La noche del 24 de octubre el huracán Otis impactó las costas de Guerrero afectando severamente los municipios de Acapulco y Coyuca de Benítez. Otis ha sido considerado el huracán con mayor fuerza al tocar tierra en el Pacífico oriental, desde que existe registro de los mismos, con vientos de hasta 270 km/hr. Su rápida aceleración ha desconcertado a los expertos, quienes continúan intentando una explicación.

24 horas antes de que Otis tocara tierra, el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos (NHC), pronosticaba el desarrollo de una “tormenta tropical que se acercaba a la fuerza de un huracán”. A las 3:00 am del martes 24 de octubre, su pronosticó que alcanzaría categoría de huracán. A las 15:00 horas se clasificó como un “huracán mayor”, categoría 3 o superior, con la probabilidad de que alcanzaría la categoría 4 al tocar tierra. A las 6 de la tarde había alcanzado categoría 5 vislumbrándose la verdadera magnitud de la tragedia que caería sobre Acapulco, apenas seis horas antes de que el ojo del huracán tocara tierra en la ciudad más poblada de Guerrero.

A pesar de ello, hay quienes recriminan al gobierno federal una supuesta “falta de previsión y preparación”. Dicen que el NHC alertó sobre el huracán “21 horas antes”, distorsionando maliciosamente el pronóstico de que Otis se convertiría en huracán categoría 1, con el cambio de pronóstico a huracán mayor que ocurrió 11 horas antes de que tocara tierra, y ante lo cual se intensificaron las acciones de protección civil.

Cabe destacar que los avisos de Conagua, la Coordinación Nacional de Protección Civil y el Gobierno del Estado, dieron cuenta de esta rápida aceleración e intensificaron las acciones correspondientes. Se instaló el centro de mando para la atención del fenómeno y sus efectos, se desplegaron más 8,500 elementos del Ejército y de la Marina para auxiliar a la población, mientras las autoridades recorrían el puerto alertando a la población mediante perifoneo e instando a quienes radican en viviendas vulnerables a trasladarse a los refugios temporales habilitados. La prioridad fue salvaguardar la vida y la integridad de la población.

Desde el principio la rapiña política no se hizo esperar, se vino una avalancha de desinformación de aquellos a quienes no importa el impacto de generar noticias falsas, agudizando el dolor de las personas, como sucedió con el falso debate respecto a la cancelación del Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales, negándose a entender que el recurso público actualmente se gestiona desde la Administración Pública Federal, con 17 mil 156 millones de pesos. Al que se suman los recursos del Fondo de Prevención de Desastres Naturales que cuenta con 200 millones 809 mil pesos; el Seguro para Catástrofes por 5 mil millones de pesos y un Bono catastrófico de 8 mil 876 millones de pesos, recursos que forman parte la primera etapa del Plan General de Reconstrucción y Apoyo a la Población afectada con una inversión inicial de 61 mil millones de pesos.

La rapiña promovió estadísticas falsas sobre el número de muertes y personas desaparecidas. Acusaban que no se estaba permitiendo que la ayuda humanitaria llegara a las zonas de desastre, se emitió información falsa sobre presuntos bloqueos de acceso de camiones con víveres; mentiras que pretendieron ocultar la solidaridad histórica del pueblo mexicano, así como la organización social ante estos desastres, creando espacios para resguardar a la gente, alimentando a las personas, abriendo canales de información para las personas que están buscando a algún familiar, e incluso para rescatar animales perdidos.

Más allá de la rapiña política, este desastre natural ha mostrado la fortaleza del pueblo de Guerrero y su capacidad de organización para enfrentar la adversidad, cumpliendo un papel central en la reconstrucción de Acapulco y los municipios afectados. La reconstrucción trasciende el ámbito de la infraestructura turística y debe asumir este proceso como la restauración del tejido social que permita crear bienestar e infraestructura que promuevan un Acapulco más equitativo, sin replicar los claro-obscuros entre la Costera-Punta Diamante y las colonias populares donde residen quienes, con su trabajo, han construido este centro turístico emblemático del país, y que ahora trabaja por su renacimiento.

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