Diez meses después de que la Organización Mundial de la Salud, OMS, autorizara el uso de la primera vacuna contra la COVID-19, la mayoría de las personas en las Américas siguen en riesgo.

Debemos reconocer una abrumadora realidad: la dependencia excesiva de productos sanitarios importados, incluidas las vacunas contra la COVID-19 que salvan vidas, ha dejado a esta región vulnerable. No podemos esperar a que estalle la próxima emergencia sanitaria para actuar, ya que terminar con esta dependencia requerirá un esfuerzo de largo plazo en materia de planificación, inversión, y sobre todo de colaboración.

A pesar de la omnipresente desigualdad dentro y entre los países, nuestra región ha logrado una alta cobertura de vacunas infantiles de rutina, que han salvado vidas y asegurado la opción de un futuro mejor para varias generaciones.

La región de las Américas fue la primera del mundo en eliminar la rubéola, erradicar la viruela y ser declarada libre de poliomielitis. Sin embargo, hoy, durante la peor pandemia en un siglo, estamos luchando para asegurar suficientes vacunas contra la COVID-19. Pese a que 41% de la población en América Latina y el Caribe ha sido inmunizada, la cobertura sigue siendo muy baja en las zonas más pobres de nuestra región. ¿Por qué el acceso a la vacuna contra la COVID-19 ha sido tan diferente?

En pocas palabras, no hay suficientes vacunas disponibles y las que sí lo están no se han distribuido de manera equitativa. Las naciones con más recursos o con capacidades locales de fabricación aseguraron la mayor parte de las vacunas para su población, mientras que el resto del mundo debió esperar. Este retraso costó innumerables vidas en todo el planeta, pero especialmente en regiones económicamente estratificadas como la nuestra. No tenemos más opción que cerrar esta brecha. Las donaciones de vacunas siguen siendo críticas, pero debemos buscar otras soluciones a largo plazo.

Por eso, la Organización Panamericana de la Salud, OPS, está impulsando un nuevo y ambicioso programa para expandir la capacidad de fabricación de vacunas en América Latina y el Caribe, donde la disponibilidad de vacunas ha sido muy desigual. Este esfuerzo se basa en la experiencia probada de nuestras instituciones y las fortalezas de nuestra comunidad científica.

Como primer paso, la OPS seleccionó a una empresa privada en Argentina y un instituto público en Brasil como centros para desarrollar y producir vacunas usando la tecnología de ARNm. Esta iniciativa forma parte de una plataforma más amplia que apunta a satisfacer las necesidades de toda la región, al conectar las capacidades de diversos países para producir diferentes componentes de la cadena de suministro farmacéutica.

Ninguna nación por sí sola tiene los medios para transformar el panorama actual. Debemos alinearnos en torno a un plan compartido e inversiones coordinadas para hacer que la región de las Américas sea más autosuficiente. No basta solo con tomar acción durante esta emergencia. La expansión de la fabricación y la distribución de las vacunas donde más se necesitan requiere un compromiso duradero de los gobiernos de nuestra región y una participación activa de los socios financieros globales. También hace falta que las pocas empresas que poseen las patentes y los conocimientos técnicos necesarios estén preparadas para compartirlos y ayudar así a diversificar la producción global de vacunas y medicamentos. De no hacerlo, el mundo seguirá enfrentando una producción insuficiente durante meses, y posiblemente, años.

La Cumbre del G20, que tiene lugar el 30 y 31 de octubre en Roma, es una oportunidad clave para adoptar esta visión y llevarla adelante a través de sólidos compromisos técnicos y financieros.

Solo tendremos éxito si los países de las Américas trabajan juntos para producir localmente las herramientas que puedan sacarnos de esta pandemia y prepararnos para la próxima. La COVID-19 ha demostrado que no se abrirá el camino de la recuperación mientras nuestros vecinos sigan en riesgo. Si la ciencia y la innovación siguen fuera de nuestro alcance no nos protegerán. La solidaridad y la autosuficiencia en la producción de vacunas lo harán.

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