San José.— La sangrienta guerra entre los cárteles del narcotráfico internacional siguió borrando fronteras terrestres en América Latina para exportar la violencia criminal de México a Guatemala, de Colombia a Ecuador y Perú, de Honduras a El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá o de Venezuela a Brasil y a enlodar a Bolivia, Chile, Uruguay, Argentina y Paraguay.

Sin necesidad de visas, los narcotraficantes prolongaron la sangrienta transnacionalización de la delincuencia organizada. Así, cruzaron los pasos limítrofes interamericanos para tomar venganzas, pelear por el control de territorios, expandir la corrupción política, militar, policial, judicial y empresarial y empoderar a sus redes de tráfico mundial de cocaína, heroína y marihuana y de fentanilo y otras drogas sintéticas.

“El delincuente siempre va a buscar su facilidad y las fronteras son el camino apropiado a la impunidad. Ahí no hay justicia ni leyes y todo el mundo hace lo que cree a su criterio”, afirmó el general ecuatoriano en retiro Mauro Vargas, exdirector general de Inteligencia de la Policía Nacional de Ecuador.

“Un delincuente comete un ilícito en su país y simplemente cruza una línea o un río y ya está en otro país. Ha habido desatención: no hay Estado en las fronteras y eso ha servido para fecundar grandes grupos criminales”, dijo Vargas a EL UNIVERSAL.

Al relatar que los negocios incluyeron migración irregular, minería ilegal y tráfico de combustible, armas y municiones, alertó que “eso no va a acabar porque no hay una atención del Estado” para enfrentar a “las franquicias criminales”.

“A todas las fronteras uno podría llamarlas… no gobernadas: lugar de origen del tráfico del crimen transnacional”, subrayó, por su parte, el economista colombiano Jorge Restrepo, director del (no estatal) Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC), de Bogotá.

“En un ejercicio oportunista por debilidad y precariedad estatal, las redes criminales en América Latina aprovechan estas fronteras que les facilitan evadir autoridades y encontrar muy rentable el crimen transnacional. Sucede también en Europa, pero en América Latina la debilidad institucional prevalece y facilita esas operaciones”, narró Restrepo a este periódico.

“La respuesta supone fortalecer las capacidades institucionales también transnacionales para que los cuerpos policiales y judiciales no se queden rezagados ante el crimen organizado. Faltan reformas judiciales coordinadas y marcos legales homogéneos o similares y capacidades similares de persecución de la delincuencia organizada con fiscalías y policías”, adujo.

El mercado de América afianzó una realidad: Colombia es el principal productor internacional de cocaína, con Estados Unidos como principal consumidor mundial de esa y otras drogas y Brasil siguió de segundo en cocaína. Primer consumidor global de “crack”, derivado en piedra de la cocaína, Brasil se consolidó como puente de la cocaína hacia Europa, Asia y África.

Los operativos de la delincuencia violentaron los pasos limítrofes, permearon implacables en las sociedades y expandieron sus acciones de muerte y sangre al resto de ciudades y poblados, sin importar su lejanía de los cruces entre países.

Con creciente saldo mortal, una guerra entre narcotraficantes hondureños, del Cártel de Los H y ligados al Cártel de Sinaloa, uno de los más poderosos de México, y costarricenses arreció en 2023 y 2024 en el litoral de Costa Rica sobre el mar Caribe. Los H huyeron en desde 2022 de Honduras, cruzaron fronteras y se instalaron en Costa Rica.

La frontera terrestre de México y Guatemala mostró en 2023 el saldo mortal de la guerra entre Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), otra temible narcomafia mexicana, por dominar trillos para drogas con siete clanes guatemaltecos y con impacto en el interior de las dos naciones.

Ecuador cerró 2023 como uno de los países más violentos por la incursión de Sinaloa y CJNG. La violencia criminal también fue exportada de México a Honduras o El Salvador, de Colombia a Ecuador, Perú, Brasil, Panamá, Argentina y Venezuela o de Venezuela a Brasil y Chile, en una secuencia o espiral sin fin de sanguinaria penetración de la delincuencia con casos en Paraguay, Bolivia y Uruguay.

“Desde la década de 1980, las empresas transnacionales del narcotráfico en América Latina son las que han tenido más éxito”, aseguró el abogado, economista, historiador y analista político costarricense Álvaro Ramos.

“Han logrado conquistar con sus productos todos los mercados globales en todos los continentes. Ponen el precio inicial, tienen la logística con la que se inicia el negocio y, al final, en cocaína y marihuana de alta calidad, tienen la última palabra”, relató Ramos a este diario.

“Se han modernizado como empresas. Han procurado tener los productos de última generación y vemos el resultado el fentanilo (opiode sintético). Si hay un producto, un tipo de empresario y de empresa que ha tenido éxito en América Latina ante los grandes conglomerados mundiales son los criminales, mucho más que el sistema económico formal”, destacó.

Al plantear que “son tercer o cuarto proveedor de empleo en algunos países y factor determinante en divisas e inversión legal e ilegal”, describió: “Tienen paramilitares, sicarios, gatilleros, extorsionadores, una capacidad de fuerza que no la tiene ninguna empresa privada para favorecer sus intereses económicos. Un importantísimo uso desproporcionado de la fuerza. Vencieron a los sistemas jurídicos y defensivos de los países”.

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