Con el retiro de Kamala Harris hace dos semanas, la primaria Demócrata una vez más mostró que la fortaleza de una candidatura -en Estados Unidos o en la Conchinchina- no está determinada por cuestiones de raza o género. Barack Obama ciertamente ganó la presidencia dos veces y docenas de mujeres ganaron escaños en la Cámara de Representantes en los distritos bisagra en las elecciones intermedias de 2018. Pero ello no significa que todos los precandidatos Demócratas sean hoy igualmente elegibles. Hillary Clinton es prueba fehaciente de ello. Algunos son ideológicamente más extremos; otros no conectan emocionalmente con los votantes. En pocas palabras, y a pesar de que sea lea como perogrullada, hay buenos candidatos y hay malos candidatos, y hoy el presidente Donald Trump -con una economía pujante y con datos del fin de semana atemperando el temor de una desaceleración- no es lo suficientemente impopular o débil como para que los Demócratas puedan darse el lujo de una mala candidatura en 2020.

Estamos cerrando el año y a 54 días de que arranquen las primarias del partido. Si en 2020 Trump no compitiese contra Demócrata alguno y la elección fuese un referéndum sobre él, la perdería. El dilema es que los Demócratas tienen que postular a uno de los 15 aspirantes que hoy siguen en contienda, en una primaria volátil que podría convertirse en un maratón, con ninguno de ellos claramente a la cabeza del pelotón. Y varios podrían obtener triunfos aislados en distintas primarias al inicio del proceso, atomizando el voto, exponiendo y profundizando las fisuras al interior del partido y llegando posiblemente a la convención nacional del partido en julio sin un ganador.

En días recientes se han publicado un conjunto de encuestas a nivel estatal que debieran ser una luz roja parpadeante para los Demócratas. En los seis estados más competitivos que en 2016 se inclinaron por el GOP en el Colegio Electoral, Trump va detrás de Joe Biden por un promedio de tres puntos entre los votantes registrados, dentro del margen de error; Trump le lleva a Elizabeth Warren dos puntos de ventaja, el mismo margen que su victoria sobre Hillary Clinton en esos mismos estados hace tres años. Las encuestas también muestran que Bernie Sanders está empatado con el presidente entre los votantes registrados, pero por detrás de él entre votantes potenciales. Hay candidatos que podrían, si lograran consolidarse en la cima de las encuestas estales y ganar la nominación, ser tan competitivos como Biden, pero Warren y Sanders al día de hoy no logran atraer al arcoíris de votantes que Biden mantiene; con el tipo de campaña que están conduciendo hasta el momento, es poco probable que remedien ese déficit.

Biden se mantiene, con todo y sus trastabilleos (https://www.eluniversal.com.mx/articulo/arturo-sarukhan/nacion/el-tio-joe), a la cabeza de votantes registrados y votantes potenciales, e incluso entre los que salieron a las urnas en 2016. Warren y Sanders, en cambio, pierden algunos segmentos del voto a favor de Clinton y no parecen estar convenciendo a los independientes que votaron por Trump en los cinco estados que serán determinantes en 2020: Florida, Pennsylvania, Michigan, Wisconsin y Arizona. ¿Quién apoya a Biden pero no a Warren o Sanders? Casi tres cuartas partes de esos votantes dicen que “preferirían un Demócrata que prometa encontrar terreno común con los Republicanos en lugar de uno que prometa luchar por una audaz agenda progresista”. De los votantes que apoyan a Biden pero no a Warren, 52% está de acuerdo con la declaración de que la senadora está demasiado escorada a la izquierda para que se sientan cómodos apoyándola para presidente, mientras que el 26% no está de acuerdo.”

Suenan como muchos Republicanos opuestos a Trump e independientes moderados, que son los que necesita el partido Demócrata para ganar esos estados bisagra en juego en el Colegio Electoral. Warren está haciendo campaña despreciando incluso a los Demócratas moderados, prometiendo “luchar” en lugar de buscar acuerdos e insistiendo (junto con Sanders) en el plan de cobertura médica más radical jamás propuesto por candidato alguno. Al erigirse como la campeona de los progresistas y mostrar desdén por aquellos que favorecen el cambio incremental, está alienando a votantes que necesitaría precisamente en los estados que importan.

Esto no quiere decir que Biden es el único candidato que puede atraer a la coalición de votantes que el partido requiere para ganar el Colegio Electoral. Y es un hecho irrefutable que el ex vicepresidente encarna riesgos y tiene vulnerabilidades: no moviliza a muchos jóvenes, claves en esta elección, cascabelea peligrosamente y tiene una mandíbula de cristal. Esto es particularmente peligroso en una elección que estará marinada en mendacidad: mentiras grandotas y chiquitas; seudo-hechos, datos alternativos y falsedades; distorsión y desinformación; y malas artes digitales a escala industrial.

Lo que hoy sigue definiendo la carrera Demócrata es la ausencia de un candidato que realmente haya capturado la imaginación de los votantes. Es posible que surja uno que pueda neutralizar el voto duro de Trump en estados bisagra, motivando a votantes no blancos y jóvenes. Pero ni Warren ni Sanders tienen mucho apoyo entre votantes afroamericanos y los partidarios de Warren tienden a ser mayores que los de Sanders. Y el universo de Twitter, pro Warren y pro Sanders, no refleja el universo de votantes clave para la victoria de los Demócratas en noviembre próximo. Pete Buttigieg trae ahora tracción, al menos entre los votantes predominantemente blancos de los dos estados que arrancan las primarias, Iowa (febrero 3) y New Hampshire (febrero 11). Su talento e intelecto sin duda han generado entusiasmo, marcado por grandes multitudes en sus eventos en esos estados. Pero aún enfrenta grandes interrogantes sobre si puede expandir su atractivo, particularmente en la comunidad afroamericana y latina.

El dilema central que enfrenta el Partido Demócrata es que Trump es la principal amenaza a la democracia estadounidense en más de un siglo y que más allá de preferencias ideológicas, el objetivo común al interior del partido debiera ser evitar, a como dé lugar, su reelección. Y más allá de si los Demócratas van con una revolución o una reforma y si lo hacen a lomos de la base o bisagra, las encuestas estatales recientes -que difieren dramáticamente de las encuestas nacionales- son las que deberían informar a los votantes Demócratas cara a las primarias. Y el mensaje de aquellas es claro: no pueden nominar a un candidato menos atractivo que Clinton en los estados bisagra clave, o perderán. Punto.

Consultor internacional

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