A casi diez años del estreno de Mad Max: Fury Road (Miller, 2015), para nadie debería ser una sorpresa que la novena cinta en la ecléctica filmografía del realizador australiano George Miller es una absoluta obra maestra, la cinta de acción más espectacular del siglo XXI, un triunfo estético sobrecogedor de intensidad impactante, una experiencia oceánica que pone a Miller a la altura de sus contemporáneos (Scorsese, Coppola, Spielberg, De Palma) y que hace de Fury Road el destino al cual todas las películas de acción quisieran llegar.

Así, la primera e inevitable pregunta que surge a partir de la noticia de que existe (y estrena esta semana en México) una precuela de Fury Road llamada Furiosa (Australia, E.U., 2024) es si esta supera a la original.

La respuesta es no, y esas son buenas noticias.

Como bien dice David Ehrlich (crítico de cine de IndieWire), Miller podrá estar loco pero no es un idiota. El realizador australiano toma una decisión inteligente, sabe que es imposible superar una obra maestra (aún cuando se trate de su propia obra maestra) y opta por otro tono, otro ritmo, y otra ruta, pero con el mismo nivel de compromiso hacia el detalle, la cinematografía, la construcción de personajes y, por supuesto, las embriagantes escenas de acción.

Si Mad Max es una sinfonía, Fury Road es el Allegro y Furiosa es el Adagio. Aunque Furiosa incluye en sí misma su propia sinfonía: el relato se cuenta a partir de cinco episodios, iniciando con la niñez de Furiosa y sigue a través de una historia que narra el paso (a lo largo de 18 años, según el propio Miller) de ser una niña inocente a una mujer endurecida en un mundo dominado por hombres.

Furiosa es el prólogo que Miller nos negó en Fury Road. Aquella cinta no perdía ni un solo momento en presentaciones, tan solo unas cuantas líneas para aclarar que Tom Hardy era el nuevo Max Rockatansky y de ahí directo a la acción. En cambio, en esta nueva entrega, Miller se tomará su tiempo para el origen del personaje que (con toda premeditación) se robó la película de hace diez años y que por lo tanto debió llamarse Imperator Furiosa y no Mad Max.

La cinta inicia (¿hay otra forma?) con una persecución. Nuestra protagonista es apenas una niña de 10 años (la niña actriz Alyla Browne, cuya interpretación debería generar tanta o más atención que la de la propia Anya Taylor-Joy) que vive en una especie de oasis (un lugar verde, con agua y frutos) en medio de este mundo post apocalíptico. Furiosa es raptada y rápidamente su madre toma un rifle y corre a su rescate.

La secuencia es inesperadamente larga, pero Miller aprovecha para establecer el tono de la película: tomas que nos remiten a los westerns clásicos, ausencia de diálogos y una paleta de colores vivos. El diseño de producción, sobra decirlo, sigue siendo espectacularmente obsesivo con los detalles.

La niña es llevada con Dementus (un divertido Chris Hemsworth), líder con su propia horda de fieles fanáticos y que hará pasar a Furiosa como su hija. Eventualmente, Dementus se encontrará con un viejo conocido de nosotros, Immortan Joe (Lachy Hulme, tomando el papel del ya fallecido Hugh Keays-Byrne), quien no sólo le mostrará quién manda en la Citadel sino que además mostrará interés por la niña Furiosa.

En el fondo los ingredientes son simples: una historia de venganza, elementos del cine asiático, de los viejos westerns y las road movies, con algo de cyberpunk, todos cabalgando en autos, motocicletas y enormes camiones que surcan el desierto. Y en medio de todo ello, el gran contrabando de esta cinta: un espectacular homenaje a la fuerza femenina.

Miller se erige como el gran narrador del apocalipsis, uno donde todo tiene una razón de ser, desde los trajes estrafalarios hasta el maquillaje y las caras llenas de tierra y aceite. Desde los vehículos imposibles hasta las escenas de acción magníficas donde la imaginación es el límite y la edición no es usada para distraer al público.

Mucho se ha comentado sobre el uso del CGI en esta precuela y es verdad: a diferencia de la cinta anterior, el uso del imaginario por computadora es más notorio en esta entrega, pero no tanto como para sacarte del juego. Muchas de las extraordinarias secuencias de acción siguen siendo filmadas en la realidad, en la carretera, a toda velocidad, y la textura del filme sigue impregnando suciedad en la pantalla: a pesar del CGI, la huella humana sigue presente en todo el filme.

Furiosa es la excitante oportunidad de regresar al mundo apocalíptico que en la cinta de 2015 nos inundó con una belleza oceánica embriagante. No estamos ante una precuela sanguinaria que solo busque capitalizar la nostalgia por Fury Road. En todo caso es una prueba más de que George Miller es uno de los grandes cineastas de su generación, un auténtico esteta cuyo cine sigue siendo un homenaje al poderío femenino en un mundo rodeado de hombres.

¿Es esta la mejor precuela en la historia del cine? No lo sé. Pero si es una de las que más inteligentemente aborda su propia existencia. Miller sabe que el clímax de esta historia está en Fury Road, por lo que Furiosa es una gran pieza de acompañamiento, que si bien es espectacular por sí misma, nunca pierde de vista su función como precuela: apuntalar (aún más) a Fury Road como la obra maestra que es y siempre será.

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