Aún no se regresa a la normalidad, pero el fervor es grande y se mantiene. A dos años de que inició la pandemia por Covid-19, ríos de peregrinos llegan al Templo Mariano. Lo hacen en bicicleta, a pie, automóvil o en transporte público.

No importan las restricciones sanitarias ni las bajas temperaturas que golpean esta fecha a la capital del país. Tampoco que las autoridades religiosas indicaran que no se podría pernoctar en el atrio de la Basílica de Guadalupe. Algunos peregrinos asisten con la convicción depositada en su fe de pasar la noche en los alrededores del recinto.

Portando chamarras, envueltos en cobijas, con guantes y gorros, los fieles religiosos se acomodan sobre cartones que colocan en un camellón de la calzada de los Misterios, su misión es festejar los 490 años de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego en el cerro del Tepeyac.

Poco importa la pandemia causada por el nuevo coronavirus que sigue mutando.

Desde que amanece, los peregrinos se incorporan a las largas filas de personas que buscan entrar a la Villita y hacer el recorrido frente a la imagen de la Virgen; algunos pasan a pedir algún milagro y, en su mayoría, para dar las gracias por un año más de vida en medio de la crisis sanitaria mundial.

Héctor llega a la Basílica acompañado de toda su familia; juntos caminan desde Xonacatepec, Puebla, y a unos metros del templo optan por instalar una casa de campaña a un costado de calzada de los Misterios.

“Lo hacemos por la necesidad de ver a la Virgen. Vale la pena pasar la noche aquí. Le tenemos que agradecer mucho a la Virgen de Guadalupe, la salud y la vida”, dice a este diario.

A pesar de que los fieles no pueden quedarse en el atrio de la Basílica y el recorrido para ver la imagen de La Morenita es rápido, el ambiente de este año no se compara con el de 2020, cuando los festejos fueron ensombrecidos por la segunda ola de la pandemia.

Se les pide festejar a La Guadalupana a distancia, pero aun con las restricciones hay fiesta; la alegría se asoma en los rostros de los peregrinos que esperaban su turno para entrar al templo y después esperar para festejar con las tradicionales Mañanitas a su “protectora”.

Con sus 101 años y en silla de ruedas, la señora Rita llega hasta la Basílica, en compañía de su hijo Gabriel. Vienen de Nezahualcóyotl, Estado de México, para agradecer a la Virgen un año más de salud y de vida. “Nosotros venimos desde Neza, salimos desde las cinco de la mañana para poder ver a la Virgen de Guadalupe. Nos da una gran satisfacción poder acudir este día, porque el año pasado no pudimos. Hoy venimos a agradecerle un año más de vida y el tener salud”, explica Gabriel.

Al atardecer, el atrio luce vacío, pero entre las vallas que indican el camino a seguir para los peregrinos resaltan dos tapetes de aserrín elaborados por artesanos de Huamantla.

Ya en punto de la medianoche, con las lámparas de sus teléfonos encendidas y con veladoras, miles de peregrinos entonan Las Mañanitas para festejar un año más, con la fe bien puesta de que el próximo año, “con la Virgen de Guadalupe mediante”, regresarán.

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