Repetimos y volvemos a repetir: la esperanza no puede morir. Otros otros dicen lo mismo con palabras diferentes: lo último que debe morir es la esperanza. Y unos más, donde incluyo a escépticos y descreídos, intentan rescatar de la oscuridad que ahora nos asfixia alguna luz cuya fuerza disminuya o neutralice la enfermedad humana, cuyas células han penetrado y descompuesto todo: Tierra, ética, grupos humanos, credibilidad, confianza, esperanza.

La generación Covid necesita con urgencia certezas. Pervivir sin luz demoniza la cotidianeidad y sepulta ilusiones. Repetimos errores y creamos círculos viciosos cada vez más grandes y más perversos. 2020 no finalizará el 31 de diciembre. Mientras Covid-19 no quede enterrado, 2020 pervivirá. Iniciar 2021 sin esperanzas será fatídico. Los males se alimentan de otros males. Las heridas sin sanar se profundizan y las brechas entre quienes habitan el mundo con nombre y apellidos, y quienes perviven innominados se multiplican con celeridad. Los males actuales, cocinados y reproducidos desde hace décadas, por no escribir desde siempre, parecen no tener fin.

Conmoción es un término adecuado para describir nuestro tiempo. La mass media nos tiene atrapados. Las noticias, fiables o no, fluyen sin cesar. La magnitud de la conmoción ha devenido una suerte de adicción: ¿cuántos contagios y muertes hubo hoy?, ¿hay enfermos y/o muertos en las familias de seres cercanos, de conocidos? A la par, al lado de tanta destrucción y tristeza, ha surgido una hermandad impensable: el virus posee la capacidad de no diferenciar entre ricos y pobres, entre mexicanos y españoles, entre católicos y judíos, ni siquiera entre políticos muy ladrones y poco ladrones. De los 203 países registrados en la Organización de las Naciones Unidas, 198 son países Covid.

¿Será la pandemia actual, nuestra pandemia, una suerte de parteaguas? La “tragedia viral” no es peor que otras catástrofes contemporáneas. Se vive de otra forma, con otro tipo de miedos, tanto por su vigencia como por eso que solemos denominar realidad: no sabemos si estamos al final del túnel o al inicio de otro y más mortífero pasadizo. Científicos británicos han alertado sobre la posibilidad de una variante del virus original.

¿Cuándo escribiremos “antes y después”? Antes de la era Covid, después del tiempo Covid. Por ahora no hay punto final. La incertidumbre incrementa la misma incertidumbre y dispara otra serie de crudas vivencias: desconfianza, dolor, enojo, agobio. Covid suma destrucciones. El dolor exige. Exige respuestas. ¿De quién? Ni de los dueños del dinero, ni de la ralea política nada debe esperarse: no crearon el virus pero sí el ambiente para su propagación. Ambiente: pobreza, neoliberalismo despiadado, populismos, miseria, hurtos desmedidos, incompetencia ilimitada. La única respuesta, la única esperanza es la sociedad libre pensadora. El hartazgo tiene límites. Por razones incomprensibles no nos hemos saturado de tanta podredumbre. Quizás en 2021, Covid-19 y demás lacras se conviertan en parteaguas.

No hay noche que dure toda la vida. Por ahora, la noche Covid-19 pervive. El día parece lejano y la luz distante. Sin embargo, algunas oscuridades, las Guerras Mundiales, el pre sepelio de Trump, los presidentes peruanos encarcelados, la desaparición del Estado Islámico (DAESH), entre otras, han sido sepultadas. Cada nuevo año, por costumbre, por necesidad o por esperanza, se desea un año feliz. No estamos ante la disyuntiva “2021 será o no será”, pero sí ante un nuevo parteaguas: si no mejoran las enfermedades del mundo, los próximos años serán más lúgubres.


Médico y escritor.

Google News

TEMAS RELACIONADOS