Hace poco más de un año hablábamos en esta columna de los graves problemas de la logística marítima internacional y su impacto en las cadenas de suministro globales: puertos cerrados, escasez de buques, contenedores, conductores, etc., todo ello impactando en costos logísticos y de transporte no vistos en décadas. Al final, fuimos los consumidores los que terminamos por recibir el impacto de esta grave crisis en nuestros bolsillos, con una inflación que no ha dejado indiferente a prácticamente ninguna región en el mundo.

En ese momento muchos nos preguntamos si esta tendencia en algún momento se revertiría, o bien, se trataba de un escenario que llegaría para quedarse, impulsado por un mayor apetito de los consumidores a realizar compras en línea mientras, al mismo tiempo, una nueva ola de Covid con la nueva variante del Ómicron azotaba al mundo.

Pues bien, en los últimos meses aquel escenario de altos costos logísticos, el sueño de muchas de las empresas navieras globales, parece que ha empezado a disiparse. El llamado índice global de contenedores, presentado por la consultora Drewry el 24 de noviembre pasado, indica un descenso de 74% anual ubicándose en 2 mil 404 dólares. Esta cantidad hace alusión al costo ponderado promedio de un contenedor de 40 pies cúbicos. No solo se trata de un descenso importante. La misma Drewry reporta un decremento en el costo por 39 semanas consecutivas.

El reporte resulta interesante por varias razones. En primer lugar, típicamente el final del verano y el principio del otoño es un periodo de alto tráfico de mercancías a nivel internacional pues los grandes minoristas globales se hacen de inventarios en preparación a la temporada navideña. Sin embargo, este año parece que no fue así y, más bien, el tráfico global siguió manifestando una tendencia a la baja. El puerto de Long Beach y Los Ángeles en California, por ejemplo, que habían reportado una lista de más de 100 buques esperando turno para descargar a principios de año, han declarado que está lista ahora es literalmente de cero barcos.

En segundo lugar, la mayor parte de los grandes minoristas globales han manifestado incrementos proporcionalmente mayores en sus niveles de inventario que en sus ventas. Target, Amazon, Walmart, por poner algunos ejemplos, han reportado aumentos de prácticamente 40% en sus niveles de inventarios, pero con aumentos en sus niveles de ventas no mayores al 10% en el último año. Es de esperar que muchos de estos minoristas busquen medir el termómetro del consumo durante la presente temporada de descuentos (Black Friday, Buen Fin, CyberMonday, etc.).

Por último, los nubarrones de una posible recesión están presentes por todas partes. Los principales bancos centrales del mundo prevén una desaceleración económica importante para los próximos meses. Sólo falta ver cómo llegará y cuánto tiempo durará.

Lo que sí es un hecho es que el famoso efecto látigo de las cadenas de suministro ha tenido un impacto como no se había visto en muchos años. Cabe preguntarse hasta qué punto la inflación, que nos ha impactado de manera importante en el último año, se ha debido principalmente a este desequilibrio en las cadenas de suministro globales y no tanto a un exceso de circulante como lo marcan las teorías macroeconómicas.

Así pues, existen varios argumentos que invitan a pensar que posiblemente estemos viendo la luz al final del túnel. Habrá que ver, sin embargo, cómo estos desequilibrios terminan por aminorar. Muchos expertos aconsejan, a pesar de estas tendencias, ser prudentes con las estrategias de suministro, que pasan por apostar por la diversificación y una mayor colaboración con las cadenas de proveeduría. La alta volatilidad aún no termina.

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Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School

 

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