Parece que a Spike Lee no se le da el don de la sutileza, y su más reciente cinta, Da 5 Bloods (disponible en exclusiva para Netflix) es prueba de ello. Si toda película encierra dentro de sí un contrabando (Scorsese dixit), Lee no es de los que oculta la carga bajo gruesas capas de guión, al contrario, lo suyo es exponer a todas luces el motivo ulterior que mueve sus películas.

El motor que hace andar a Da 5 Bloods es -por un lado- la celebración a la cultura afroamericana y por otro, las ganas que le tiene el director de criticar severamente (y claro que razones no le faltan) al presidente Donald Trump.

La cinta inicia con una entrevista de Muhammad Ali y termina con un discurso de Martin Luther King Jr., dos personajes emblemáticos de la lucha por derechos civiles, el black pride y ambos ligados a la Guerra de Vietnam. Durante las casi dos horas y media de duración de la película, el guión (escrito por Danny Bilson, Paul De Meo, Kevin Willmott y el propio Spike Lee) encuentra oportunidad, una y otra vez, de recordarnos -sin sutileza alguna- a varias figuras de la comunidad afroamericana que destacaron en varios ámbitos tanto de la cultura, como el deporte o la política.

Así pues, con el ánimo didáctico de un Lee que quiere darnos lecciones de historia, arranca la trama sobre cuatro veteranos de Vietnam: Paul (Delroy Lindo), David (Jonathan Majors), Otis (Clarke Peters) y Eddie (Norm Lewis) quienes regresan a la ahora rebautizada Ho-Chi-Min City con dos propósitos: el primero, recuperar los restos de su líder, el carismático “Stormin’” Norman (Chadwick Boseman), quien cayó en combate aquellos años.

El segundo propósito es la verdadera razón de la reunión y el viaje: los “Sangres” que quedan vivos buscan recuperar un tesoro de varios lingotes de oro que en su momento serían un soborno del gobierno norteamericano para las facciones disidentes del Vietcong, pero ellos decidieron mejor enterrarlo para recuperarlo después, como una forma de resarcir el hecho de que el gobierno gringo mandó a los afroamericanos como primera línea de combate y ante la certeza de que el su situación en el país no será mejor luego de ir a pelear las guerras de otros.

La película resulta una mezcla de varias referencias claramente detectables: El Tesoro de la Sierra Madre (Huston, 1984), Apocalypse Now (Coppola, 1979), un poco de Rambo (Kotcheff, 1982) y el episodio de los Simpson sobre Los Peces del Infierno.

El amasijo de ideas que Lee busca plasmar provoca que estemos en frente al menos dos cintas. La primera (la más lograda aunque sea también la más convencional) es la buddy movie sobre estos cuatro veteranos que se reúnen para regresar al lugar que fuera el infierno mismo, con todas las implicaciones que ello tiene: desde el resentimiento aún vivo de los pobladores hacia cualquier norteamericano, hasta el darse cuenta que uno de sus compañeros (Paul, segura nominación para Delroy Lindo) es un Trumpista hecho y derecho que apoya el muro, odia a los “amarillos” y va con todo y su gorra de MAGA hacia la aventura.

En esta cinta es donde Lee despliega sus mejores armas como director, con innecesarias pero emocionantes escenas de acción y balazos, flashbacks que resuelve (sin usar letreros) mediante abruptos cambios en el aspecto de la cinta (de widescreen pasa a 4:3 y viceversa) así como toda la aventura de lo que sucede al intentar recuperar el oro.

La otra cinta, que resulta menos afortunada, es esta donde machaconamente Lee trata de lanzar discursos, dar lecciones de historia y provocar emociones de la manera más artificial posible: mediante el melodramático score musical de Terence Blanchard que nos sitúa en terrenos casi de telenovela.

El mensaje, como sea, es entregado: la tensión racial sigue latente desde entonces y hasta ahora, las injusticias contra los afroamericanos son un mal endémico, y claro, hay una tremenda contradicción entre ser afroamericano y apoyar a Trump. La cosa es que el método que elige Spike para entregar estos mensajes no siempre funciona, la mayoría de las veces resulta forzado e incluso por momentos hasta regañón.

El valor de esta cinta está más allá de la pantalla. Es un filme que llega en el momento justo, lo cual no hace sino reforzar el mensaje del director: el problema racial está tan latente que no hizo falta ser un vidente ni planear un estreno ad-hoc (la cinta se terminó desde hace un año atrás) para que la película llegara justo en una crisis racial.

Al final no pude sino pensar en qué hubiera hecho Tarantino con esta historia: probablemente hubiera sido más lúdica, menos machacosa pero sin dejar de entregar el contrabando. Tal vez.

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