Durante la reunión anual de líderes del Foro Económico Mundial se afirmaba que la llamada cuarta revolución industrial nos estaba llevando a un momento único en la historia en el que “el incremento de la automatización, la inteligencia artificial y la disrupción tecnológica continua cambiaría la forma en la que vivimos, trabajamos y nos relacionamos”. El contexto lucía optimista con una gran cantidad de emprendedores, con nuevas propuestas tecnológicas... hasta que llegó la pandemia.

El Covid-19 ha expuesto todas las vulnerabilidades que a nivel empresarial e individual teníamos, cambiando completamente nuestras prioridades.

Ahora toda la atención se ha centrado en el cuidado de la salud, la seguridad laboral y el acceso a los insumos básicos. Las empresas igualmente han cambiado sus prioridades para mitigar daños y asegurar la sobrevivencia y recuperación, reduciendo gastos y cancelando o posponiendo inversiones.

Para muchas industrias, la incertidumbre se ha acentuado con prioridades que se encuentran cambiando todo el tiempo.

En este contexto salta entonces una gran pregunta: ¿Es relevante, en las condiciones actuales, seguir hablando de digitalización y adopción tecnológica cuando lo más importante es sobrevivir?

Recientemente leí una nota de un especialista en automatización que invitaba a hacer la siguiente reflexión: la pandemia nos ha cuestionado muchos de los paradigmas con los que hemos vivido y hacernos preguntas fundamentales sobre las decisiones que hemos tomado en el pasado y lo que se podría hacer para mejorar. En el mundo industrial no ha sido inusual que las empresas se hagan preguntas tan básicas como ¿cuál es nuestra capacidad?, ¿dónde están nuestros inventarios?, ¿cuáles son las partes críticas?, etcétera. Se trata de preguntas fundamentales que seguramente muchos negocios se seguirán haciendo al término de la contingencia sanitaria.

De ser esto así, la discusión sobre la transformación digital de las empresas se hace entonces más relevante que nunca. La crisis sanitaria nos ha mostrado el camino para romper paradigmas. Hemos aprendido que las reuniones de trabajo virtuales no son sólo posibles, sino también efectivas. También, que la venta de un producto o servicio puede ser posible a través de canales no tradicionales. Hemos aprendido que muchos procesos pueden ser operados de forma remota. Todo ello ha sido posible, por supuesto, gracias a la disponibilidad de nuevas tecnologías que hace sólo algunos años no existían o no eran lo suficientemente maduras.

Así, el actual contexto sanitario y económico podría no sólo potenciar sino acelerar la adopción de los componentes tecnológicos de Industria 4.0.

Por supuesto, la gran pregunta es quién lo terminará haciendo y a qué velocidad. El mismo Foro Económico Mundial indicaba a inicios de este año que la cuarta revolución industrial, de no ser gestionada adecuadamente, podría “acelerar la creación de un mundo a dos velocidades”.

Si la aceleración de la adopción termina en unas cuantas manos, podríamos quizá ser testigos de cómo un pequeño grupo de empresas y países se convierten en agentes dominantes, abriendo una brecha cada vez mayor entre los líderes y los rezagados.

Esto no tendría que ser así. Lo ideal es que la cuarta revolución industrial se pueda democratizar y hacer que las empresas de manufactura tradicionales, incluyendo grandes y pequeñas, puedan realmente transformarse digitalmente, desarrollando nuevas capacidades y conocimientos para crear redes de mayor valor agregado. Hoy más que nunca es necesaria la cooperación de empresas y gobiernos para asegurar que la tecnología pueda llegar a todos y que todos nos beneficiemos de ella. 

Profesor del área de Dirección de Operaciones y
irector del IPADE Auto Summit

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