A lo largo de los siglos, las epidemias frecuentemente han cambiado el rumbo de la historia. La peste negra causó devastación en la Europa medieval y acarreó consigo cambios políticos, sociales y económicos profundos. Y hoy si bien las capacidades de respuesta y contención son dramáticamente distintas, la epidemia de Covid-19 tiene el potencial de ser igualmente disruptiva para la economía global. Abre además una interrogante muy relevante desde el punto de vista electoral, que es si este nuevo coronavirus hará lo que el Partido Demócrata —y sus precandidatos— han sido incapaces de lograr hasta ahora: debilitar a Donald Trump y propiciar su derrota en noviembre.

En tan solo una semana, economistas y analistas de bancos de inversión pasaron de apostar a que Covid-19 tendría un impacto mínimo en la economía a advertir que una recesión podría estar en el horizonte. Muchos pensaron que el coronavirus causaría solo una décima de punto porcentual de disminución en el crecimiento de EU para este año. Pero Wall Street  cerró este viernes su peor semana desde octubre de 2008. En los últimos cinco días, los tres principales índices bursátiles cayeron más del 10%, entrando en zona de corrección, un hecho que no ocurría desde fines de 2018 cuando la tensión con  China por la guerra arancelaria iba en aumento. Las cadenas productivas y de suministro globales están siendo seriamente trastocadas y el brote está causando estragos a empresas de servicios y orientadas al consumidor. Y la propagación de casos confirmados en Europa (Europa y Japón están particularmente en riesgo: ambos han generado solo un 1% de crecimiento durante 2019 y son muy susceptibles a caer en recesión) y EU y la velocidad a la que se están descubriendo sugieren que el coronavirus podría tener un impacto mayor que lo previsto para la economía global, arrastrando a la estadounidense.

Todo virus expone y capitaliza la debilidad del organismo huésped. Y el Covid-19 está nuevamente exhibiendo de manera palmaria la patología de la gestión de Trump: mentiras constantes; aversión compulsiva a cualquier cosa que suene global o que implique coordinación multilateral o con otras naciones; recalcitrante hostilidad hacia la ciencia, los datos duros, los expertos y los cuadros y servicio civil del Estado; un gobierno kakistocrático compuesto de sicofantes; ineptitud e incompetencia totales. Apanicado por la posibilidad real de que la epidemia y su expansión descarrilen la bolsa y economía en la antesala de los comicios de noviembre asestando un golpe mortal a sus aspiraciones de reelección, el mandatario ha pasado de minimizar la realidad y el reto a bufar aduciendo que demócratas y medios están conspirando para descarrilarlo exagerando la gravedad de la epidemia. Pero con su manía y fobia contra la gestión de su predecesor, Trump recortó recursos y desmanteló la infraestructura que Obama construyó —al interior del gobierno y con otras naciones— para confrontar pandemias globales como el Ebola y el H1N1. Hoy el gobierno estadounidense tiene menos recursos y banda-ancha para confrontar una epidemia generalizada en el país: problemas en el diagnóstico temprano que ya han llevado a la primera muerte en el estado de Washington, descoordinación con el Centro de Prevención contra las Enfermedades (CDC) en Atlanta, y escasez de equipos para conducir pruebas a disposición de autoridades sanitarias locales, estatales y federales. La sensación de que se está perdiendo control de la situación se agravó cuando Trump —quien más que nunca transmite que no sabe de lo que está hablando— dijo que esa víctima era mujer cuando de hecho fue un hombre.

En toda sociedad, una vez que la confianza en las instituciones de gobierno y una prensa libre han sido erosionadas por regímenes buscando manipular la información, los costos pueden ser enormes. Un factor fundamental en confrontar una epidemia es construir y abonar a la confianza. Si el virus y la ola de contagio se expanden en EU, el impacto epidemiológico podría ser considerable pero su impacto económico y político podrían ser severos, recordándole a los votantes que más allá del impacto en sus bolsillos por la caída de sus acciones bursátiles o una recesión, sí importan un gobierno y líder competentes. La vulnerabilidad política de Trump, que tan solo hace un mes parecía estar cubierta de Teflón, ha aumentado radicalmente en este momento.

Consultor internacional

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