Consumidores y empresas entran en controversia respecto a quién es el propietario de los datos.

Durante la pandemia mundial apareció un gran debate: ¿A quién corresponden los datos?

Todo inició así: Waze, la aplicación de navegación, se volvió menos efectiva durante el confinamiento de Covid-19 porque no tenía un flujo constante de datos. Así, no podía alimentar sus algoritmos.

Esto generó la hipótesis: si no tienes datos públicos, perjudicas a todos porque hay un aspecto público en los datos.

Sin embargo, la relación entre la adquisición de tales datos y el bien público es complicada. Las empresas pueden beneficiarse de la venta de datos que los consumidores individuales comparten mientras usan una aplicación, en cuyo caso hay un gran beneficio comercial potencial para la empresa, pero a un costo o incomodidad, para los consumidores.

La otra cara de la moneda es que un usuario individual puede usar una aplicación solo para su propio beneficio, como abrir una aplicación de navegación para trazar una ruta a su destino, pero luego cerrar la aplicación para que no pueda seguirlo mientras conduce. Por supuesto, tampoco proporciona ningún beneficio público.

Cundo las personas obtienen el beneficio de los datos de otros sin compartir los suyos, también se puede presentar en las aplicaciones de rastreo de contactos.

Así, ¿quién debería tener más control sobre los datos de los consumidores, las empresas o los usuarios, y cuándo?

Desde el principio, se creyó que un enfoque matizado sería útil, a diferencia de los enfoques en blanco y negro adoptados por muchos gobiernos. Por ejemplo, el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de Europa limita drásticamente el control de las empresas sobre los datos, mientras que Estados Unidos da a empresas como Google y Facebook una carta blanca relativa cuando se trata de recopilar y usar datos.

Pero incluso tener más control sobre nuestros datos como consumidores tiene desafíos y costos, como aceptar las cookies que se contraponen a la propia privacidad.

Incluso en una plataforma determinada, los consumidores tomarán diferentes decisiones de privacidad de datos sobre diferentes tipos de información. Es posible que compartan su foto o publicaciones en una plataforma de redes sociales, pero se mostrarán más cautos si la misma aplicación les pide divulgar su dirección de correo electrónico o número de teléfono.

Lo incómodas que se sienten las personas al compartir cierta información también variará entre los usuarios. Por ejemplo, la renuencia de muchos a compartir los datos de conducción en Waze.

En sí, al evaluar quien debe tener más control sobre los datos, empresas o usuarios, la respuesta es contundente: variará en función del mayor peso entre bien común, asequibilidad e incluso monetización. ¿Qué factor resulta más relevante?

A partir de esta comprensión se puede especificar cuándo el control sobre los datos debe pertenecer a los usuarios frente a las empresas. A medida que las plataformas agrupan más elementos de datos que debe compartir si se une a la plataforma, el factor de inconveniente para los usuarios aumenta.

Asimismo, si se quita el control de los datos a los usuarios, ellos sentirán que su privacidad es invadida, pero al mismo tiempo, puede crear más beneficio público que supere esos costos. La controversia continúa y es más relevante ante eventos inesperados como la pandemia y la guerra contra Ucrania.

Hasta ahora no hay un propietario inamovible.

 
Investigador de tendencias de negocios y emprendimiento 

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