Algunos gobernantes, Donald Trump más que otros, Peña Nieto un poco menos que Trump, suelen hablar de lo que sea sin fijarse en lo que dicen y sin que el público tenga derecho a poner en duda o criticar aquellas opiniones que se juzgan desatinadas y/o estimen carentes de respeto para las personas.

Cuando se es presidente del país más poderoso del planeta se puede decir casi cualquier cosa, pero cuando se trata de un gobernador <> suena a burla articular palabras sin poner cuidado en lo que se emite: “se acabó la tregua, se acabó la fiesta, vamos a limpiar de delincuentes a Lázaro Cárdenas y a la zona limítrofe con Guerrero…” dijo Silvano a fines del mes pasado (Cambio de Michoacán, 31-10-2017, p. 4).

Leer que Silvano se gasté la puntada: “Se acabó la fiesta” sabiendo que en Zamora-Jacona, nada más de enero hasta el 30 de noviembre de este año, se han registrado  168 muertes intencionales, causa un poco de enfado. No mucho si uno se ha acostumbrado a gobernantes así, de ese modo. Me dirán sus defensores que Aureoles Conejo no se refiere a Zamora, sino a Lázaro Cárdenas y que no debo colocar en sus cuerdas vocales la palabra “fiesta” para aludir a los 386 muertos de forma violenta de enero de 2016 al 30 de noviembre de 2017. Para algunos políticos irresponsables eso es una fiesta: 386 hogares en luto, 386 familias lastimadas.

Aureoles Conejo podría intentar respetar a las  familias de las víctimas aun cuando en las cifras frías haya personas que cometieron ilícitos. También las familias que han vivido el terror (de las policías y del crimen autorizado) como efecto colateral, merecen  respeto. Reitero, aunque no hace falta: son 218 asesinados en Zamora-Jacona el año pasado más 168 en lo que va de 2017.

De igual modo, si en lugar de hablar de festejo alude a una tregua, no deja de provocar suspicacia su lenguaje fresco, simple. ¿Con cuál grupo el gobierno ha pactado  tregua?

¿Más policías?

No contamos con un balance del mando unificado; los informes de la mesa de seguridad siguen siendo poco convincentes. No construye confianza el escuchar en boca de los gobernantes  que en Michoacán se cuenta con 4,800 cámaras, un avión sigiloso, policías capacitados, centros de comando, coordinación, comunicación, control y etcétera y luego en sesiones posteriores de la mesa de seguridad o en entrevistas se sinceren y digan: sí hay cámaras pero están conectadas a nada porque no se ha tendido la fibra óptica (mesa de seguridad, hotel Fénix, Zamora, octubre) o reconozcan que nunca en las carpetas de investigación se han utilizado fotografías, videos u otros materiales producidos por tales cámaras.

Poco ayuda a generar confianza el saber que el edil de Zamora, Dr. José Carlos Lugo Godínez, articule oraciones como estas: “la estrategia de mando único está funcionando para reducir los actos delincuenciales; la buena coordinación que tenemos entre todas las autoridades ha provocado que los índices de delincuencia se estén reduciendo” (Cambio de Michoacán, 14-11-2017, p. III). Tampoco conforta esa especie de justificación, resignación del tipo “mal de muchos”: ¿Qué territorio está libre de delincuencia? Se preguntaba en la misma entrevista el Dr. Lugo (Cambio, ibíd.). De peor manufactura es su apreciación: “Como que a los delincuentes les gustan nuestras carreteras para abandonar los cuerpos” (Cambio, ibíd.).

El alcalde Lugo parece deslindar la responsabilidad: “la delincuencia es por ajustes de cuentas”, algo así como: “no es nuestra responsabilidad; es de ellos”. No se escucha bien de una persona que ha vivido de su trabajo (eso creo) y que ahora maquille las palabras: “Zamora cuenta con el mando único para brindar seguridad” (Cambio, ibíd.).

Desalienta imaginar que el alcalde vea en los rifles y policías la solución a la inseguridad: <>, afirma el alcalde zamorano.

¿Dos homicidios en noviembre de 2017?

A mediados de noviembre, mientras que el gobernador Silvano Aureoles promocionaba el estado en China, Adrián López Solís, Secretario de Gobierno, en su visita a Zamora afirmaba que en la región habían disminuido, sintomáticamente el delito de homicidio doloso, al registrar solamente dos muertes durante el presente mes, contra los 11 registrados entre septiembre y octubre” (ZdeZamora, El Independiente, Quadratín, 14-11-2017).

¿Quién procesa la información que lee y repite el responsable de la política interior de Michoacán? Es posible que a pesar de  todo el equipo que dicen disponer (C4, C5, C etcétera) no estén en condiciones de saber qué ocurre en materia de homicidios (dolosos  y culposos) en el estado de Michoacán. Es probable pero inaceptable que carezcan de datos fiables. Entre el 6 y 12 de noviembre, sólo en Zamora ya se habían conocido mediante la prensa 5 homicidios, más otro en Tamándaro, Jacona.

Noviembre,  en su cierre, registra 17 muertes violentas y 10 (o 12 dependiendo si en Jacona hirieron a 6 o a 8 la noche del sábado 25) heridos. Del total, 26 son hombres y 1 mujer. Por el arma usada, la de fuego sigue siendo la primera elección con 24 seguida por 2 de arma blanca. El caso más brutal fue el desmembramiento de un joven de La Libertad hallado en el Fraccionamiento Altamira.

Lo registrado por la prensa puede ser menor a lo que ocurre pero de mayor dimensión a lo imaginado por los funcionarios estatales. Noviembre registra 16, dos más que el promedio mensual de 2017. En este punto, le contaron mal al Secretario López Solís: noviembre tiene más muertes violentas que la media mensual (14) anotada para Zamora-Jacona.

En lo que sí tiene razón es que el año 2017 ofrece una menor cantidad total de homicidios dolosos y un promedio mensual menor. En 2016 registramos 218 crímenes (18 por mes) mientras que en 2017 la cifra acumulada al mes de  noviembre es de 168 (15 por mes). Se esperaría cerrar 2017 con  185 casos. ¿Son pocas  las 386 muertes en los dos años?

Más allá de las cifras

En las mesas oficiales de seguridad están ausentes las voces, los sentimientos de los cientos de huérfanos y viudas, muchos de ellos > de esta guerra de baja intensidad; los eventos académicos y político electorales, por la naturaleza de ese trabajo, también están lejos de lo que la gente común ve, lee, mientras que grupos civiles y vinculados a las iglesias ensayan distintas maneras de  atender el problema, atender el duelo y  dar seguimiento a los  problemas de salud mental que se derivan como consecuencia de la pérdida y la imposibilidad de continuar una vida "normal" y productiva.

Por la magnitud y la complejidad de causas y efectos de la violencia en todas sus facetas, hace falta acercamiento entre organizaciones civiles con los centros de integración juvenil, comités de padres de familia para compartir experiencias, mirar cuál es nuestro campo de acción y qué podemos hacer. Para identificar  motivaciones y cultivar esperanzas.

Tal vez no es mucho lo que se pueda hacer mientras que en el fondo de las causas no haya cambios sustanciales; quizá tampoco se logre un poco de respeto desde los gobernantes, pero, en verdad no es una fiesta aunque para algunos eso parezca.

J.Luis Seefoó Luján

Observatorio Regional Zamora A.C

@obsregzamora @ObsNalCiudadano

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