En estas épocas de extrema corrección política, una película como No Hard Feelings (en español bajo el terrible título Hazme el Favor) es casi una anomalía. Estamos frente a una comedia sexual donde una mujer de treinta y tantos años, promiscua y llena de deudas, acepta quitarle la virginidad a un chico de 19 años a cambio de un pago. En el camino, nuestra protagonista (una audaz Jennifer Lawrence) hará de todo para atraer la atención del muchacho (y del público), incluso hacer un desnudo frontal.

Esa es apenas una de las muchas provocaciones que conecta con efectividad esta cinta, cuyo objetivo no es otro sino incomodar a través del humor y la osadía. El tan comentado desnudo de Lawrence parece más un statement que un simple truco para causar polémica: si ya todo el internet la vio sin ropa en las famosas fotos filtradas sin su autorización hace algunos años, al menos por este desnudo si podrá cobrar varios dólares.

Es apenas la segunda cinta del cineasta Gene Stupnitsky (Good Boys, 2019, otra comedia de preadolescentes, para muchos heredera del clásico Superbad, 2007) con un guión de su propia autoría junto con John Phillips (The Office), donde son identificables ciertas trazas del cine ochentero raunchy, seoxoso, pelado, casi serie B, pero sin caer nunca en lo vulgar.

Maddie (Jennifer Lawrence) tiene muchas deudas: ha perdido el auto con el que trabajaba de Uber y está por perder la casa, único patrimonio que le dejó su mamá. Desesperada, encuentra en Craigslist un anuncio en el que los padres del joven Percy (Andrew Barth Feldman, toda una revelación y quien por cierto parece una copia de carne y hueso de Remy, el cocinero en Ratatouille, 2007) están dispuestos a pagar con un Buick (!) a aquella mujer que logre quitarle la virginidad a su hijo. Y es que resulta que Percy se la pasa (como todos los chicos de su generación) pegado al celular y casi sin salir de su cuarto.

Maddie por supuesto acepta el trato y se da a la tarea de seducir al chico, cosa que evidentemente no será fácil: el larguirucho Percy no sabe nada de mujeres, de ligue o de sexo, al contrario, cree saber algo del amor, y claro, de ser caballeroso.

La película funciona por varias cosas: el ya mencionado guion que además cuenta con diálogos muy bien escritos, los enredos en los que los protagonistas se verán atrapados, pero principalmente por la buena química que destilan Andrew Barth y Jennifer Lawrence frente a pantalla. Se trata de una comedia de pareja dispareja que contrasta la cándida ingenuidad del joven con la desesperación desatada y casi agresiva de Lawrence.

Pero la cinta no se queda en la simple provocación, en el fondo hay una crítica a la corrección política de la época, el personaje de Lawrence es un pez fuera del agua, un ente “viejo” en un mundo de jóvenes hiperconectados que utilizan el celular como arma canceladora ante cualquier comentario del enemigo. “¿Acaso ya nadie tiene sexo?” pregunta una Jennifer Lawrence sorprendida por no encontrar a nadie haciéndolo en una fiesta de preparatorianos.

A pesar del desnudo, de la seducción, de las insinuaciones, de los vestidos cortos y entallados, esta cinta no trata en realidad sobre sexo, sino sobre dos personas que no saben cómo salir de su status actual: ella que sigue anclada al pasado y por tanto imposibilitada a moverse, y él, un adolescente rico, que depende de sus papás ricos, que no sabe cómo salir de su jaula de cristal.

Se trata de una película sorprendentemente divertida, con un tándem cómico inesperadamente eficaz, que funciona por los diálogos, por las buenas actuaciones, por el ritmo cómico, pero principalmente porque al final proyecta una honestidad que no es común en las comedias de hoy en día.

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