Se ha hecho evidente que el uso del espacio público es un elemento importante para aumentar la eficacia de la respuesta a una emergencia sanitaria como la pandemia de covid-19. El confinamiento ha sido la medida más promovida por las autoridades sanitarias a nivel mundial. En países en vías de desarrollo como México en los que el confinamiento puede ser visto incluso como un lujo reservado a una minoría de la población que tiene la posibilidad de trabajar a distancia, vemos que el uso de la calle sigue siendo una cuestión necesaria para la mayoría de la gente.

Así, los traslados urbanos siguen siendo una necesidad, pero a su vez los sistemas de transporte público masivo conllevan ahora un alto riesgo de contagio al ser espacios de recurrentes aglomeraciones que ya todos conocemos. Ese desafío implicó que en los últimos meses surgiera una tendencia en varias ciudades del mundo de fomentar el uso de la bicicleta como modo de transporte mediante la improvisación de ciclocarriles. Ojo, la intención no es convencer a los automovilistas que dejen su coche, sino generar una alternativa sanitariamente segura para esas mayorías que sí o sí, tienen que usar el transporte público para lograr su subsistencia.

Hasta ese punto, podemos aplaudir la adecuada reacción de algunas ciudades mexicanas para generar esos espacios tan necesarios, como ha sucedido en Puebla, Guadalajara, León o la Ciudad de México. Conviene ver este último como un caso emblemático, ya que destaca por haber implementado 50 kilómetros de carriles seguros en los que es posible atravesar la ciudad de norte a sur y de oriente a poniente, logrando al fin conectar incluso zonas que nunca han gozado de este tipo de beneficios. Y es por eso que no podemos pasar por alto la oportunidad de conversar sobre la posibilidad de quitar la palabra “temporales” a esas nuevas ciclovías que están dando muy buenos resultados.

Para ver un botón de muestra, un estudio de aforo que está siendo impulsado por la Coalición Cero Emisiones contabilizó, tan solo en la ciclovía instalada en la Avenida Insurgentes de la Ciudad de México, alrededor de 18 mil ciclistas durante el mes de junio, cifra alta considerando que es una ruta nueva. Una cuestión interesante ha sido que las personas que se desplazan no solamente lo hacen para ir a pasear o para dirigirse a su trabajo, sino que la usan expresamente para realizar su trabajo, pues casi el 20% de personas usuarias realizaron traslados para hacer un servicio de repartición de algún producto o mercancía.

En días recientes la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México dijo que se necesita presupuesto para que esa infraestructura se formalice. ¿Pero, no es acaso el propio gobierno responsable de solicitar al Congreso el presupuesto necesario para hacer realidad sus planes? Sería excelente ver que esta infraestructura forme parte de esa lista, recordando que desde el año pasado anunciaron 600 kilómetros de ciclovías en el Programa de reducción de emisiones 2020-2024 de la CDMX. Qué mejor que empezar por lo que ya está probado. Igualmente, las ciudades del país que ya implementaron esas medidas, ya dieron el primer paso para visualizar un futuro alternativo que sí sea sostenible. No le corten las alas a esa posibilidad.

Finalmente, seamos conscientes de que en México tendremos una pandemia larga, como desde un inicio advirtió el subsecretario Hugo López Gatell, por lo que las medidas de distanciamiento físico seguirán siendo una cuestión indispensable para evitar contagios, tal vez mucho más allá de septiembre. Eso hace que este sea el momento ideal para emprender la necesaria transformación urbana que ya ha sido planteada repetidamente a los gobiernos y que abonará en gran medida a la nueva normalidad.

Quienes busquen manifestar su apoyo a esos cambios, pueden hacerlo firmando la petición de Greenpeace disponible en https://actua.greenpeace.org.mx/apoya-la-movilidad-sustentable-ciclovias-permanentes-en-cdmx

Coordinador de Ciudades Sustentables en Greenpeace México

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