“Todos los hechos que pueden ocurrirle a un hombre, desde el instante de su nacimiento hasta el de su muerte, han sido prefijados para él. Así, toda negligencia es deliberada, todo casual encuentro una cita, toda humillación una penitencia, todo fracaso una misteriosa victoria, toda muerte un suicidio. No hay consuelo más hábil que el pensamiento de que hemos elegido nuestras desdichas; esa teleología individual nos revela un orden secreto y prodigiosamente nos confunde con la divinidad.“ — Jorge Luis Borges, El Aleph

Raúl Padilla creció y se desenvolvió en una universidad violenta y en un país convulso. Una universidad pequeña, regional y extraviada todavía en el interregno gramsciano, en donde lo viejo no termina de irse y lo nuevo no acaba por llegar; el de la pugna entre ideología y pensamiento dogmático, versus el de libertad de cátedra y pensamiento crítico, que Lombardo Toledano y Antonio Caso debatieron con fiereza décadas atrás y, que en nuestro tiempo presente lastimosamente continúa acechando a la educación y a la investigación en México. Una universidad en donde el “Marxismo teórico y el pistolerismo práctico” erigía realidad, la lucha por el pensamiento crítico y la universalidad de las ideas se combatían dentro y fuera de las aulas de aquella universidad que mi generación no conoció.

El ex rector, considerado por décadas el “hombre fuerte” de la universidad, como todo animal político supo leer su tiempo y anticiparse a él, mientras el país y el mundo se sacudían en profunda transformación. Cuando el muro de Berlín se tambaleaba y las dictaduras del orden soviético comenzaban a resquebrajarse, Raúl ya estaba fundando años antes de ser rector de la Universidad de Guadalajara (UDG), la Feria Internacional del Libro; al día de hoy la más importante de Iberoamérica y la segunda más grande del planeta.

En 1989, el Licenciado Raúl Padilla tomaba protesta como rector y ponía en marcha su visión de universidad de futuro. Gestionó hábilmente con el Congreso del Estado la reforma a los Estatutos y la Ley Orgánica de la Casa de Estudios, afianzando su autonomía. En estas reformas, se realizaron dos cambios estratégicos que le permitieron la construcción de lo que hoy es su legado: la creación de la Red Universitaria, el ejemplo más exitoso de descentralización administrativa del país para llevar educación y derrama económica a todos los rincones de Jalisco, así como el ahorro a las familias más pobres del gasto de mandar a sus hijos a estudiar a la ciudad y, segundo; equiparó como función sustantiva de la universidad el desarrollo de la cultura, junto con la impartición de educación de calidad.

La universidad liderada por Raúl Padilla durante más de tres décadas, tuvo un audaz desempeño y estuvo a la altura de las coyunturas políticas que a nivel nacional e internacional demandaban. Un ejemplo de ello es la catástrofe que se avizoraba en los sistemas de pensiones del país y del mundo entero, debido al estrés que provocaba en las finanzas públicas el crecimiento en la expectativa de vida de la población por los avances médicos y científicos; la universidad impulsó una reforma en su sistema de jubilaciones y pensiones haciéndolo el más saludable hasta la fecha de todo el país, ganando, año con año, todos los premios presupuestales federales por su buen manejo. La autonomía política de la universidad, esa que permite ser crítica al poder, la ha salvaguardado el responsable manejo financiero de la institución.

A la llegada de los llamados gobierno tecnócratas y neoliberales, junto a la imposición de reglas y procedimientos para concursar por bolsas de recursos federales, la UDG fue la que a nivel nacional mayor cantidad de recursos obtuvo, debido a la conformación de una burocracia universitaria profesional, eficiente y bien preparada; piedra angular para el buen funcionamiento de cualquier institución pública del mundo. La casa de estudios de Jalisco es la universidad con mayor crecimiento en matrícula y de miembros ingresados al Sistema Nacional de Investigadores de todo el país en los últimos 35 años.

Con una universidad reforzada en su autonomía, con férrea disciplina financiera y con un diseño de gobernabilidad eficiente que contrasta con otras universidades públicas, el ex rector pudo poner en marcha la materialización de su legado: aunado a la creación de la FIL y la Red Universitaria, se suman la fundación del hoy Festival Internacional de Cine de Guadalajara; la Feria del Libro y Festival Literario (LéaLA) organizada en Los Ángeles, California; el Festival Papirolas; la Cátedra Julio Cortázar, realizada en acuerdo con los escritores Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes y; sobre todo, el desarrollo de la infraestructura cultural más importante del Estado y de las más innovadoras a nivel Latinoamérica, el Centro Cultural Universitario.

La crítica al legado de Raúl Padilla se centra en el liderazgo moral que el presidente de la FIL ejerció en la universidad pública por más de 35 años. Es difícil entender hoy en día, la longevidad de una persona en el poder en tiempos de democracia efectiva. No se puede entender al Raúl Padilla de hace más de tres décadas, sin situarnos en su tiempo y sus circunstancias. El legado del Licenciado Padilla no recae únicamente en ser el modernizador de la universidad y de su puesta en mapa en el plano internacional, si no el de ser el civilizador y pacificador de una universidad violenta y pistolarizada, extraviada por las pugnas de la polarización reinante en tiempos de la guerra fría.

El pasado 2 de abril, el Licenciado Padilla con la agencia que tienen los hombres libres, tomo la decisión de abrir la puerta y abandonar este mundo. “Murió como vivió… como le vino en gana”, me dijo una de sus más cercanas colaboradoras. Y dejó tras de sí, como la generación de constructores de instituciones del México posrevolucionario, que cambiaron “la pluma por la pala”; una universidad mejor, mucho mejor de la que recibió.

El compromiso de los universitarios para el cuidado de su legado no es cosa menor, como él tendremos que saber leer nuestro tiempo y realizar las transformaciones que la universidad y la sociedad jalisciense demanden. El Dr. Ricardo Villanueva, un rector de una nueva era y con una reconocida y exitosa gestión, parece tenerlo muy claro; el Licenciado Padilla es insustituible, él navegó con genialidad las aguas tempestuosas de su tiempo, ahora es responsabilidad colectiva de muchas universitarias y universitarios de construir la universidad de futuro que honre su obra.

Descanse en paz Licenciado, gracias por todo.

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