La Ciudad de México fue fundada sobre un lago. En ese entonces, cuando el agua nos rodeaba, nuestra forma de vida consistía básicamente en la coexistencia. Los recursos eran asunto de los dioses y aun así la civilización aprovechó sus conocimientos de ingeniería para construir canales y abastecer a la gran Tenochtitlán de agua.

La Ciudad creció secando los lagos y los ríos. Creció cubriéndolo todo. Creció y el agua siguió llegando.

¿De dónde viene el agua?

No me resulta difícil recordar el momento, hace más de una década, en el que se anunció que tradiciones como el Sábado de Gloria, donde se salía a la calle a mojarse en una analogía lúdica del bautismo, pasó a ser una tradición censurada, no por el Estado laico que nos gobierna, sino porque el asunto del agua comenzaba a ponerse sobre la mesa como una advertencia del desabasto.

La Ciudad de México no es del todo equitativa en sus territorios. Un ejemplo de ello es la forma en la que el abastecimiento de agua no es suficiente.

La alcaldía Iztapalapa es uno de los territorios más complejos de la Ciudad en tanto su desarrollo urbano. Por un lado no resulta democrática la forma en la que se les distribuye agua: por lo regular existe una campaña permanente de tandeos y desabastos, pero eso no es todo.

Las calles y avenidas de esta alcaldía están rebasadas por la realidad climática de la Ciudad. Mientras que 20 ml de lluvia para una alcaldía como Coyoacán o la Cuauhtémoc logran diluirse entre las coladeras, en Iztapalapa esta cantidad de lluvia tiene grandes posibilidades de inundar la zona. Esto se debe por un lado a la infraestructura y, por otro lado, a la basura que es arrojada diariamente en las calles.

Pero lo que resulta importante de comprender es que estamos enfrentándonos a un problema que si bien no se soluciona de manera autónoma, sí estamos perdiendo de vista posibles soluciones por lo menos paliativas ante la crisis.

El país no puede escudarse más en no estar preparado ante la contingencia. La captación de agua de lluvias en una ciudad en crisis del suministro debe ser la prioridad número uno, debido a que es un elemento vital e insustituible.

¿Qué está esperando un gobierno que hoy destruye bosques y selvas y construye refinerías y trenes?

Seguramente la obsoleta visión de desarrollo corresponde más bien a una visión anacrónica donde el agua y los árboles no estaban en crisis. Una de las razones por las que cancelaron el AICM del ex-Lago de Texcoco era que justamente dañaba el medio ambiente. Sin embargo, podemos ver que esto es apenas un pretexto con nula congruencia, pues las prioridades de la Ciudad y el resto del país no son para nada ambientales.

Como en otros momentos, también creo que el movimiento importante parte de los ciudadanos. Estos cambios comienzan indiscutiblemente desde cada familia en México. Nuestro consumo de agua jamás será como el de las grandes empresas de refrescos o cervezas, pero no por ello no podemos generar un aporte importante a la solución del problema desde la individualidad y en la colectividad.

El futuro de nuestro país está en las políticas de los recursos naturales y en que nosotros no permitamos que los discursos del poder como los que hoy existen, se cuelguen de estas causas sin ser congruentes.

Twitter: @alepuente100

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