El pasado lunes 21 de agosto publiqué una columna titulada “Monstruos del infierno” en donde describía mi sentir al haber recibido a través de un chat la fotografía de aquellos cinco jóvenes levantados en el pueblo de Lagos de Moreno en Jalisco. Todos maniatados, amordazados y brutalmente sometidos, mostrando en sus rostros evidentes huellas de violencia física y su expresión marcada por una profunda zozobra, muy probablemente porque sabían que de ese encierro no iban a salir jamás.

Y las palabras clave para iniciar este escrito es “aquellos muchachos”, porque ahora las noticias (al igual que muchas veces en el pasado) dejan atrás esa tragedia para presentarnos dos nuevos episodios que enchinan la piel e indignan profundamente… al menos hasta la siguiente desgracia.

Seis de siete jovencitos cuyas edades que fluctúan entre los 14 y 18 años fueron levantados, torturados y asesinados en Zacatecas. Solamente uno de ellos se mantiene con vida a pesar de haber sufrido una fractura de cráneo y rostro. ¿Qué podrían haber hecho estos adolescentes para “merecer” ese trágico final?

Desde el domingo 24 de septiembre, día en que fueron secuestrados, la autoridad supo de los hechos, solamente para hallar sus cuerpos sin vida abandonados en un paraje desierto tres días después de haber desaparecido. No faltará quien diga “en algo debían de haber estado metidos”, o sea la culpa debe de haber sido de las víctimas al haber provocado a sus victimarios, como si eso fuera un justificante moral para hacernos sentir mejor.

Por otro lado, y en otra geografía, en días pasados en Nuevo León un grupo criminal dejó 12 cuerpos mutilados repartidos en varios municipios de la zona metropolitana de Monterrey. ¿Quiénes eran?, seguramente miembros de una banda del crimen organizado y por eso los desmembraron y los regaron por todas partes, ¿correcto?

De hecho, el secretario de Seguridad estatal, Gerardo Palacios, ha explicado que la principal línea de investigación del escabroso hallazgo señala que se trató de “una purga al interior de un grupo del crimen organizado que tiene su principal residencia en Tamaulipas, en virtud de algunas deslealtades al interior de su organización”. Total, se matan entre ellos.

Seguramente las investigaciones no llegarán a nada en ambos casos, tal y como no lo hicieron (al menos hasta ahora) en el caso de Lagos de Moreno. La memoria colectiva es muy corta y no acabamos de enterarnos de una masacre perpetrada por el crimen organizado cuando ya estamos en la siguiente.

¿Y dónde están nuestra autoridades? Ambos casos deberían provocar la formación de grupos de tarea (task force) que solamente estuvieran enfocados en resolver estos casos en Zacatecas y Monterrey. Pero no, nada ha cambiado desde el sexenio de Felipe Calderón, pasando por Peña Nieto y concluyendo con López Obrador.

Mientras escribo esta columna leo que madres buscadoras encuentran más de 40 cuerpos en fosa clandestina de Tacámbaro, Michoacán, “el número de restos humanos encontrados podría incrementar, aseguró Margarita López Pérez, madre buscadora y defensora de los derechos humanos.”

México continúa siendo un vasto cementerio y en el presente sexenio se rebasarán los 200,000 asesinatos. Algunos de ellos por “purgas al interior” de grupos de los cárteles/crimen organizado y otros… otros solamente por haber sido aquellos muchachos de Lagos de Moreno.

POSTDATA – El reporte diario de homicidios dolosos reportados por fuentes abiertas de todo el país ha estado caído o al menos yo no he podido entrar a su página en los últimos días.

Consultor en seguridad y manejo de crisis

@CarlosSeoaneN

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