Entrar a la nómina del MCU debe ser el sueño de la cartera de todo actor. Motivo más que suficiente para festejar y sentir -probablemente- que la estabilidad financiera está asegurada al menos por unos años. Pero una cosa es el bolsillo y otra muy diferente lo que termina frente a la pantalla.

En el caso de Tenoch Huerta, si bien su Namor es lo mejor en Black Panther: Wakanda Forever (EU, 2022), esta no es ni de cerca su mejor actuación.

Esto no es culpa del mexicano -originalmente estudiante de periodismo y luego convertido en actor-, sino del flojísimo guión (a cargo de Ryan Coogler y Robert Cole) que dejan poco espacio para hacer algo interesante.

Las mejores actuaciones de Tenoch Huerta están en dos cintas: la multipremiada y multi comentada Güeros (Ruizpalacios, 2014) y -mi favorita personal-, Días de Gracia (México, 2011), una cinta donde el actor dejó algo más que su presencia en pantalla y que además es la primera vez que Tenoch interpreta a algo cercano a un superhéroe.

La semana pasada tuve la oportunidad de ver de nueva cuenta esta película gracias a que fue programada en el pasado Festival de Cine de Cabos, en el marco del premio Sin Fronteras, entregado a Tenoch Huerta.

Días de Gracia está basada en un fenómeno que desconozco si es real pero no me sorprendería que así fuera. Según nos informa uno de los personajes, los días en los que se juega el mundial de fútbol, la delincuencia (al menos en la Ciudad de México) baja la guardia. Los asaltantes están ocupados viendo los partidos por televisión, son los llamados “días de gracia”, aquellos donde los malandros en general le dan un respiro a la población.

Así, la línea que conduce la narración de esta siempre enérgica cinta son los mundiales Corea-Japón 2002, Alemania 2006 y Sudáfrica 2010. Y el personaje al centro de todo el relato es Lupe Esparza (mi actuación favorita de Tenoch Huerta) un joven y aguerrido policía que quiere hacer las cosas bien, aunque para ello tenga que hacer las cosas mal.

Luego de atrapar a unos maleantes en una audaz persecución (en lo que tal vez sea uno de los planos secuencia más espectaculares del cine mexicano), su comandante (José Sefami) invita a Lupe a participar en un grupo de élite llamado Los Dorados, policías que actúan fuera de la ley justo para atrapar a los delincuentes que todos los días violan la ley. “Los policías no somos árbitros, somos jugadores”.

Se trata de una cinta de historias cruzadas a la que sin embargo no se le notan las costuras. Un empresario secuestrado, un adolescente secuestrador, la esposa de un plagiado que pelea por pagar un rescate y los ya mencionados Dorados, todos en una lucha constante por sobrevivir en una Ciudad de México infernal, llena de delincuentes y corrupción. Todo esto, con el entretelón de los partidos del Mundial de Fútbol.

Días de Gracia es una película excesiva por todos lados. Los tonos sepia saturados, el grano reventado del celuloide, los cortes abruptos pero llenos de ritmo que contagian el vertigo de vivir y sobrevivir a balazos en esta ciudad, las paredes sucias de la mazmorra donde tienen a los secuestrados, el audio saturado de comerciales, locuciones deportivas y ruidos citadinos. Todo está pintado con un grueso crayón, desde los villanos hasta los héroes.

Estamos frente a una cinta que no le tiene miedo al exceso, no le tiene miedo a las actuaciones a flor de piel, no le tiene miedo a provocar emociones mediante su mezcla nada sutil de canciones (desde Nina SImone hasta Nick Cave) e imágenes abigarradas, sucias pero siempre buscando un encuadre, un filtro, una toma horrorosamente hermosa.

Es una cinta que no teme a complicarse en aras de alcanzar una estética visual propia. Sin duda es el trabajo más ambicioso y auténticamente hermoso del cinefotógrafo Luis David Sansans. Nada parece detener a este hombre y su cámara, lo mismo la emplaza en un punto fijo que va corriendo con la cámara al hombro en un plano secuencia tan espectacular como complicado. Lo mismo se trepa a un helicóptero (no había drones en ese tiempo, niños) para hacer no una ni dos sino varias escenas aéreas de una Ciudad de México horrenda, o hace encuadres complicadisimos sólo para demostrar que puede hacerlo.

Es una cinta que no tiene miedo en verse espectacular, sucia, grasosa, llena de tierra, mientras que Nina Simone canta de fondo.

Y en el centro de todo ello, Tenoch. El héroe trágico, una especie de ronin en medio de un western urbano. El casi superhéroe que ,en una escena memorable, sale de una iglesia, se quita el cabestrillo de uno de sus brazos lastimados en una balacera anterior y con una mirada de odio se dirige a cobrar venganza. Espectacular.

El compromiso de Huerta con esta película fue absoluto, al grado que entró a la academia de policía para aprender de sus tácticas, movimientos y formas de operar.

Días de Gracia es casi una anomalía en el cine mexicano. Una cinta que entiende que el medio es audiovisual, que no solo son los diálogos y las actuaciones, son las imágenes y lo que nos comunican, lo que nos provocan, lo que nos dicen sin palabras.

Una cinta ambiciosa como desgraciadamente pocas veces se ve en el cine mexicano.

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