Este fin de semana, cuando vi en la pantalla que Knut (el noruego que llegó a vivir a la CDMX en octubre, el que está obsesionado con encontrar equipo en México , el que acapara los adendums de esta columna) pedía una videollamada con su servidor, imaginé dos cosas: o el encierro ya le afectó tanto que desea tomarse unas cervezas con “compañía”, o quiere despotricar contra la abolición del descenso y el ascenso.

Pero... Este amable nórdico (con algunos rasgos tenochcas ya incorporados), me sorprendió. Después de un rápido saludo, me lanzó dos preguntas. La primera fue ¿por qué el Toluca no es considerado uno de los grandes si tiene historia y más títulos que dos de los que sí son parte de ese grupo?

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Cuando iba a responderle, me interrumpió bruscamente (les digo que ya se está tropicalizando el muchacho) y me dijo: “Y no me vengas con que es porque no tiene suficientes aficionados, porque eso es popularidad y aquí estamos hablando de grandeza”. Ante la vehemencia de mi interlocutor, y lo contundente de su argumento, me quedé callado.

Y fue en ese silencio cuando aprovechó y, con un tono un poquito más agresivo, formuló la segunda interrogante: “A ver si esto sí me lo puedes explicar, ¿por qué al Cruz Azul sí lo consideran uno de los cuatro grandes?” Ahora sí, ésta se la gano, pensé. Pero, de nueva cuenta, no me dio chance de nada y se arrancó.

Cruz Azul tiene la popularidad que le falta al Toluca, pero tiene menos historia. Además, de los ocho títulos que tiene, cinco los ganó en la década de los 70. Después de 1980, solamente conquistó uno. ¡Un título en 40 años! (A estas alturas, ya empezó a gritar). ¡Y no sólo eso, en 40 años hubo 64 torneos de Liga y nada más ganaron uno!”.

 

Por fin se calló y pensé que podría responder, pero la realidad es que se detuvo para jalar aire y empezar de nuevo. “¿Una excelente década te vuelve grande? Entonces, incluyan al Santos o al Pachuca en ese rubro. Me parece que confunden popularidad con nobleza futbolística”.

Finalmente se calló. Tenía la cara roja de tanto gritar. Respiró un poco, mientras yo lo observaba y, cuando recuperó la calma, simplemente se despidió. Ya se había desahogado y a mí me dejó con la palabra en la boca. No hubo chance de discutir, pero eso no me molestó, al contrario. Knut me dejó pensando.

Llegué a algunas conclusiones: 1.— La cuarentena lo tiene mal y ya no encuentra con qué entretenerse. 2.— De cierta manera, tiene razón. Aquí, la cantidad de aficionados tapa muchas falencias. 3.— Creo que el Toluca ganó un nuevo aficionado.

Adendum. No entiendo por qué, pero Knut está enojado conmigo y ahora no me habla.

futbol@eluniversal.com.mx

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