Al presidente Andrés Manuel López Obrador siempre le ha dado por descalificar las cifras económicas que no son de su agrado, además de elucubrar acerca de bonanzas económicas y el final de la corrupción. Ojalá todo fuera como en la mañanera.

Su pronóstico más aventurado en las pasadas semanas fue que la economía mexicana tendrá un crecimiento de 5% este año, un porcentaje que es más del doble del esperado. No solamente esa cifra carece de sustento alguno, sino que se aleja de todos los pronósticos hechos no solo por el sector privado y los organismos internacionales, sino hasta por la propia Secretaría de Hacienda. Vaya lío en el que metió a los funcionarios de esa dependencia. De dientes para afuera tendrán que avalar los dichos de López Obrador, pero en corto tendrán que ajustar sus previsiones a la mitad de esa cifra y reacomodar el gasto de manera acorde.

Un segundo tema controvertido, sobre el que no solo el presidente se ha manifestado sino también muchos otros, es el relativo a si la economía mexicana entró o no en una recesión durante la segunda mitad del año pasado. De acuerdo con las últimas cifras del Inegi, preliminares aún, el producto interno bruto correspondiente al cuarto trimestre del 2021 sufrió una contracción de 0.1% respecto al PIB del tercer trimestre, el cual ya había caído 0.4% respecto al del segundo semestre.

Es indudable que la economía está, por decir lo menos, estancada. Pero, ¿puede decirse que la economía está en una recesión? Sí, si nos atenemos a la manera como siempre se ha empleado ese término en México y en Estados Unidos, a partir de una sugerencia hecha en los setenta por Julius Shiskin, un afamado estadístico del US Bureau of the Census (el Inegi de los vecinos).

Ahora bien, el fechado definitivo de los ciclos económicos no es tarea fácil. Solo pasados los meses puede establecerse con claridad la magnitud de una recesión y su duración. Tan no es fácil esa tarea que en el país del norte quien se encarga de fechar los ciclos es el National Bureau of Economic Research, un organismo independiente y apartidista. Desde hace algunos años, por cierto, el Inegi ha explorado la posibilidad de impulsar un ente de esa naturaleza. Esperemos que pronto se haga.

Volviendo al sueño guajiro de que nuestra economía puede crecer al 5% este año, quizás usted se pregunte por qué hay tantos aguafiestas que no lo creemos. Hay tres razones principales que lo explican. La primera es que la inversión tanto privada como pública ronda en este momento el 17% del PIB, muy por debajo del piso mínimo del 20% que la economía requeriría para poder crecer de manera significativa (en el mejor de los mundos posibles el óptimo sería del orden de 25%). La segunda razón es que la economía estadounidense no tendrá este año un crecimiento tan grande como se esperaba, lo que de manera inevitable reducirá nuestras exportaciones.

La última razón es que, al parecer, el gobierno persistirá en que se apruebe la contrarreforma eléctrica así como está. Si ese fuese el caso, si los legisladores no velan por el bien de la nación, nos estaríamos enfilando no hacia un mayor crecimiento, sino más bien hacia un desfiladero.

Profesor del Tecnológico de Monterrey

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