A unos meses de la irrupción en nuestro país de la pandemia del Covid-19, mucho hemos aprendido. Y debemos prever que esta disrupción no será la última que sufra nuestra sociedad. La historia está llena de disrupciones, con distintos alcances y consecuencias. México ha hecho frente a terremotos, huracanes, sequías y otros desastres naturales, y es totalmente previsible que vendrán más y habrá algunos que no podamos siquiera imaginar.

En este escenario, es importante que las empresas puedan prepararse y elevar su nivel de respuesta ante contingencias, es decir, su capacidad de resiliencia. Una de las principales figuras en estudiar y profundizar esta capacidad ha sido Yossi Sheffi, profesor de ingeniería del MIT. Al igual que en el caso de los materiales, la resiliencia puede ser definida como la capacidad que tiene una empresa para regresar a su estado inicial después de sufrir los embates de algún evento catastrófico o disrupción.

Para Sheffi, toda disrupción —incluyendo la que estamos viviendo— puede ser caracterizada en distintas etapas. Para empezar, una etapa de preparación, donde las empresas identifican riesgos, se cuantifican en términos de impacto y probabilidad, y se determinan planes de acción en caso de presentarse el evento disruptivo. La preparación requiere también revisar el modelo operativo y determinar qué cambios son necesarios para incrementar esta capacidad de resiliencia, que normalmente se traduce en una mayor flexibilidad dentro de sus procesos.Por supuesto, resultaba muy difícil prever un evento como el Covid-19, pero cualquier protocolo de actuación preparado con anterioridad hubiera sido mejor que nada.

En la segunda etapa, las empresas responden a la disrupción. Se presentan los impactos iniciales de la disrupción, que pueden ser desde caídas ligeras en la demanda hasta paros totales de producción. La respuesta varía de empresa a empresa y de contexto en contexto, pero en esta fase es importante una mayor centralización de procesos de decisión estratégicos y la determinación y puesta en marcha de planes de continuidad del negocio. A raíz de la pandemia, he podido observar cómo muchas empresas han tenido que montar los llamados cuartos de crisis o de emergencia, donde buscan definir y echar a andar planes de acción específicos para hacer frente a la pandemia y las restricciones regulatorias consecuentes.

La tercera etapa es la fase de recuperación, donde las empresas deben hacer una planeación de escenarios y determinar cursos posibles de acción que ayuden a retornar, en la medida de lo posible, los niveles anteriores de desempeño. Ante la pandemia, muchas empresas han tenido que rediseñar sus procesos productivos para incluir medidas de protección sanitarias, por lo que deberán reprogramar su producción en función de una nueva capacidad.

Sin embargo, el regreso a los niveles anteriores de desempeño puede tomar más tiempo o incluso podría ya no ser posible. De esta forma, la última fase comprende la evaluación del impacto en el largo plazo de la disrupción. En el caso de la actual pandemia, en algún momento las empresas tendrán que entender el nuevo panorama competitivo y, quizá, repensar su modelo de negocio y de operaciones.

En estos momentos es probable que muchas empresas estén pasando de la fase de respuesta a la fase de recuperación. Todo parece indicar que esta fase podría ser prolongada y con altibajos. Es el momento de pensar cómo incrementar esta capacidad de resiliencia o flexibilidad en la organización. Y también, es el momento de empezar a preparar la siguiente crisis.

*Profesor del área de Dirección de Operaciones y director del IPADE Auto Summit

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