Algo que resulta increíble en pleno 2023 es que los problemas de salud mental no sean considerados como una prioridad dentro del sistema de salud pública en este país. El pasado 10 de septiembre se reconoció como el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, ya que vivimos en una ciudad donde los suicidios parecen una situación común. No solo los casos mediáticos como los recientes suicidios en Reforma 222, sino los múltiples atentados que existen en las entrañas de la ciudad como lo son las vías del Metro de la Ciudad de México.

Luego de cuestionarnos la manera en la que entendemos como sociedad el cuidado en la salud mental, podemos explicar los fenómenos y consecuencias que existen alrededor de las principales enfermedades que nos azotan como sociedad: la depresión y la ansiedad, que inevitablemente son derivadas por la descomposición social que vivimos día a día, la precariedad laboral y la incertidumbre laboral y financiera en la que viven millones de mexicanos diariamente. Millones de familias azotadas además por la violencia, la falta de ingresos, educación y condiciones dignas. ¿Cómo no enfermar bajo esta situación?

De acuerdo con el INEGI, en México, el 39 por ciento de la población adulta tiene síntomas de depresión y ansiedad derivadas de la pandemia, mientras que del 23 por ciento cumple con los síntomas de Trastornos de Estrés Postraumático.

¿Cómo se atiende esto desde una perspectiva urgente de salud pública? Cómo evitar, primero, que millones de mexicanos padezcan de esta crisis. No hablamos de una reparación paliativa sino de una reflexión profunda a los problemas principales que derivan en esta sintomatología.

Es decir, por supuesto que esto es un llamado a la atención digna en servicios de salud mental, pero además, una reflexión de la responsabilidad que tiene el Estado para llevar a millones de mexicano a esta situación sin un freno por lo menos a la precisamente el declive inminente de las principales preocupaciones de las familias mexicanas lo que termina con estas enfermedades sobre las personas.

La necesidad de mirar lo que pasa es tan urgente como frenan la violencia. No se puede aspirar a mejorar la calidad de vida si no hay de por medio un análisis en materia de salud mental para rastrear y sanar los orígenes de las principales causas que agobian a las familias mexicanas. ¿A quién corresponde no solo detectarlo sino frenar que los números sigan al alza? La respuesta directa es al gobierno actual, sin embargo, no se puede esperar mucho de un mandatario que en medio de la pandemia por Covid se protegía con un amuleto y el discurso de que la mejor protección será el combate a la corrupción.

Hoy sabemos que la falta de atención a la salud mental está cobrando vidas. Muertes que parecieran crecer silenciosamente entre una crisis que nos resulta invisible si no cuestionamos los motivos que nos mantienen en este declive.

La urgencia de reformar el sistema de salud pública no es un capricho sino una necesidad para todas y todos los que vivimos con las consecuencias de este país.

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