Durante su campaña, Vicente Fox ondeó, al menos en León, un estandarte con la Virgen de Guadalupe. La vía religiosa siempre ha sido fuente para ganar adeptos y encontrar lenguajes comunes con el pueblo. Lo saben y lo han explotado numerosos dirigentes políticos. La invitación de Fox fue rechazada por quienes no aceptaban esa idea. Ver el mundo para saber y estremecerse. En Polonia, Brasil, Hungría, Estados Unidos, Israel y en la mayoría de los países árabes los dirigentes políticos han buscado apoyo en sus bases invocando la gracia de la religión y el poder de Dios. En México, a pesar del gobierno de izquierda, algunas fracciones morenistas intentan poner fin al Estado laico. Andrés Manuel López Obrador se ha opuesto, por ahora, a esa propuesta.

Comparto, como en tantas vicisitudes políticas, mi confusión. La semana previa, la senadora morenista por Zacatecas, Soledad Luévano Cantú turnó a las comisiones de Gobernación y Estudios Legislativos una iniciativa de reforma a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público por medio de la cual se pretende modificar el primer artículo de la ley para eliminar la frase “principio histórico de la separación del Estado y las Iglesias”. La senadora propone que la ley esté fundada “en el derecho humano a la libertad de convicciones éticas, de conciencia y de religión”. Asimismo, la iniciativa prevé que se puedan justificar “motivos religiosos” para evadir responsabilidades civiles. En síntesis, poner fin al Estado laico.

El 18 de diciembre el presidente aseguró no estar de acuerdo con la idea de Morena en el Senado —copio textual— para eliminar el principio de separación de Estado-Iglesia y agregó: “desde presidencia no se está contemplando esta iniciativa. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. No considero que al modificar este principio ayude, al contrario, ya en su momento hubo confrontación y eso motivó hasta una invasión extranjera…”. La propuesta de Luévano confronta a AMLO y a “algunos” de los miembros de Morena. Sería deseable y saludable conocer cuántos morenistas apoyan la idea y cuántos no. El gobierno actual es experto en el rubro de las consultas. Deberían hacerlo.

Para los librepensadores lectores de la historia, la simple idea de terminar con el Estado laico y convertirnos en otra meca religiosa incomoda y preocupa. AMLO lo ha negado tácitamente; algunos sucesos sustentan las relaciones entre gobierno y religión. Cuatro ejemplos vivos. La presidencia mantiene, desde el inicio, vínculos estrechos con Arturo Farela, presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas Evangélicas. Farela ha solicitado en más de una ocasión espacios en los medios de comunicación para difundir su credo. La presencia de Martí Batres en el concierto homenaje a Naasón Joaquín García, líder de la iglesia La Luz del Mundo, en Bellas Artes, en mayo irritó a la opinión pública. “No se violentó el Estado laico con el concierto” declaró Batres. Imposible soslayar la revitalización de la Cartilla Moral, la cual se distribuirá a diez millones de personas. La Cartilla será repartida por la SEP y por cristianos evangélicos. Por último, se ha hablado de la presunta evangelización de 7,000 jóvenes del programa “Jóvenes Construyendo el Futuro”.

Es necesario aguardar para comprobar si privará lo dicho por AMLO y algunos senadores morenistas, entre ellos Germán Martínez, o si se convertirá en realidad la propuesta de Soledad Luévano. “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, escribió Giuseppe Tomasi di Lampedusa en la novela El gatopardo. Durante el primer año de gobierno de AMLO algunos sucesos sorprendieron y siguen sorprendiendo a la opinión pública. La controversia acerca del Estado laico apenas empieza. Imposible, a pesar de lo dicho por AMLO, escribir punto final. Por ahora dominan los claroscuros.

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