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Depresión, ansiedad, estrés postraumático, hiperactividad, déficit de atención e irritabilidad son los trastornos mentales más comunes que presentan niños y adolescentes asociados a un entorno violento.

Carmen Torres Mata, siquiatra infantil adscrita a los servicios de atención de la Secretaría de Salud, explica que al vivir en un ambiente violento, los menores de edad pueden presentar daños en su desarrollo sicológico, emocional y cognitivo, además de que se pueden predisponer a realizar actos belicosos.

¿Las conductas neurológicas de los niños se modifican a partir de vivir en un entorno violento?

—La violencia no sólo es física, sino que puede haber negligencia en la crianza, provocar lesiones o golpear a los niños, menospreciarlos y sobajarlos. Cuando un infante está expuesto a cualquier tipo de violencia impacta en sus diferentes etapas, pensando en algo sicológico o siquiátrico, puede desencadenar estrés postraumático, tener un impacto en el rendimiento académico y en cómo los niños manejan sus emociones. Si mi hijo ve que resuelvo las cosas así, seguirá ese patrón.

El contexto afecta las habilidades sociales, en cómo se relacionan los menores de edad y jóvenes con otros, en la escuela con sus compañeros y profesores, con los padres de familia, incluso, en un futuro marca cómo se comportarán en una relación de pareja. Los niños pueden desarrollar trastornos, por ejemplo, depresión, ansiedad, estrés postraumático, hiperactividad, déficit de atención e irritabilidad y aunado a esto se vuelven individuos desconfiados y con baja autoestima.

A nivel neurológico, ¿cómo modifican sus conductas?

—Depende del tipo de violencia a la que el menor de edad esté expuesto, si a mi hijo lo nalgueo y lo insulto diciéndole que es tonto, puede impactar de manera neurológica, pero no sería tan evidente; sin embargo, si la violencia es más fuerte, lo aviento, lo pateo y lo empujo, puedo provocarle daños neurológicos, que derivan en que quede con movilidad limitada o muera.

¿Cómo evitar que un niño sea impactado por la violencia?

—El mayor problema al que nos enfrentamos es que todos estamos expuestos a diferentes tipos de violencia, se ha normalizado. Si como padre de familia, tutor, maestro o compañero me doy cuenta de que caigo en actitudes agresivas, lo primero que tengo que hacer es buscar ayuda, porque vivir en un ambiente violento no es sano y tendrá repercusiones de alguna forma.

A nivel siquiátrico, ¿cómo impacta la normalización de la violencia en los niños?

—Tiene un gran impacto porque al ver la violencia como algo común no se denuncia. Los niños y los jóvenes no se abren para recibir ayuda, es muy raro que se acerquen a un adulto para contar que viven en contextos agresivos; cuando lo hacen, las personas mayores no saben cómo reaccionar.

Lo anterior limita la atención de niños y jóvenes maltratados, además de que se procura ocultar el problema, por ello, hay que educar a la niñez, dejarle claro que ser violento no es normal, porque estos hechos son un factor de riesgo para desarrollar diferentes trastornos siquiátricos que no sólo los lastiman a ellos, sino a las personas a su alrededor.

Es muy lamentable que cuatro de cada 10 niños entre 12 y 17 años sean víctimas de algún delito o contrariedad. Faltan datos que nos digan cuántos niños están manifestando conductas agresivas a partir de vivir en un entorno violento y esto impide que sepamos de qué tamaño es el problema que enfrentamos.

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