Si hay algo que tienen común la gran mayoría de producciones originales de Netflix (excepto claro, aquellas dirigidas por un verdadero autor) es que pareciera que todas están hechas con algoritmo.

Se trata de películas o series hechas para complacer al público más amplio posible, en historias inocuas que no provoquen debate alguno. Títulos manufacturados para atraer suscriptores como primer y único objetivo.

Por eso es que resulta tan sorprendente The Sea Beast (EU, 2022), cuarto largometraje del cineasta, actor y guionista Chris Williams. Formado en la casa Disney en filmes como Big Hero 6 (2014) Moana (2016) y Bolt (2008), Williams migra a los estudios de animación de Netflix para escribir, producir y dirigir (por primera vez en solitario) esta historia sobre héroes marinos y bestias oceánicas.

Ambientada en los mares de Europa (en algo que se parece al siglo XVI) un poderoso reino se ha desarrollado gracias a la conquista del mar, pero para ello ha tenido que recurrir a experimentados marinos, cazadores salvajes que se encargar de matar a los enormes monstruos marinos (kaijus, diría Guillermo del Toro) que azotan a cualquiera que ose navegar.

De todos los cazadores, el más famoso es el capitán Crook (voz de Ed Harris) quien, como buen émulo del capitán Ahab (el del Moby Dick de Herman Melville), está obsesionado por cazar a una gigantesca bestia roja - Ráfaga Roja- que no solo es el monstruo más temido de altamar sino que es aquel por el que Crook perdió su ojo.

Para cumplir con su misión, el Capitán Crook cuenta con toda una tripulación valiente y leal donde destaca Jacob (voz de Karl Urban), protegido del capitán (cuando niño lo rescató de un naufragio) y su futuro sucesor.

Todos, tanto el capitán como su tripulación, así como los habitantes del reino, están convencidos del peligro que representan los monstruos. Los libros de historia lo confirman:

estás bestias gigantes han causado la destrucción de poblados enteros y la muerte de cientos de valientes marinos. Matarlos es un acto de justicia.

La parte disruptiva de este relato, que parece lleno de testosterona, es la presencia de Maisie (voz de Zaris-Angel Hator) una niñita que escapa del orfanato para “vivir una gran vida y morir una gran muerte” como polizonte de “El Inevitable”, la embarcación del Capitán Crook quien sale una vez más en busca de la Ráfaga Roja.

Todos los elementos de la cinta nos hacen pensar que estamos frente a una versión marítima de Cómo Entrenar a tu Dragón (Deblois & Sanders, 2019), pero pronto nos damos cuenta que el guión tiene otras ambiciones. Y es que el personaje de Maise inserta variables que de entrada hacen que esto diste mucho de ser una película de algoritmo, sino que en todo caso se trate de una película con un mensaje ecológico por demás pertinente que incluso (rumbo al rdisruptivo final), se convierte en un mensaje subversivo que invita al cuestionamiento de la autoridad y la historia oficial que emane de ella.

Al inicio anoté que la historia sucede en algo parecido al S. XVI, y es que la presencia femenina (y en puestos de mando) está presente en toda la película: mujeres como oficiales y comandantes en el barco, rudas a la hora del combate, o incluso la reina misma, que es la que habla más fuerte en ese reino.

No soy experto en el tema, pero que yo sepa no había piratas mujeres. En todo caso, estas licencias históricas no molestan en absoluto. No estamos frente a una película regañona, ni aleccionadora, ni con eso que llaman “inclusión forzada”.

Se trata de un relato de fantasía al cual todos están invitados, tanto niños como niñas, donde se hace justicia a estas últimas al verse en posiciones de poder y no como personajes sumisos en la historia.

A todo esto, se debe añadir las muy bien logradas escenas de acción, así como la extraordinaria y detallada animación (sobre todo en las texturas y los elementos, como el agua) y el muy cuidado trabajo de voces.

Así pues, no todo está perdido en Netflix, prueba de ello es esta pequeña joyita de animación donde los monstruos dejan de ser monstruos y las mujeres se convierten en factor de cambio.

Ya era hora.

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