El jueves 15 de agosto, por primera vez desde 2007, la tasa de los bonos del Tesoro Norteamericano a 10 años se situó por debajo de la tasa de los bonos a dos años.

Este fenómeno que se conoce como la inversión de la curva de rendimientos detonó una fuerte volatilidad en los mercados financieros. Así, el índice accionario S&P 500 registró una caída de 2.9%, mientras que el IPyC mexicano disminuyó 2.1%. Por su parte, el peso mexicano presentó una fuerte depreciación intradía de 1.5%.

Tal reacción respondió a que históricamente en Estados Unidos la inversión de la curva de rendimientos ha antecedido a todas las recesiones registradas en ese país en los últimos 45 años.

La curva de rendimientos gubernamentales muestra las tasas de interés que el gobierno tiene que pagar en el corto, mediano y largo plazos. Generalmente, los bonos a mayor vencimiento tienen una tasa que supera a la de los bonos de corto plazo, ya que los inversionistas suelen requerir un mayor rendimiento para compensar el riesgo adicional de poseer bonos con vencimientos más largos.

Ello implica que la curva de rendimientos tiende a tener una pendiente positiva. Cuando se invierte la curva de rendimientos, los inversionistas esperan un mayor retorno en el corto plazo, ya que ponderan que hay un mayor riesgo en el presente que en el futuro.

Generalmente en una economía las tasas de rendimiento de los bonos gubernamentales dependen –entre otros factores– de la tasa de crecimiento económico y de la inflación esperada. Así, las tasas de los bonos con vencimientos menores a un año reflejan las expectativas de corto plazo de crecimiento y de inflación del país, mientras que las tasas de los bonos a 10 años tienden a estar asociadas al ritmo de crecimiento del PIB potencial del país y las expectativas de inflación de largo plazo.

Cuando la tasa de los bonos de largo plazo está por debajo de la de los bonos de corto plazo, ello indica que el costo del financiamiento a corto plazo es mayor que el de los préstamos a largo plazo. En tal situación, a las empresas les resulta más costoso financiar sus operaciones, por lo que el ritmo de inversión se desacelera.

Asimismo, el costo de los créditos al consumo también aumenta y el gasto de los hogares tiende a desacelerarse. La economía eventualmente se contrae y el desempleo aumenta.

Cabe reconocer que la inversión de la curva de rendimientos registrada en el mercado financiero de Estados Unidos no necesariamente implica que vaya a presentarse una recesión.

En primer lugar, la probabilidad de recesión depende de qué tanto tiempo la curva de rendimiento permanece invertida, ya que si es por un breve periodo, ello puede reflejar sólo una anomalía. Asimismo, la inversión de la curva puede ser indicativa del mayor estímulo monetario que actualmente persiste en el mundo.

El Banco Central Europeo ha mantenido sus tasas de referencia en terreno negativo y existe la expectativa de que en los próximos meses implementará un mayor estímulo monetario. Lo anterior probablemente se ha visto reflejado en los rendimientos de los bonos norteamericanos de mayor plazo.

Por otra parte, si bien es cierto que en Estados Unidos los indicadores de producción manufacturera han mostrado claras señales de desaceleración –como resultado principalmente de las tensiones comerciales con China– la mayoría de los indicadores sobre el mercado laboral y el gasto de los hogares norteamericanos han seguido presentando fortaleza.

De hecho, el consumo de los hogares ha mantenido una trayectoria ascendente, mientras que las remuneraciones medias han continuado registrando incrementos. Así, al considerar el dinamismo que han mostrado en Estados Unidos la mayoría de los indicadores de demanda interna pareciera que la probabilidad de recesión en ese país continúa siendo baja.

No obstante, conviene comentar las implicaciones que puede tener una recesión de Estados Unidos en la economía mexicana. Durante la primera mitad del presente año, el ritmo de crecimiento de México fue afectado desfavorablemente por el debilitamiento de la inversión tanto pública como privada, por una clara desaceleración de la generación de empleo en el mercado laboral formal y por una contracción del gasto público.

Asimismo, en el primer semestre el sector manufacturero mexicano registró un reducido crecimiento anual de 0.7%, por lo que su contribución al crecimiento económico del país fue sólo marginal. En este escenario, al considerar la fuerte interconexión que hay entre las cadenas productivas manufactureras de México y Estados Unidos, una recesión en dicho país probablemente detonaría un ciclo recesivo en el nuestro. La eventual recesión norteamericana también impactaría adversamente los flujos de turismo hacia nuestro país y el ingreso por remesas.

Twitter: @alexcervantes

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