El anuncio del presidente Donald Trump que prohibirá la entrada a los Estados Unidos a personas extranjeras que hayan pasado por Europa, es una decisión sorpresiva y dramática. Constituye los primeros cimientos de un muro en el Atlántico. Esto pone a México en buena compañía: Estados Unidos no sólo construye muros en el desierto y en los ríos entre los dos países, sino también sobre el mar entre Europa y Estados Unidos.

Me acuerdo haber escrito tiempo atrás que los mexicanos no deberían sentirse demasiado aludidos ni ofendidos por el muro en la frontera, porque Trump realmente quería construir un muro completo alrededor de los Estados Unidos, no sólo en la frontera con México, pero resultó ser demasiado caro y poco práctico. No se podía erigir un muro contra el comercio chino, ni el terrorismo proveniente del Medio Oriente, ni las corrientes culturales que llegaban de todos lados del planeta, así que el muro con México servía como símbolo de esa ambición mayor, de cercar al país de estas influencias nocivas del extranjero.

Ahora se le presenta una oportunidad nueva de proteger al país de todo lo malo que viene de afuera. Porque obviamente, el coronavirus es un asunto de otros, no de nosotros los estadounidenses. Viene de afuera, todavía no está adentro. Y si cerramos las fronteras con Europa (y partes de Asia, que ya se cerraron), no habrá necesidad de reconocer nuestras vulnerabilidades internas, ni tomar medidas de precaución que podrían afectar a la economía nacional. Claro, es posible que prohibir la entrada a los extranjeros de Europa y Asia puede impactar la economía tantito, por lo menos el turismo y el funcionamiento de las empresas globales, pero mientras nos siguen mandando sus productos y recibiendo los nuestros, vivimos mejor sin las personas que vienen del extranjero.

Esto lo digo con lujo de ironía, por supuesto, y tampoco creo que Trump de veras quiere cerrar las fronteras completamente. Pero el sí tiene un instinto personal, que refleja el sentir de una minoría importante de estadounidenses, de que los mayores peligros para los Estados Unidos vienen de afuera, y cerrar es proteger. Frente a una pandemia que ya llegó al país, prefiere tomar medidas para sellar las fronteras en vez de limitar la circulación de personas dentro del país o fortalecer al sistema de salud en un momento de emergencia. Es una táctica ya conocida, y los europeos, quienes quedaron sorprendidos por la decisión de excluirlos de los Estados Unidos, ahora se sienten muy mexicanos.

Sospecho que prohibir la entrada a extranjeros que han pasado por Europa no será la solución a la epidemia actual, como construir un muro en el desierto tampoco lo será para la migración indocumentada, ni el terrorismo, ni los efectos múltiples de la globalización. Es una medida de la Edad Media aplicada a fenómenos del siglo XXI en un mundo interconectado.

Hay otro camino posible. En nuestra organización, ya tomamos la decisión de trabajar desde casa y de no organizar reuniones públicas mientras siga la pandemia. Extendimos algunos beneficios extras en cuanto a cobertura médica a los colegas que lo necesitaban. La idea es evitar, si se puede, y cuidar, si hay que hacerlo.

No hay forma perfecta para contener una pandemia, pero la solución no queda en cortar los lazos con los vecinos (aún si esos vecinos viven a unos miles de kilómetros de distancia por el océano) y más en cuidar nuestras prácticas diarias que permiten la transmisión del virus y en fortalecer un sistema de salud que puede, con una inversión adicional, afrontar esta crisis.

Pero quizás esta respuesta reflexiva contra los extranjeros tiene menos que ver con las medidas apropiadas para enfrentar una pandemia y más con un instinto individual y colectivo frente a un mundo interconectado, lleno de oportunidades, pero también a veces peligroso y un poco terrorífico.

Ya no sólo tenemos un muro en construcción en la frontera con México, sino rápidamente construimos uno virtual en el mar con Europa. Los mecanismos y las razones son distintos, pero la forma de reaccionar se asemeja mucho.

Presidente del Instituto de Políticas
Migratorias (MPI)

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