Arturo Castañón, quien estuvo 20 años en prisión, asegura que la corrupción provocó que en México ocurrieran 7 mil 403 riñas en los últimos ocho años en varios reclusorios estatales y federales.

El integrante de la organización Justicia para Todos acusa la complicidad entre autoridades penitenciarias y grupos delictivos, y señala que ambos organizan las extorsiones y le ponen el más alto precio a la vida carcelaria, lo que afecta la relación y la estabilidad emocional de los reos.

Durante los años que estuvo en los reclusorios Norte, Santa Martha Acatitla y Santiaguito —en la Ciudad de México y el Estado de México—, Arturo entendió cómo la falta de oportunidades laborales, deportivas y educativas, el abandono, el autogobierno, el hacinamiento, la ausencia de atención médica y la extorsión, entre otros, generan una bomba que estalla en peleas con decenas de muertos y heridos.

“El problema principal es la violencia estructural que se vive dentro de las prisiones. Las autoridades están en colusión con algunos internos y eso permite la extorsión. Debes pagar por no hacer talacha, por un espacio, por luz, por agua, por atención médica básica, por comida. Con todo esto, ¿cuál es la esperanza para vivir bien? Peleando y abusando de los demás, formando bandas”, dice.

Para ejemplificar el origen de las riñas, Arturo detalla: “Si una persona de 40 años es sentenciada a 50 sin derecho a un beneficio, tendría que salir a los 90 años. Eso nadie lo logra, porque te acaban las enfermedades, entonces debes buscar vivir ‘bien’ lo que te resta de tiempo, pelear por ello. Esa es la mentalidad de muchas personas encerradas”.

Recuerda que cuando pasas varios años en prisión, la distancia entre la esperanza de vivir y el temor de morir se va acortando hasta el punto en el que a algunos reos ya no les importa fallecer en los conflictos internos. Esto también es producto del estado de ánimo golpeado que dejan las irregularidades en los procesos penales.

“Es difícil vivir dentro de un reclusorio luego de que hubo golpes por parte de la policía, acusaciones falsas del Ministerio Público y el desinterés del juez en las anomalías. Eso, primero, abate; luego te sientes frustrado, agobiado, apesadumbrado, con el remordimiento de dejar a los hijos y la esposa afuera, con el dolor de no poder hacer nada por ellos. Eso se vuelve coraje, resentimiento, odio. Algunos expulsan estas sensaciones ejercitándose o escuchando música, pero la mayoría lo hace peleando”.

Arturo admite que él también participó en un número incontable de riñas “por defender a los que me habían defendido. Si no lo hubiera hecho, habría quedado aislado del resto de y nadie me hubiera apoyado”.

Sobre las armas que se utilizan en las peleas, el activista indica que no es difícil fabricarlas, sólo hace falta un poco de imaginación, una varilla, un fierro, una solera y una lija.

“Mucho material lo venden y ahí se hacen las puntas o ‘espadas’. Eso no tendría que ocurrir en un lugar bien vigilado, lo que denota la complicidad de las autoridades.

“La necesidad de sobrevivir y la corrupción detonan en riñas, y éstas no terminarán hasta que concluyan los abusos del poder del Estado”.

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