En el corazón de la colonia Juárez de la Ciudad de México, decenas de ciudadanos haitianos esperan durante horas para ingresar a las oficinas de la para solicitar refugio, asilo o en algunos casos, ayuda humanitaria.

En los últimos tres años, más de 30 mil haitianos han solicitado apoyo a la Comar. Ahí, en la calle de Versalles, está Génesis. Tiene 26 años; hace siete salió de Haití huyendo de la violencia, con la esperanza de encontrar un empleo para enviar dinero a su familia. No viaja sola, la acompañan su esposo y su hija Janin, quien nació en Chile en 2017.

Frente a las oficinas, Génesis espera a que le den asilo en el país y una tarjeta mediante la cual pueda buscar empleo. “Lo único que yo quiero es trabajar, mantener a mi niña, ayudar a mi esposo que no puede con todo; nosotros nos ayudamos entre todos. Somos muchos haitianos con el sueño de no regresar a ese país violento que abandonamos”. Necesita dinero para mantenerse y para enviar a su familia que, desde el terremoto del 14 de agosto, vive en la calle.

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“A este momento que estoy hablando, todos mis familiares duermen en la calle porque por el terremoto que pasó el 14 de agosto, la casa se cayó. Estamos buscando un edificio para que puedan vivir. Quiero trabajo para vivir aquí y mantener a mi familia que está en Haití; toda mi familia, mamá, papá, hermana, hermano. Sólo yo estoy afuera, estoy sola con mi marido y mi hija”.

La ilusión de Génesis y su esposo era llegar a Estados Unidos; alcanzar “el sueño americano”, pero es consciente de que por el momento no les será posible conseguir asilo en el país vecino. Sin embargo, considera que México es su mejor oportunidad.

Alrededor de las instalaciones de Comar se cuentan al menos 200 haitianos. Entre ellos está Jean, quien narra:

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Jean y su familia llegaron a Tapachula en noviembre de 2020. En medio de la pandemia, consiguió empleo temporal como barrendero y una recámara por la que pagaba mil 800 pesos semanales. Pensaba quedarse en el sur al menos dos años, pero dos intentos de extorsión lo obligaron a viajar al centro de México.

“En Tapachula hay poco trabajo, pero teníamos a dónde llegar. Nos queríamos quedar unos dos años, para ahorrar y porque nos sentíamos acompañados, pero un día me hablaron para decir que tenían a mi mujer y a mi hijo, que era la mara; uno huye de violencia y esta persigue a uno todo el tiempo”.

Después de la extorsión por la que pagó 5 mil pesos, Jean supo que en el hotel donde vivía al menos dos compañeros pasaron por la misma situación, por lo que decidieron emprender el viaje con miras a Estados Unidos.

“Queríamos llegar a Tijuana y cruzar a Estados Unidos, pero está muy difícil, lo mejor será quedarnos en México y conseguir trabajo. Lo que quiero son mis papeles, que no nos vean como malos; queremos vivir en paz”.

Antes de que Jean termine de hablar, Claude le palmea la espalda y con un mejor español le dice que todo va a estar bien.

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