Chicago, Illinois. – Vivimos en un año donde se celebrará la elección que renovará al legislativo en noviembre en Estados Unidos. Por ello, no sorprende que los políticos en el poder prometan progreso y los opositores hagan denuncias escandalosas. En ambos casos, la retórica es populista y ausente de sustancia.

En su discurso sobre el Estado de la Unión, el presidente Joe Biden anunció cambios a una ley que data de 1933 para que el gobierno federal compre productos hechos con componentes y materiales producidos en este país. La iniciativa “Buy American” es la respuesta demócrata al nacionalismo de Donald Trump. En un esfuerzo para mostrar al electorado que les importa la industria nacional y el empleo doméstico, Biden y su partido quieren que los $600,000 millones de dólares que gasta la federación en insumos sean adjudicados a quienes producen bienes que en un 75 por ciento hayan sido manufacturados domésticamente para el 2024.

Como todo populismo es una idea que suena fabulosa pero que implica efectos negativos y contraproducentes. Esta política puede colocar al país en francos incumplimientos de los tratados comerciales que sostiene con otras naciones, entre ellas las del bloque de Norteamérica. También, limita las opciones de compra a los proveedores que cumplan con cuotas impuestas por burócratas de escritorio, y no por las dinámicas de la economía de mercado que premian al mejor precio y competidor.

No me sorprenderá que el siguiente paso sea encaminar el presupuesto a los aliados que, casualmente, también cuentan con sindicatos, ya que estos grupos son el arma política y la fuente de donaciones del partido demócrata.

Recordemos el intento de Biden para premiar con incentivos fiscales superiores a quienes compraran vehículos eléctricos con mano de obra sindicaliza, en perjuicio de las armadoras que no tienen esas organizaciones laborales. La iniciativa aún no es aprobada por el Congreso, pero desató protestas de México y Canadá donde ya se fabrican partes o el total de los autos del futuro.

El Presidente quiere endulzar el oído de las clases trabajadoras prometiendo que el progreso viene en camino con su agenda nacionalista. Es hacer eco de la demagogia trumpista que prometió engrandecer al país de nuevo, pero con falsas promesas. Ahora, la actual administración se mueve en una dirección que tendrá efectos nocivos para la economía.

En el pasado se cometió el error de abrir las puertas al comercio internacional a malos actores como China que fincaron su desarrollo en una industria manufacturera que no respetaba las normas laborales o ambientales, y que obligó a las firmas extranjeras a entregar sus patentes y derechos de autor (incluso en tecnologías que representan un riesgo a la seguridad nacional) a cambio de acceder a su inmenso mercado doméstico.

En mi caso, favorezco el libre comercio porque cuando es implementado adecuadamente premia a los buenos actores, estimula la innovación y da más opciones al consumidor. Lamentablemente, eso no fue lo que ocurrió con el surgimiento de la China exportadora y autócrata. Por otro lado, me parece adecuado que ciertas políticas públicas privilegien a algunas industrias para que fabriquen domésticamente, sea porque ofrecen un alto valor agregado o porque son clave para la innovación y el futuro tecnológico, como es el caso de los chips y los semiconductores.

No obstante, es un error favorecer compras nacionales de papel para oficina o concreto para renovar banquetas hechos en Estados Unidos, sin asignar los contratos bajo una justa competencia comercial y económica. Si Biden sigue adelante va a inhibir el desarrollo nacional y generará fricciones innecesarias con sus socios, todo por quedar bien con compadrazgos políticos y premiar ineficiencias.

Periodista. @ARLOpinion

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