La semana pasada reflexioné en este espacio sobre cómo la violencia contra las y los candidatos afecta a la democracia y los niveles de participación en los comicios electorales, pues se pierde el interés de votar en elecciones intervenidas por los grupos criminales.

De una manera similar, existen otros grupos que tratan de influir en las elecciones a través del uso del poder que está a su alcance. Poderes fácticos utilizan recursos criminales y económicos para comprar cargos públicos por medio de dádivas y amenazas, a la vez que poderes políticos utilizan las máximas tribunas de la nación o su constante exposición en los medios de comunicación para atacar a sus contrincantes, promoviendo noticias falsas que generan una polarización extrema entre la sociedad, haciendo de ella su mejor carta para obtener votos.

El intervencionismo de los primeros lo podemos reconocer con facilidad. Los vemos invirtiendo en la compra de votos, influyendo en las redes sociales y en los medios de comunicación, agradeciendo los beneficios económicos que les generan los partidos políticos corruptos. Sin embargo, los segundos son mucho más difíciles de identificar. ¿Por qué? Básicamente porque la estrategia de polarización de estos actores consiste en replicar mensajes dirigidos a públicos en concreto, basados en nuestras creencias y estereotipos y a veces resulta difícil reconocer como prediseñado aquello que nos hace sentido. Estos mensajes con contenidos con lo que nos identificamos y que refuerzan las imágenes que tenemos acerca de lo que consideramos nuestros adversarios, son utilizadas intencionalmente para influir en nuestras preferencias electorales.

Lamentablemente, en una sociedad donde se ha alimentado la polarización en muchos de nuestros ámbitos sociales, los procesos electorales ya no se ganan por el contenido de las propuestas o por la elección de candidatos, tampoco por su compromiso con la libertad, igualdad y el respeto de los derechos humanos, si no que apuestan a ganar influyendo en nuestras preferencias, diciéndonos lo que queremos escuchar y alimentando nuestros miedos.

Para Abhijit Banerjee y Esther Duflo, ganadores del premio Nobel de economía en 2019, la polarización política determina que votemos más de acuerdo con lealtades tribales que con un juicio sensato de prioridades. De esta forma, ejercer nuestro voto basándonos en nuestras filias y fobias, hace que los partidos políticos no se detengan a repensar si es buena idea o no el postular a un pederasta, a un violador o a un corrupto. De acuerdo con la investigación de Banerjee y Duflo, los candidatos no necesitan aportar beneficios económicos o sociales ni siquiera a sus simpatizantes, siempre que sus seguidores estén lo bastante polarizados y preocupados por la posibilidad de que llegue al poder “el otro bando”.

Todo apunta a que estamos inmersos en una elección donde se pretende hacer pensar a la ciudadanía que sólo existen dos bloques y que la única forma de salvar al país es optar por uno u otro. Tanto un bloque como el otro invierten en el miedo y en el placer que podría darnos alcanzar la destrucción y humillación del adversario. Ambas posturas promueven el odio, unos hacen todo lo posible por que las y los electores olviden los abusos con los que gobernaron durante décadas y mientras los otros hacen todo para silenciar cualquier voz que señale sus errores, haciendo ver a cualquier disidente como un traidor. Si no estás con ellos estás en su contra y favoreces al enemigo.

En el actual proceso electoral, nos corresponde identificar este proceso de polarización e intentar alejarnos de él para tomar la mejor decisión al momento de ejercer nuestro voto. Más allá de nuestras filias y fobias, conozcamos las trayectorias y propuestas de las y los candidatos, pidamos que rindan cuentas, conozcamos sus opiniones respecto a temas de derechos humanos y sobre todos los problemas que requieren resolverse en beneficio de todas y todos. Vayamos a las urnas informados, porque votar por lealtades sobre juicios sensatos de prioridades, podría traernos terribles consecuencias.

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