En la parte posterior de , entre el bullicio y el perifoneo del comercio informal destaca el acento de un grupo de migrantes: los venezolanos.

Leila es una de los cientos de migrantes provenientes de la región norte de América del Sur que han encontrado trabajo en los alrededores de la Plaza de la Constitución.

Originaria de Caracas, esta madre de familia de 35 años que se vio obligada a salir de su país con su esposo y su hijo, en su búsqueda por lograr el sueño americano, pasó por la Ciudad de México y desde hace dos meses, seis días a la semana se dedica a fregar ollas, lavar trastes y cocinar, en una jornada de 10 horas por mil 200 pesos a la semana en un restaurante de mariscos.

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“Para llevar el pan a la casa no importa lo que haya que hacer” cuenta Leila quien era contador público en su país y ahora trabaja en el restaurante de mariscos, pues para ella “cualquier trabajo dignifica” comentó a este diario.

Algunos de los migrantes se han instalado en las afueras de la estación Pino Suárez del Metro. Foto: Especial
Algunos de los migrantes se han instalado en las afueras de la estación Pino Suárez del Metro. Foto: Especial

Su falta de experiencia como chef no la frenó en la búsqueda de una mejor vida para ella y su familia, por lo que en el restaurante Leila y dos compatriotas más encontraron la oportunidad, pues a ella le permiten llevar a su hijo al trabajo. “Me dan mi desayuno, mi almuerzo y mi cena y nos ahorramos algo de dinero”, asegura la madre venezolana.

La venezolana no sólo encontró trabajo si no que a escasas ocho cuadras del restaurante consiguió un departamento de dos recámaras por el que paga 5 mil pesos mensuales; “me sirvió mucho porque no tengo que pagar Metro”, explica.

“Un oficio para que se defiendan”

Desde hace seis meses Francisco en su local ubicado en la calle de Pino Suárez ha empleado a más de 30 migrantes, entre ellos a la venezolana madre de familia, quienes “buscan una oportunidad para comer, sobrevivir, algún modo para subsistir tanto ellos como su familia; en 95% son venezolanos”, comentó el microempresario en entrevista.

El hombre de 54 años abrió su negocio durante la pandemia, logró sobrevivir a las bajas ventas y ahora junto a su plantilla de seis empleados, entre ellos Leila, tratan de sacarlo a flote.

Los dueños de comercios en el primer cuadro de la Ciudad de México han empleado a migrantes de manera informal. Foto: Especial
Los dueños de comercios en el primer cuadro de la Ciudad de México han empleado a migrantes de manera informal. Foto: Especial

“Hay gente que es profesionista, es preparada y viene con las ganas de trabajar y no les importa empezar desde abajo a lavar pisos, baños, fregar trastes… etcétera”, comenta de sus trabajadores extranjeros.

“Te motiva todo lo que pasan”, dice Francisco. Por el fregadero han pasado varios migrantes en los que ha depositado su confianza, por lo que con cada historia y cada persona sabe que solo los podrá ayudar por un breve periodo.

“No puedes dar seguro (social) porque si te trabajan una semana o sólo por 15 días tú tienes que pagar seguro social de todo un mes”, dice el restaurantero.

“¿Qué hace uno? Tratar de enseñarles un oficio para que cuando lleguen a Estados Unidos se defiendan”, asegura Francisco sobre la vacante de cocinero que ofrece a los extranjeros por unos tres días, dos semanas o dos meses como en el caso de Leila.

Así, por las calles del centro en los comercios formales e informales es posible escuchar el acento característico de cientos de venezolanos que esperan lograr el sueño americano.

La venta de comida es uno de las actividades económicas a las que más recurren los migrantes para sobrevivir en su camino hacia Estados Unidos. Foto: Especial
La venta de comida es uno de las actividades económicas a las que más recurren los migrantes para sobrevivir en su camino hacia Estados Unidos. Foto: Especial

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