporativa
Twitter: @CarlosSeoaneN

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