En 2019, según el último informe demográfico de la Organización de las Naciones Unidas, la población mundial de la Tierra sumaba 7,700 millones de personas. En 1850, la cifra era 1,262 millones de habitantes, y en 1950, 2,518 millones. Son diversas las razones que explican la explosión demográfica. Las principales provienen de mejoras en la salud social —agua entubada, hogares en buenas condiciones— y en la salud individual. i.e., dietas adecuadas, ejercicio, vacunas. Ambos ejemplos dividen, me repito, a la población en ricos y pobres. Los primeros tienen acceso a los beneficios; los segundos, poco o nada. Tres ejemplos, todos provenientes de la medicina como parteaguas, antes de compartir algunas preguntas.

John Snow (1813-1858) fue un médico inglés. Se le considera el precursor de la epidemiología. Su principal contribución fue demostrar, en 1854, que el cólera era causado por el consumo de aguas contaminadas con heces fecales. El cólera, con frecuencia, era letal. Tras recorrer las calles, Snow recomendó clausurar, en las partes superiores de Londres, unos pozos de agua con materias fecales. Semanas después, los casos y la mortalidad disminuyeron.

Ignaz Philipp Semmelweis (1818-1865) fue un académico y obstetra húngaro. Descubrió que la causa de la sepsis puerperal, también llamada fiebre del parto, disminuía considerablemente si los médicos se lavaban las manos. Semmelweis observó que los médicos pasaban de las salas de autopsias a las de partos sin lavarse las manos. La mortalidad donde las parturientas eran atendidas por doctores era cinco veces mayor cuando se comparaba con los procedimientos llevados a cabo por matronas. Se le conoce —conocía— como “Salvador de las Madres”.

Jonas Salk (1914-1995) médico y virólogo estadounidense, fue el descubridor de la vacuna para prevenir la poliomielitis. Dicha enfermedad se consideraba el problema más importante de salud pública en los Estados Unidos de la posguerra. Gracias a la vacuna, la frecuencia de la enfermedad disminuyó rápidamente. Hoy es muy infrecuente escuchar de algún caso.

Tres ejemplos dentro de una miríada. Los dos primeros provienen de la observación, arma médica ahora en declive. La vacuna contra la poliomielitis se logró con apoyo de infraestructura mínima cuando se compara con la actual. Cuando las comparaciones se hacen tomando en cuenta el mayor número de situaciones posibles y con objetividad no son, en contra de las creencias populares, odiosas. Al contrario, pueden ser útiles. Hoy lo son. Ante una pandemia sin freno es lícito preguntar:

1.¿El conocimiento médico tiene “bien” definidas sus prioridades?

2.¿Qué hacer para “empatar” los intereses económicos y los poblacionales (esto es, salud, áreas deportivas, parques)?

3. ¿Pudo predecirse la pandemia Covid-19?

4.¿Hubo negligencia de la República China al no difundir con rapidez la información?

5.Muchos de los países golpeados por el virus han invertido y tienen almacenado equipo militar ad nauseam y pocos ventiladores, ¿podrá impedirse en el futuro este desbalance?, ¿qué hacer para revivir a Henry David Thoreau y por medio de su voz exigirle explicaciones a los Estados dueños de inmensos equipos militares?

6.¿Qué hacer para convencer a países como el nuestro sobre la necesidad de invertir más en ciencias médico-biológicas y en general en la ciencia?

7.¿Qué tantas muertes pudieron evitarse en países como España, Francia, Italia, Reino Unido y Estados Unidos si se hubiese actuado “a tiempo”?

8.El SARS-CoV-1 es un tipo de coronavirus responsable del síndrome respiratorio agudo en 2003. Tiene similitudes con el SARS-CoV-2. ¿Debería la ciencia, cobijada por países “ricos”, haber estudiado con más asiduidad el SARS 1 y sus posibles réplicas o mutaciones?

9.Políticos acompañados por salubristas se vanaglorian del incremento poblacional. Sorprende su tozudez: invierten muy poco en salud. ¿Qué decirle a esa dupla?

Algunas, quizás la mayoría de las preguntas enlistadas parecerían tener respuestas obvias e incluso ser un tanto absurdas. Lo obvio no siempre es obvio. Sumidos en crisis sociales y humanas como la actual, lo obvio casi nunca es obvio. Milito contra el maniqueísmo. Invito a pensar en las posibles respuestas.



Médico y escritor

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