En 1974, mientras transcurría el cuarto año del gobierno de Luis Echeverría, don Daniel Cosío Villegas publicó un ensayo al que título El estilo personal de gobernar, en el que analizó con agudeza los rasgos esenciales de la personalidad de Echeverría, “un presidente —escribió— para quien hablar era una necesidad fisiológica y estaba convencido de que decía cada vez cosas nuevas, en realidad, verdaderas revelaciones.”

¿Qué caracteriza al estilo personal de gobernar de Andrés Manuel López Obrador? Por una parte, su convicción de que gobernar no tiene ciencia, por eso puede ubicar en cargos que reclamaban experiencia y conocimientos técnicos a miembros de su ayudantía. Cree que más horas de trabajo significan más eficacia, por eso presume que se levanta a las cinco de la mañana, aunque se ha descubierto que sus actividades terminan muy temprano.

También presume que —lo que no hizo ningún presidente— de lunes a viernes se reúne con el gabinete de seguridad nacional, aunque ni siquiera le informaron del operativo del Ejército para aprender a Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo.

Pero también destaca su compulsión por derruir; desconoce la virtud de darle continuidad a los proyectos que valen la pena y está convencido de que todo lo que ocurrió antes de él fue malo y corrupto.

Ignorando la virtud de delegar, concentra todas las decisiones, desde las de mayor envergadura hasta otras tan nimias como autorizar personalmente los viajes de los altos funcionarios al exterior o firmar los diplomas de los “jóvenes construyendo el futuro”.

Otro rasgo de su personalidad es el trato comedido para los narcotraficantes, por eso llama a El Chapo “señor Guzmán”, se acerca para presentar sus respetos a su madre en Badiraguato y pide que se proteja a los delincuentes. Cree tener el poder para perdonar los pecados y purificar, como a Manuel Bartlett, figura central en el fraude de 1988.

Su convicción de que tiene una misión histórica que le ha sido encomendada por El Creador, lo lleva a asumir que sus ocurrencias son ideas geniales, así ordenó frenar la construcción del nuevo aeropuerto de la ciudad de México y, en su lugar, agregar una pista al aeropuerto militar de Santa Lucía para presumirlo como uno de los mejores aeropuertos de América latina. Lo mismo sucede con la farmacia grandotota que anunció hace unos días.

Alardea que nunca tenido una cuenta en un banco y que ni siquiera sabe cómo llenar un cheque, pero dispone a voluntad de miles de millones de pesos del erario, muchos de los cuales se dilapidan como en el inútil ejercicio de consulta sobre investigar a los expresidentes.

Presume el carácter “universal” de las pensiones para los adultos mayores, porque no entiende que la política social debe ser focalizada a quienes realmente lo necesitan.

Contrario a su convicción, no hay nada en los últimos cinco años, ni siquiera las pensiones, que justifique la idea de que está en curso un momento estelar de la historia, solo estamos, diría Cosío Villegas, ante una modalidad que se explica por el estilo personal de gobernar.

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