Tenía 89 años, nació el 3 de abril de 1932. Parecía que había nacido con el lápiz en la mano pues mientras platicaba no dejaba de hacer trazos. Dibujó miles de kilómetros de líneas, tantas, que seguramente pudo dar varias vueltas al universo. Murió el pasado miércoles 24.

Decano de la caricatura mexicana, uno de los últimos héroes de esta ruda profesión hoy tan alicaída por la extinción de la prensa y la compra de conciencias, Ricardo Salazar Berber nunca dejó de dibujar, a pesar de que los espacios en los medios se fueron cerrando por la crisis que hoy viven la prensa escrita.

Salazar fue un destacado caricaturista dedicado al tema deportiva a la que llegó por azares del destino pues en sus inicios comenzó en la sección policíaca de Novedades, pero ya la ilustraba el caricaturista Policarpo.

Por esta situación, solicitó al director que lo dejara desarrollarse en la sección de deportes, en donde se le ocurrió hacer caricaturas sobre las mascotas de los equipos de futbol y de todas las situaciones deportivas del momento. Su éxito fue tal, que se convirtió, durante décadas, en el más importante caricaturista deportivo, sobre todo, cuando llegó a El Universal, donde caricaturizó todos los logotipos y las mascotas de los equipos de futbol, hecho que lo convirtió en uno de los artistas más plagiados pues sus caricaturas se vendían en camisetas, calcomanías, banderines, etcétera.

A los pocos días de empezar a publicar sus monos, en el vespertino Diario de la Tarde, recibió decenas de cartas y empezó a tener un público lector que nadie imaginaba pues abrió un espacio inexistente hasta entonces.

En la década de los noventa, llegó a El Universal a ocupar las 8 columnas de la sección deportiva, en una época en que todas las secciones de este periódico estaban conformadas por ilustraciones y caricaturas, en una de las época de mayor trascendencia para el humor gráfico, en donde se abrieron espacios para los grandes maestros, como Salazar B y jóvenes como Apebas o Terrazas, actual presidente de la SMC.

Alguna vez me contó que cuando quiso hacer caricatura política y hacer una caricatura del presidente, el editor del periódico le pidió que se olvidara de ese tema. “En todo caso, dibuja al presidente de Pakistán. ¿Y eso por qué?, preguntó. Porque Pakistán está muy lejos y no molesta al presidente.

Don Ricardo nació en La Piedad, Michoacán, y como la mayoría de los caricaturistas nunca tuvo la mínima posibilidad de jubilarse; hace años el gobierno de Michoacán ofreció hacerle un homenaje en una exposición en Morelia y apoyarlo como creador, pero sólo quedó en un acto demagógico del entonces secretario de cultura, Luis Jaime Cortez.

Desde hace años, día con día, de domingo a domingo, acudía al Museo de la Caricatura, hoy en la mayor crisis de su historia, para hacer retratos y caricaturas a quienes acudían a visitar ese recinto y a cambio de unas monedas, recibían una obra de arte salida de las manos del artista, y una cálida sonrisa de que hoy nos ha dejado.

Salazar estudió dibujo publicitario en la ENAP, entre 1947 y 1951, pero la caricatura fue su pasión. Hombre generoso, dejó miles de caricaturas por todas partes.

Fundador de la Sociedad Mexicana de Caricaturistas, dirigió el periódico quincenal Al Tiro, editada por esa organización. Estaba orgulloso de que su obra se hubiera presentado en Madrid, Alcalá de Henares y Washington en la muestra Cien años de caricatura de El Universal.

En estos días trágicos, y ante la pérdida de grandes personalidades, cabe recordar a quien fue un pilar de la caricatura.

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