Me gusta platicar con las personas con las que comparto el coche. Sobre todo si no las conozco. Cuando tomo un uber y la conversación fluye, de vez en cuando llegamos al punto en que el chofer se entera que soy economista, y últimamente ese descubrimiento viene seguido de una petición de explicaciones sobre la situación económica actual y mis predicciones del futuro.

Preguntar por qué la inflación está aquejándonos es legítimo. Tanto como preguntar por qué algunos países son pobres y otros ricos. Es una pregunta válida, y está en el centro de las motivaciones de los economistas, así como la cura al cáncer es una de las grandes preocupaciones de la medicina. Empero, no tenemos la respuesta. Por lo menos no completa. Lo que tenemos son respuestas parciales, soluciones a problemas específicos que nos ayudan a aproximarnos a las soluciones a la Gran pregunta. Eso no solo no es deprimente, sino que entusiasma. Significa que hay mucho espacio para aprender, entender, contribuir.

Aquí mi respuesta parcial a la inflación actual. Primero, lo que se ha dicho hasta el hartazgo: efectos embudo en el lado de la oferta luego del cese del confinamiento. Empresas que recortaron drásticamente su personal cuando golpeó el covid de pronto se vieron incapaces de proveer la cantidad de bienes solicitados por sus clientes cuando la recuperación comenzó. Después, el incremento de precios de los energéticos debido a la guerra en Ucrania. Si la gasolina es más cara entonces los costos de producción del restaurante suben, y por lo tanto el precio del platillo también. Por último, la respuesta tardía de los bancos centrales (entiéndase la Fed y Banxico). Se tardaron mucho en subir la tasa de interés, y cuando lo hicieron no lo hicieron en la magnitud suficiente (de esto ya hablé en otro texto).

La segunda línea de aproximación son las expectativas de inflación. Las entrevistas a hogares en EU muestran que después del 2008 las expectativas de inflación dejaron de estar arraigadas en el objetivo del banco central. Tras la Gran Recesión las expectativas se fueron a la baja. Id est, las personas dejaron de creer que 2 por ciento es el objetivo de inflación, y empezaron a actuar asumiendo que 2 por ciento sería el tope de la inflación. A partir de 2021 la tendencia se revirtió. Las personas siguieron sin confiar en el banco central, pero ahora empezaron a considerar 2 por ciento como el mínimo de inflación.

Esta línea de pensamiento tiene mérito. Cuando las personas piensan que la inflación aumentará incrementan los precios en sus negocios para protegerse, y por lo tanto las expectativas de una inflación alta pueden devenir en profecía autocumplida.

Pero no es toda la historia. Las encuestas a hogares tienen dos problemas: 1) solo un pequeño subconjunto de esas personas entrevistadas está involucrado en la determinación de precios, y 2) las personas encuestadas pueden responder lo que se les ocurra, sin ningún incentivo para decir algo alineado con la realidad. Por eso, las encuestas a inversionistas son un mejor indicador de las expectativas de inflación. Los inversionistas están activamente involucrados en la determinación de precios, y al tomar decisiones con base en sus expectativas están jugándose su dinero, así que tienen todo el incentivo para crearse expectativas realistas.

Entonces, ¿qué nos dicen las expectativas de inflación de los inversionistas? Las expectativas de inflación para los próximos cinco años tuvieron un salto, pero han vuelto a caer rápidamente, y las expectativas de inflación de cinco a diez años se mantuvieron estables. Hasta ahí, pareciera que el escenario no es preocupante. Lo que sí cambió fue la distribución de expectativas. Los mercados pintaron el escenario más probable como uno de inflación solo en el corto plazo, pero al mismo tiempo plantearon que el riesgo de un escenario con inflación alta y persistente había incrementado.

Pongámoslo en otras palabras: los mercados no creen que una inflación entre el 4 y el 5 por ciento en los próximos diez años sea lo más probable, pero ya no creen (como antes de la pandemia) que es un escenario imposible. Esto puede explicar parte del incremento en la inflación actual, pues las compañías incrementan sus precios para protegerse contra un escenario que, sin ser el más probable, ahora está dentro de la baraja.

Esto enfatiza, por un lado, que no solo debe ponerse atención a las expectativas del escenario más probable. Los seres humanos sabemos que no siempre sucede lo que queremos, así que, aunque apuntamos a nuestro objetivo número uno, seguimos poniendo atención a un probable segundo y tercer escenario. El banco central tiene que poner atención a esos otros escenarios para tomar decisiones. Por otro lado, la importancia de la credibilidad del banco central. Desde el 2008 hay indicadores claros de que los mercados no creen en lo que dice la autoridad monetaria. No confían porque la respuesta del banco central ha sido insuficiente. La moraleja es prístina: incluso si las expectativas de inflación se mantienen moderadas Banxico debe subir las tasas agresivamente para indicarle a los mercados que está dispuesto a hacer lo necesario para controlar la inflación.

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