A Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca en los tiempos del golpe militar que inició en 1936 en España, se le atribuye un discurso que otorgó en el Paraninfo de aquella universidad para interpelar los discursos fascistas y nacionalistas de académicos que apoyaban la dictadura. Unamuno, en palabras más, palabras menos, mientras se encontraba dando su discurso, fue interrumpido por el tumulto y, tras el grito de los presentes, (atribuidos al militar Franquista José Millán-Astray) que vociferaban “¡Muera la intelectualidad traidora!” o “¡Muera la inteligencia!, el rector Unamuno contestó “Vencerán, pero no convencerán”, “ni conquistar es convertir”.

Posteriormente, Unamuno fue cesado del cargo de rector vitalicio y recluido en su domicilio, falleciendo dos meses después en un aura de soledad. La profundidad de sus palabras, son un ejemplo del momento en el que la violencia y la propaganda, pueden más que el diálogo y el mosaico de voces que deben regir la vida universitaria.

Recupero este pasaje al escribir desde la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). Espacio que cada año celebra la lectura y el pensamiento libre y diverso. Evento en el cual cabe la crítica en su organización, incluyendo la ausencia de escritoras feministas peruanas y donde se cuestionan muchas de las prácticas de las instituciones culturales, académicas y editoriales.

En los paneles y diálogos que se llevan a cabo en la FIL, las acciones y discursos que el Presidente López Obrador lleva a cabo a partir de acuerdos militaristas o declaraciones donde se ataca a medios y periodistas, e instituciones de educación, están ocupando un lugar destacado. Las voces que defienden y critican estos argumentos, conviven en la FIL con respeto y abiertas al público.

Sin embargo, desde una tribuna en la cual no existen posibilidades de diálogo, de manera simplista y autoritaria, al estilo del mencionado Millán-Astray (abrazado por un cuerpo militar), el Presidente acusa a la Universidad de Guadalajara (UDG) y a su Fundación, de dedicar la FIL a contradecir su administración. Cuestionando incluso la invitación a una Feria del Libro a un Premio Nobel de Literatura y a escritores, escritoras y activistas que no son de su agrado.

Al igual que con otros temas, los dichos se sustentan en el principio de que cualquier cuestionamiento a las acciones de la 4T provienen de enemigos y personas que nunca han estado “del lado del pueblo”. Y ya, es todo, no hay otro argumento ni un análisis que, por ejemplo, recupere la historia de 35 años de la FIL, que ha hecho a esta Feria el evento editorial más importante del idioma español.

De la misma forma, en la mañanera de ayer, el Presidente terminó de apoyar la imposición del director general del CIDE, lavándose las manos y apoyando las decisiones de la Titular del CONACYT. A pesar de las protestas estudiantiles y académicas, se refirió a la comunidad del CIDE como una institución que no ha estado a la altura, no está abierta al cambio y que cuenta con académicos conservadores que no entienden que “ya hay otras reglas”.

En ningún momento retomó las demandas y pliegos petitorios de la comunidad del CIDE. Para qué, lo importante no es la opinión de las comunidades sino mantener su proyecto sin cuestionamientos. De hacerlo, te conviertes en una abstracción llamada “conservador” o “cómplice”, como lo hizo con la UDG y la FIL. Y cambia de tema, pues pareciera que no vale la pena analizar más a fondo el problema.

Desde la FIL, percibimos también con preocupación la manera en la que el Presidente se refirió a Proceso y Carmen Aristegui, por una investigación que publicaron titulada “Sembrando Vida y la fábrica de chocolates”. Sin entrar en más detalles, para el Presidente esta investigación es una calumnia para manchar su gobierno.

Para Andrés Manuel López Obrador, Proceso y Carmen Aristegui “nunca han estado a favor” de su movimiento, y para él la periodista y el medio son seudo objetivos, seudo progresistas y seudo independientes, como si la objetividad de un medio o una persona estuvieran basadas en el apoyo que le dan a la 4T. Notoriamente enojado, el Presidente abstrajo toda la trayectoria periodística de Carmen Aristegui y la disolvió en lo que él llama “buena periodista conservadora”.

Ante un contexto cómo este, donde a pesar de la poca objetividad del Presidente, la imposibilidad de dialogar con él y de que reconozca que puede estar equivocado, desde la FIL no me queda más que enviar mi solidaridad a la UDG y su Fundación, al CIDE, a Proceso y a Carmen Aristegui y, por último, recuperar las palabras de Unamuno y redirigirlas al Presidente, “Vencerán, pero no convencerán”, “ni conquistar es convertir”, porque la popularidad no es un argumento para imponer y descalificar.

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