San José. – Con la decisión de anteanoche del presidente colombiano, el izquierdista Gustavo Petro, de pedir la renuncia de su gabinete ministerial y desarmar la baraja partidista que armó para gobernar, Colombia se desayunó ayer una nueva ración de ingobernabilidad en el único país de América Latina y el Caribe que todavía está en guerra y que tropieza en el afán de consolidar la paz y produce la mayor cantidad de cocaína para atizar la violencia continental.
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Tras acudir en la mañana y la tarde del martes a una cita tricontinental (América, Asia y África) que buscó —sin éxito— destrabar la crisis de Venezuela, Petro desbarató por la noche su equipo de mando luego de que un plan del gobierno de reforma a la salud siguió sometido a la zozobra y los altibajos en el Congreso (Senado y Cámara de Representantes).
En un reproche directo a los expresidentes colombianos César Gaviria (1990—1994) y Juan Manuel Santos (2010-2018) —los dos de centro-derecha— por maniobrar contra la reforma, Petro anunció anteanoche que “la coalición política pactada como mayoría ha terminado en el día de hoy (martes) por decisión de unos presidentes de partido”.
Gaviria preside el opositor Partido Liberal, uno de los tradicionales y más fuertes de Colombia, y Santos es el referente del opositor Partido de la Unión. Varios de los ministros del gabinete que Petro tuvo hasta anteanoche fueron de ambos partidos y del Partido Conservador, otra fuerza tradicional de centro-derecha.
“A pesar del voto mayoritario en las urnas que pide un cambio en Colombia este se intenta cerrar con la amenaza y el sectarismo. Tal situación nos lleva a un replanteamiento del gobierno”, alegó Petro.
Colombia se balanceó en las últimas 48 horas en una situación que evidenció el rápido deterioro del capital político que Petro acopió al ganar los comicios de mayo y junio de 2022 como candidato de la izquierda y se convirtió, a partir del 7 de agosto, en el primer presidente izquierdista de ese país desde que se independizó de España en 1810.
Como candidato del partido Pacto Histórico, Petro captó el voto del desasosiego popular hacia partidos y líderes tradicionales y consiguió arrebatarle el poder a la vieja clase dominante y a la misma élite política y económica que gobernó al menos desde 1886.
En un convulso panorama, una duda proliferó en los corrillos políticos, empresariales y sociales de Colombia. Tras romper el naipe de la coalición partidista con la que gobernó más de ocho meses, ¿se lanzará Petro a un gobierno más hacia la izquierda, a sabiendas de que el reloj avanza, le acerca al final de su cuatrienio en 2026 y reduce su capacidad de maniobra?
“La estrategia de romper por dentro los partidos es riesgosa y le hace daño a la democracia”, afirmó el abogado, socioeconomista y analista político colombiano Rafael Nieto, exviceministro del Interior y de Justicia de Colombia.
“Prueba que Petro prefiere el enfrentamiento que buscar acuerdos. ¿Le funcionará? Hoy parece muy difícil, pero (…) muestra que puede ser posible. Veremos”, explicó Nieto en un mensaje que remitió a EL UNIVERSAL.
“La crisis es resultado de no negociar cambios sustantivos al proyecto de salud estatizante (…). Es una actitud sintomática de la radicalidad de su pensamiento y de la intransigencia de su proyecto político”, subrayó.
Petro anunció ayer en la tarde a su nuevo gabinete con las bajas, entre otras, de una pieza que transmitió serenidad al sector empresarial colombiano y a la comunidad financiera internacional: el economista José Antonio Ocampo dejó de ser ministro de Hacienda. En total cambió a siete de sus 18 ministros, sin contar con que en febrero había relevado a otros tres (Educación, Cultura y Deporte. Además de Ocampo, destaca el cambio de la ministra de Salud, Carolina Corcho, quien no logró sacar adelante la que se consideraba una de las propuestaas más ambiciosas del presidente.
Colombia, que fue repetidamente definida por el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como “la piedra angular” de la política de Washington en América Latina y el Caribe, se consolidó como clave en el escenario continental y global: es el principal productor mundial de cocaína.
Tras lograr terminar en 2016 con 52 años de conflicto bélico con la guerrilla comunista (ya disuelta) de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y firmar la paz, el país aún trastabilla en cumplir con los acuerdos de pacificación y 2023 persiste la guerra con la otra insurgencia comunista del Ejército Liberación Nacional (ELN).
Sin posibilidad de reelegirse en 2026 por ser una opción abolida de la institucionalidad de Colombia, Petro pareció despojarse ayer de las camisas de fuerza de sus alianzas con el centro y la derecha y podrá tender más a la izquierda y ser fiel a sus concepciones ideológicas.
“Por supuesto es un augurio negativo el cambio de gabinete”, alertó el economista y relacionista internacional colombiano Sergio Guzmán, profesor de Administración de Empresas de la (no estatal) Universidad Externado de Colombia, de Bogotá.
Al citar que es la segunda remoción ordenada por el gobernante en menos de nueve meses (la primera fue en febrero anterior), Guzmán dijo a este diario que al salir del gabinete “políticos tradicionales y personas más al centro del espectro político”, se sugiere “que Petro va a volverse un poco más radical y hacia personas más allegadas a su cosmovisión política”.
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Las variantes ministeriales “no cambian la dinámica general del Congreso, donde los partidos tradicionales (…) son determinantes para aprobar o desaprobar la agenda de reformas del gobierno”, recordó.
“Está por verse si cambiarán su alineación política o si se declararán independientes o en oposición al gobierno, algo que pueden hacer aun si eso también significa si van a obstaculizar o a obstruir la agenda del presidente Petro hacia adelante”, advirtió.
En un contexto con síntomas de desconfianza, el economista colombiano Ricardo Bonilla, nuevo ministro de Hacienda, tuiteó ayer su agradecimiento a Petro al designarle en ese puesto y prometió: “Mantendré estabilidad (en) economía”.
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