Lima.— La corrupción política, por tráfico de influencias, enriquecimiento o nepotismo, provocó en América Latina y el Caribe el divorcio entre las juventudes y las élites gobernantes y partidistas y acrecentó el descontento de las nuevas generaciones regionales con el aparato institucional, advirtieron ayer comitivas juveniles del Hemisferio Occidental reunidas en esta ciudad.

Convocadas por la Organización de Estados Americanos e instancias estatales y no estatales del continente en torno a la VIII Cumbre de las Américas, que empezará mañana en esta capital y concluirá el sábado, las delegaciones denunciaron que la corrupción atizó la ruptura de la juventud con partidos y políticos.

En entrevistas con EL UNIVERSAL en el V Foro de Jóvenes de las Américas, que se inició ayer y proseguirá esta semana, los jóvenes insistieron en que la corrupción los distanció con las cúpulas partidistas y gobernantes.

Al recordar que de los casi 653 millones de habitantes de América Latina y el Caribe unos 163 millones son jóvenes, el economista español Juan Vásquez, de 37 años y de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), atribuyó el desencanto a la corrupción y a que 20% de los jóvenes no trabaja ni estudia y tiene empleo de mala calidad.

“La actitud juvenil con la clase política es particularmente negativa”, dijo Vásquez, coordinador de Perspectivas de América Latina 2018. Repensando las Instituciones para el Desarrollo, informe emitido el lunes anterior por la OCDE y que será presentado el sábado en la cumbre con una conclusión: ocho de cada 10 latinoamericanos y caribeños cree que su gobierno es corrupto.

“El desencanto es por la creciente desconfianza ante tanta corrupción”, adujo la guatemalteca María Menaldo, de 25 años y presidenta de Jóvenes Iberoamericanas (no estatal). “Los políticos actuales no están capacitados, ni técnica ni éticamente para liderar. Muchos puestos en los gobiernos se otorgan por nepotismo, por vínculos familiares y no por capacidad o mérito”, alegó.

A juicio de la venezolana María Oropeza, de 23 y del opositor partido Vente Venezuela, “durante décadas hemos visto que los regímenes están ligados a la corrupción y a violar los derechos humanos. Como nueva generación, queremos cambiar esa forma de hacer política, asociada a lo sucio o a lo malo y no a la ética y al bien por la libertad”.

Para el mexicano Agustín Villanueva, de 30 años y miembro de un consejo público y privado de México sobre juventud, la desconfianza creció por la corrupción. “Hay funcionarios que roban y desconfiamos de esos personajes que dejaron a un lado la honestidad”, subrayó.

El salvadoreño Diego Jacobo, de 23 y de la (no estatal) Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, comentó que la desilusión surgió porque “la juventud vio que la clase política no ha sido la más honesta en la administración de los recursos públicos. Nuestro desencanto se convierte en apatía”.

La colombiana Tania López, de 25, de la Red y del Movimiento Mundial de Jóvenes por la Democracia, admitió que “desencanto es un buen término... Los jóvenes no creen en los partidos políticos, en la justicia, en los gobiernos y en nada que tenga ver con el Estado y con las instituciones democráticas, porque el sistema no funciona”.

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