“¿Por qué está tan caro todo?”, le pregunté al verdulero de un mercado sobre ruedas de una céntrica colonia de la Ciudad de México. Con un gesto que oscilaba entre la seriedad y el enojo, me respondió: “Es que todo está controlado por el crimen organizado. Le cobran a los productores, también a los transportistas, a los bodegueros y, claro, a nosotros. ¿Qué podemos hacer? No nos dejan trabajar en paz”.

Al tiempo que escuchaba esta queja, no muy lejos de ahí el señor Presidente celebraba la encuesta difundida por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que muestra la “satisfacción de vida de los mexicanos”, un índice que señala que el promedio anímico a nivel nacional es alto, si bien en lo que respecta al tema de la seguridad entre 2023 y 2024 no observa ninguna mejora (lo cual demuestra que en este punto la gente no se confunde).

Entre el verdulero que consulté y López Obrador quizás no exista mayor diferencia en lo que hace a la visualización de un tipo de felicidad: los dos se divierten a su modo en algún momento, ven quizá alguna película, disfrutan de algunos placeres gastronómicos, practican el beis o cualquier otro deporte, e incluso (tal vez) los dos encuentran más satisfacción en los ámbitos personales de su vida que en la pública (algo que la encuesta citada destaca como un tema central).

Sin embargo, el buen verdulero sufre la extorsión todos los días, porque en cualquier mercado de la CDMX (y en los de la mayoría del país) donde decida ir a vender, las cosas no andan nada bien. El cobro de piso ya se instituyó y el que no participa de él corre el riesgo de no sobrevivir, ya por la imposibilidad de trabajar, ya por la violencia imparable que cotidianamente cobra víctimas, muchas veces mortales.

Desde luego que caben otras explicaciones para entender por qué han subido tanto algunos productos agrícolas. La inflación sería uno de ellos. Pero ahí tenemos que, según el INEGI, en la primera quincena de febrero de 2024, la variación anual del Índice Nacional de Precios al Consumidor INPC –o sea la inflación tal cual– fue de 4.45 % . Empero, y ahí esta él problema que

sobresale claramente, respecto a lo que se refiere a frutas y verduras la inflación registrada fue de 17.07 por ciento.

¿No es eso un tanto desproporcionado? ¿A qué se debe? Una parte, desde luego, por fenómenos naturales adversos y seguramente la escasez de agua, pero es muy obvio que el problema va más allá y se ha podido documentar, dolorosamente, en multitud de testimonios e incluso (un gesto muy valiente de parte de las víctimas) en denuncias ante el ministerio público. Digo valiente porque, como se sabe, las denuncias relacionadas con extorsión son –en un país donde casi nada se denuncia, habida cuenta la inutilidad de hacerlo– las menos frecuentes. (A pesar de esto, en general, las denuncias por extorsión reportadas en todos los Ministerios Públicos del país pasaron de 6 mil 721 a 10 mil 336, entre 2018 y 2023, respectivamente, teniendo un incremento de 53.7 por ciento, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema de Seguridad Pública de la Secretaria de Gobernación).

Es un hecho que el cobro de piso a distintos productores agrícolas y el robo de sus tractores y camionetas (incluso diésel) ha hecho la mayor parte. En Michoacán, por ejemplo, los productores de limón han señalado en diversos medios (incluido El Universal) que padecen extorsión por parte de grupos criminales. Pero por supuesto no son los únicos: cualquiera que se dedique al comercio ambulante o a montar un emprendimiento lo sabe.

Y si no es la extorsión es el atraco directo, como el que sufren los transportistas. Todos los días 26.4 vehículos de carga pesada son robados en México, especialmente en las carreteras del Estado de México, Puebla y Michoacán, de acuerdo también con datos del Secretariado Ejecutivo del sistema nacional de seguridad pública (SESNSP) y de la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros (AMIS), lo cual suma unos 50,000 tráileres asaltados en lo que va de la actual administración (Semanario Zeta, 4-III-2024).

Negar esta violenta realidad –en todas sus dimensiones, incluida la que pone en jaque al próximo proceso electoral en diversos estados y municipios– se ha convertido en la principal consigna del gobierno y, ahora, de la candidata oficialista Claudia Sheinbaum, quien no ve mayor problema y promete simple y románticamente atacar “las causas” de la delincuencia con más universidades (“patito”, se entiende).

El “segundo piso” de la 4T se planea construir, por lo visto, ignorando o minusvaluando los intolerables niveles de impunidad con que actúa el crimen

organizado en todo el país. Y en Palacio Nacional o en el equipo de campaña de Claudia Sheinbaum pueden estar muy contentos con que así sea, pero falta saber si la mayoría de los mexicanos (que declara no ser “feliz” ante la inseguridad) está dispuesto o no a cobrárselos el próximo 2 de junio.

@ArielGonzlez

FB: Ariel González Jiménez

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