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A la sombra hay 35 grados centígrados y el Sol está en lo más alto.

En ese momento, el presidente Enrique Peña Nieto observa cada detalle de cómo la astrónoma de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Julieta Fierro, hace que niños indígenas, con globos y pelotas azules, amarillas y blancas, expliquen el eclipse de Sol de ayer.

Fue aquí, en tierra indígena téenek —enclavada en la Huasteca Potosina, a casi tres horas de Tampico y a más de cuatro de la capital de San Luis Potosí—, donde el Presidente de la República miró al cielo y vio cómo la Luna eclipsó al Sol.

El presidente Peña Nieto viajó de la Ciudad de México a Tampico en el avión presidencial José María Morelos y Pavón, fue un vuelo corto de más de 30 minutos.

Después, para llegar a San Pedro de Las Anonas, el Presidente voló el helicóptero durante 40 minutos, donde dio el banderazo al ciclo escolar 2017-2018.

Apenas había salido en convoy del campo de futbol de la comunidad —habilitado como helipuerto— cuando descendió de la camioneta blindada en que lo transportan para saludar a la gente. Sudando se acercó, se tomó fotografías y pedía no mirar el eclipse de manera directa.

Pasaban los minutos, el Sol, la Tierra y la Luna se alineaban y comenzaba a ser más visible el fenómeno natural, ese que ocurre cuando la Luna cubre al Sol, aunque sea de manera parcial. El presidente Peña Nieto apura el paso, lo esperan en la Escuela Primaria Esfuerzo Indígena.

Pero se da tiempo para saludar a quienes lo esperan tras vallas metálicas colocadas por el Estado Mayor Presidencial al pie de una pequeña carretera, y para entrar al centro de salud de la comunidad y hablar con los ancianos de San Pedro.

Al subir por una pendiente para entrar a la escuela de la comunidad, acompañado de Aurelio Nuño Mayer y de Ildefonso Guajardo, mira rápido al cielo y baja la mirada. Saluda al paso a los reporteros y ríe por el calor y la humedad de la zona.

Inaugura el año escolar. Habla de una leyenda náhuatl sobre el Sol y la Luna y reta a quienes combaten la reforma educativa. Ahí se escuchó al secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, decir “astróloga” a la astrónoma Julieta Fierro, lo que provocó una sonrisa en la investigadora.

El Presidente se sienta en un escalón y se toma una foto con niños indígenas de esta escuela remozada como parte de la reforma educativa. Recorre sus instalaciones. Llega a los bebederos donde se han dispuesto dos telescopios. Mira por uno el eclipse, se maravilla.

“Vean el eclipse sólo una vez, no les vaya a hacer daño a sus ojos”, les insiste el Presidente a unos niños que esperan su turno para observar el fenómeno a través de los telescopios que tienen filtros especiales. Aquí, en tierra indígena, el Presidente miró el eclipse y agradeció las muestras de cariño de los vecinos que, dijo, “alimentan el alma”.

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