El escritor Gabriel García Márquez “decidió” morirse un día jueves, tal como lo hizo Úrsula Iguarán, la tenaz protagonista de “Cien años de soledad”, novela cumbre de un genio literario que nació en Colombia y falleció en México, pero cuyo talento descomunal pertenecerá por siempre a la humanidad.

Gabriel José de la Concordia García Márquez, quien se inmortalizó como Gabo, vio la luz del mundo en Aracataca (Magdalena, Caribe colombiano) el 6 de marzo de 1927 y murió en la capital mexicana el 17 de abril de 2014, el Día de Jueves Santo, cuando el mundo cristiano conmemora la institución de la Eucaristía y la Última Cena de Jesús con sus apóstoles.

“Bienaventurados los que escogen dónde y cuándo morirse, porque de ellos será la mayor gloria postrera”, se le oyó decir un día de 2005 a un vendedor callejero que ofrecía toda clase de mercaderías en el barrio Tepito de Ciudad de México, sin que se supiera entonces a ciencia cierta si se refería a alguien en especial o si presentía el caso de Gabo.

Un minuto después de muerto, García Márquez nació como una leyenda para las letras universales, y desde los cuatro puntos cardinales de un mundo que lo aplaudió en muchos idiomas y lo celebró como una de las figuras cimeras de la Lengua Española, cientos de miles de personas agradecieron por su vida y declararon que su obra literaria trascendería más allá de su muerte.

De esos homenajes, fue el de México el más representativo, pues las autoridades del país, encabezadas por el entonces presidente de la República, Enrique Peña Nieto, hicieron suya la tarea de reconocer a un narrador sin par, formaron una guardia de honor ante a su féretro y le dispensaron los mayores homenajes en los sitios emblemáticos –como el Palacio de Bellas Artes- y reservados para los mexicanos más grandes de la cultura y otras gentes principales de la sociedad.

“Gabo es uno de los nuestros”, señaló el Día de Jueves Santo de 2014 una mujer que salía del Palacio de Bellas Artes, localizado en el centro capitalino y considerado el lugar de la máxima expresión cultural de un país dueño, a su vez, de una cultura riquísima, milenaria y plural.

El insigne narrador recibió en vida en México, su natal Colombia y muchos otros países diversos reconocimientos, como el que le tributaron en marzo de 2007 en la caribeña ciudad de Cartagena de Indias, donde se inició como periodista y escritor a mediados del convulso siglo XX en su país de nacimiento, y a donde llegaron sus cenizas, cumpliéndose así su última voluntad.

García Márquez celebró en 2007 en Cartagena el cuadragésimo aniversario de la publicación de su obra cumbre, "Cien años de soledad" (1967), y el cuarto de siglo desde la recepción del Premio Nobel de Literatura en 1982, en el contexto del IV Congreso Internacional de la Lengua Española, al que asistieron el rey emérito de España Juan Carlos de Borbón, el entonces presidente colombiano, Álvaro Uribe, y muchas otras personalidades.

En todo caso, sus grandes jornadas como narrador de historias las vivió en México, como tuvo ocasión de decirlo un día de febrero de 2004 en la ciudad de Guadalajara, con ocasión de un coloquio sobre el extinto escritor argentino Julio Cortázar, al que Gabo asistió en compañía del mexicano Carlos Fuentes, el argentino Tomas Eloy Martínez y el portugués José Saramago, también fallecidos.

García Márquez señaló en diversas ocasiones que en 1965 sintió en México la inspiración definitiva para escribir "Cien años de Soledad", una de las obras más traducidas y leídas en español que relata la historia de la familia Buendía a lo largo de varias generaciones en el pueblo ficticio de Macondo.

El novelista viajaba en automóvil con su familia desde Ciudad de México a Acapulco, sobre el océano Pacífico, cuando, a la altura de Cuernavaca, tuvo un percance que le trastocó la travesía.

Una de las múltiples conjeturas "macondianas" sobre el famoso episodio indica que una res se le atravesó en el camino, le averió el vehículo y pensó en regresar a casa, pero todas las versiones, incluidas las contadas por él, coinciden en que en ese instante de enero de 1965 vislumbró por fin las claves que buscaba para escribir su primera gran novela.

"La tenía tan madura que hubiera podido dictarle allí mismo, en la carretera de Cuernavaca, el primer capítulo, palabra por palabra, a una mecanógrafa", diría García Márquez mucho después, al evocar ese momento mágico de iluminación.

Su colega del llamado "boom latinoamericano" y amigo de entonces, el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, relató más tarde que Gabo se encerró durante 18 meses en el estudio de su casa de Ciudad de México, "provisto de grandes reservas de papel y cigarrillos", para redactar "Cien Años de Soledad".

El escritor colombiano pidió previamente a Mercedes Barcha, su mujer, que no le molestara "con ningún motivo, sobre todo con menesteres domésticos", según Vargas Llosa, ganador del Nobel de Literatura en 2010.

“Ahora no falta sino que esta novela sea mala, para que nadie la publique y acabemos por morirnos de hambre”, señaló entonces Mercedes Barcha, quien hacía toda clase de malabares para hacer rendir el disminuido patrimonio doméstico, en una capital mexicana que los había acogido con cariño pero que no le perdonaba la estrechez económica a una familia encabezada por un escritor talentoso, visionario y soñador, pero pobre.

La presencia del escritor colombiano en México en aquel momento de inspiración no fue circunstancial, ya que García Márquez había llegado al país el 2 de julio de 1961 - casualmente el mismo día en que se suicidó Ernest Hemingway- con la pretensión de producir el cine que había aprendido en Roma.

Gabo y su familia llegaron al país latinoamericano procedentes de Nueva York, tras atravesar en autobús el sur de Estados Unidos, donde vieron y escucharon toda clase de letreros y frases ofensivas contra los inmigrantes mexicanos. “No se aceptan perros ni mexicanos”, leyeron desconsolados a la entrada de un hostal en Texas.

En Ciudad de México le esperaban algunos amigos de toda la vida, como el novelista, poeta y ensayista colombiano Álvaro Mutis, quien no sólo dio ayuda material a García Márquez, sino que le introdujo en la lectura de "Pedro Páramo", del mexicano Juan Rulfo, en un hecho que el autor de "Cien Años de Soledad" consideró crucial para enriquecer su obra literaria y pulir se técnica narrativa.

Al igual que Mutis (fallecido el 22 de septiembre de 2013), Carlos Fuentes y Julio Cortázar conocieron los textos originales de la novela cumbre de Gabo, según dijeron en su momento al autor de este artículo varios estudiosos de la obra del escritor colombiano.

Mutis, Fuentes y Cortázar tuvieron la impresión de que su amigo y colega estaba elaborando una obra inmortal desde las primeras líneas: "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".

A finales de 1966, la editorial argentina Sudamericana aceptó, deslumbrada, los textos mecanografiados de "Cien Años de Soledad" y en 1967 publicó la obra con un éxito descomunal.

La novela vendió 15.000 ejemplares en las primeras semanas sólo en la capital argentina. Hasta la fecha se han vendido decenas de millones y ha sido traducida a por lo menos 40 idiomas.

El también escritor y crítico literario mexicano Emmanuel Carballo (fallecido el 20 de abril de 2014, a los 84 años), un antiguo amigo de García Márquez que afirmó haber leído los originales de Cien Años de Soledad, declaró que en 1965 pronosticó el éxito comercial de la novela.

"Has escrito una obra maestra y vas a tener tal éxito, que te vas a volver pedante", señaló Carballo que le dijo a Gabo, tras leer los primeros textos de la obra que encumbró al novelista colombiano hacia el Premio Nobel de Literatura, en 1982.

Catorce años antes, al referirse al rechazo de una editorial argentina a publicar su novela "La Hojarasca", el escritor colombiano había presentido su gloria: "Un día de estos voy a escribir un libro que se leerá más que ´El Quijote´", le dijo en 1951 a su hermano Gustavo García Márquez, diez años menor que él.

Gustavo García Márquez escribió en un artículo publicado por la prensa colombiana que Gabo recibió una carta de respuesta de la editorial argentina a la que había remitido los originales de “La Hojarasca” con un texto desconsolador: "Señor García, leímos su novela; opinamos que siga intentando en otro oficio".

Pero, como se citó antes, otra editorial de Buenos Aires, la Sudamericana, aceptó los textos escritos a máquina de “Cien Años de Soledad”, en el inicio del camino hacia la consagración.

Tras ese éxito anticipado por los profetas de la literatura y presentido por él mismo, García Márquez se fue a vivir con su familia a la ciudad española de Barcelona, en busca de la inspiración que le habían transmitido muchos catalanes en Colombia, México y Francia, país este último donde vivió con estrecheces económicas en los tiempos originales de su vida literaria.

Uno de esos catalanes establecidos en Colombia, el librero Ramón Vinyes, influyó de manera notable en la vocación de escritor del joven García Márquez, a tal punto que éste decidió rendirle un homenaje en su novela, en la que aparece como el Sabio Catalán.

Gabo escribió en Barcelona obras como “La increíble y triste historia de la cándida Eréndida y su abuela desalmada" y empezó a darle vida a “El otoño del patriarca”, novela con que la unió al cubano Alejo Carpentier (“El reino de este mundo”) y al paraguayo Augusto Roa Bastos (“Yo, el supremo”) para retratar a los dictadores latinoamericanos.

"El otoño del patriarca" fue publicado en 1975, cuando Gabo había regresado a México, un país que, al igual que España, "se ha convertido en fuente inagotable de inspiración para los grandes escritores", al decir de Mutis.

A su retorno a la capital mexicana, García Márquez siguió constatando el éxito de su obra cumbre, que narra el origen y la destrucción del pueblo de Macondo, fundado por la familia Buendía, cuya saga llega al final tras cien años de realismo mágico, vicios, incestos, guerras civiles, abusos de militares y otros poderosos, mitos, fantasmas, poesía, soledad y nostalgia.

“Cien Años de Soledad”, que lo mismo puede ser la historia del conflicto armado de Colombia que la letra de una canción vallenata (ritmo musical típico del norte del país), según los críticos literarios, refleja también las vivencias del novelista nacido en Aracataca y fallecido en Ciudad de México.

En el otoño de su vida y con la gloria asegurada para siempre, Gabo escribió en sus memorias, redactadas en la capital mexicana, que el recuerdo más antiguo que tiene de Aracataca es el de un pueblo "bueno para vivir" construido "a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos", tal como Macondo.

Amigo o admirado por dirigentes como Belisario Betancur Cuartas, Alfonso López Michelsen, Juan Manuel Santos (Colombia), Bill Clinton (Estados Unidos), François Mitterrand (Francia), Fidel Castro (Cuba) y Hugo Chávez (Venezuela), entre muchos otros del mundo entero, García Márquez congregó con su pluma mágica a personalidades de diverso signo político, con la única probable excepción de su compatriota y legisladora María Fernanda Cabal, quien, tan pronto como conoció aquel jueves de 2014 la noticia sobre su fallecimiento, trinó en las redes sociales, junto a una fotografía de Gabo y el barbudo y difunto líder cubano: "Pronto estarán juntos en el infierno".

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