San José.— Una frase de una crónica del periódico Granma, portavoz del régimen comunista cubano, sobre la paliza de 14-2 que Estados Unidos le propinó el pasado domingo a Cuba en el Clásico Mundial de Beisbol en Miami, Florida, apeló a la tolerancia y denunció el asedio político que la novena caribeña enfrentó entre los espectadores en el estadio miamense con gritos y actos en contra de “la dictadura” cubana.

“La idea del deporte es curar, es unir en una lucha pacífica de contrarios, como modo de convivencia, de paz”, admitió el diario, vocero del Partido Comunista de Cuba (PCC), al denunciar el acoso de un público formado en su mayoría por cubanos que migraron de Cuba por múltiples causas políticas y socioeconómicas para unirse a una comunidad profundamente anticomunista. Con el triunfo de la revolución en 1959, Miami emergió como corazón del exilio cubano.

Las citas de términos como aceptación democrática y civilizada del rival o del adversario en competencia pacífica de “contrarios”, convivencia y paz parecieron controversiales en un país que hoy efectuará comicios legislativos sometidos al monopolio del PCC: sin posibilidad de que otros partidos participen en la contienda con opiniones y voces diferentes, en un rito dominado por el partido gobernante y único legal en la isla como rector de la sociedad.

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Unos 8 millones 351 mil cubanos mayores de 16 años podrían votar hoy en unos 23 mil centros electorales en Cuba para designar a los 470 diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (Congreso unicameral). Un factor peculiar es que son 470 candidatos en total y así tienen garantizada su elección.

Por eso, el dilema de hoy de gran número de cubanos oscilará en tres posibles respuestas en una fecha sensible ante los principales comicios, que se realizan cada cinco años: una sería acudir a votar por creer aún en la revolución y respaldar a los únicos candidatos posibles y que pasaron el filtro y el control del PCC. Otra podría ser asistir a sufragar para prevenir represalias y evitar quedar marcado como “no votante”, hacerlo en blanco o manchar o anular la papeleta y expresar así —en un silencio íntimo en la secrecía de la urna— un rechazo y un hartazgo con más de 64 años de revolución.

La última sería abstenerse de votar y mostrar que, aunque el PCC es el poder omnipresente e indiscutible al amparo del mandato constitucional desde 2019 de ser la fuerza “superior de la sociedad”, en Cuba también hay un creciente porcentaje de la población opuesto al aparato gobernante y que reclama el derecho a expresarse y organizarse en libertad y en democracia… en vez de ser perseguido.

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Sin otras salidas, el electorado puede recurrir al voto de castigo en una nación de unos 11 millones 300 mil habitantes… y más de mil prisioneros políticos.

El PCC negó que haya presos de conciencia, adujo que son mercenarios al servicio del “imperio” —Estados Unidos— e instó a reafirmar en las urnas la lealtad revolucionaria, derrotar al enemigo contrarrevolucionario y atender la convocatoria del Consejo Electoral Nacional (CEN).

“Hay una campaña en redes sociales a favor del abstencionismo”, relató el disidente y periodista opositor cubano Reinaldo Escobar, editor jefe del diario digital 14ymedio.com (que opera en la ilegalidad en la isla).

La probabilidad que hay en la mayoría de países de América Latina y el Caribe para los opositores de promover pública y libremente sus ideas, como abstenerse, está cerrada en Cuba.

“El PCC pide que el votante use la casilla que permite sufragar por todos los candidatos a la vez y no por uno o sólo varios en su provincia. Pide votar por todos. Por eso esto no es una elección. Aquí no se elige, se aprueba la lista del PCC”, narró Escobar a EL UNIVERSAL. “¿Y por qué se prevé abstencionismo? Porque nunca en Cuba ha habido tanto descontento e inconformidad con el gobierno”, agregó.

Las personas electas asumirán el próximo 19 de abril para ejercer por cinco años. Entre los 470, la Asamblea designará al presidente, vicepresidente, secretario y demás integrantes del Consejo de Estado y al presidente y al vicepresidente de Cuba de los siguientes cinco años.

En una nación sin movimientos inesperados en su cúpula gobernante desde 1959, parecería improbable que el presidente de Cuba y primer secretario del PCC, Miguel Díaz-Canel, fracase en su afán reeleccionista. El comandante Fidel Castro (1926-2018) gobernó de 1959 a 2006 y heredó su mando a su hermano, general Raúl Castro, cuyo gobierno fue de 2006 a 2018.

Colocado en 2018 por decisión del general Castro en ambos puestos jerárquicos por un máximo de 10 años, Díaz-Canel se topó con un severo malestar social que surgió en la intimidad del hogar y que en 2022 rompió con el pánico a la represión. Al igual que sus dos antecesores, Díaz-Canel repitió el alegato de culpar de las dificultades de Cuba al bloqueo económico que Washington impuso a La Habana desde 1962 por nacionalizar firmas estadounidenses.

Votar o no

El abstencionismo podría sobrevolar hoy de nuevo en Cuba. El dato del CEN sobre un referendo del 25 de septiembre, que aprobó modificar el Código de las Familias, exhibió síntomas políticos. Del padrón de 8 millones 425 mil 147 electores mayores de 16 años, el abstencionismo fue de 25.88% o de 2 millones 155 mil 720.

Pero de los 6 millones 269 mil 427 que fueron a las urnas, 360 mil 42 anularon su voto. De los 5 millones 909 mil 385 de sufragios válidos, 66.85% —3 millones 950 mil 424— aceptó las reformas y 33.15% —1 millón 958 mil 961— las rechazó. La suma de electores que invalidaron su papeleta, la dejaron en blanco, se opusieron al plan del PCC de modificar el Código y se abstuvieron llegó a 3 millones 474 mil 723.

La cantidad arrojó una distancia de 475 mil 701 frente a la alternativa del Sí, que venció en otra cita singular: una jornada convocada, organizada y promovida por el PCC en la que el régimen sólo permitió hacer campaña a favor del Sí, impidió el respaldo al No y contó los votos.

En otro ejercicio político que se saldó con un abstencionismo mayor que en el referendo, unos 8 millones 351 mil 311 cubanos estuvieron inscritos para votar el 27 de noviembre anterior y escoger a 12 mil 427 delegados de igual número de circunscripciones de las 168 asambleas municipales de las 15 provincias (estados) de Cuba.

El CEN reportó que el abstencionismo creció de 25.88% en el referendo a 31.41% en las municipales (unas 2 millones 623 mil 146 personas). La participación fue de 68.59% (5 millones 728 164), con 10.89% de votos —673 mil 797— en blanco y nulos y 5 millones 104 mil 366 válidos (89.11%).

Díaz-Canel reconoció que en el referendo hubo “voto de castigo” por la aguda crisis interna y que “puede haber gente” con ese criterio en un escenario de “desabastecimiento, apagones, carencias, con una parte importante de la economía paralizada”.

El desasosiego también saltó a las municipales. Cuba arrastra un panorama con cinco o seis décadas de perennes y generalizadas insuficiencias, de agua y electricidad a medicinas y alimentos.

La población cubana sobrevive en una cotidianeidad que se concentró, con mayor intensidad desde 2021, en salarios que tampoco cubren los gastos esenciales y en acelerada inflación: 40% en 2022. La fórmula migratoria de las ansias de escapar o salir al exterior (legal o ilegalmente) se afianzó frente a un extendido e incontrolable desgaste de los servicios públicos.

EU reportó que el número de cubanos retenidos en puestos fronterizos estadounidenses aumentó de 14 mil 15 de octubre de 2019 a septiembre de 2020 a 39 mil 303 de octubre de 2020 a septiembre de 2021, y a 224 mil 607 de octubre de 2021 a septiembre de 2022, con 128 mil 274 de octubre de 2022 a febrero de 2023.

El promedio subió de 38 al día en el año fiscal 2019-2020, a 107 en el 2020-2021, y a 615 en el 2021-2022, pero en cinco meses del correspondiente a 2022-2023 llegó a 849. Al caldeado escenario se sumaron las protestas callejeras, que hasta noviembre de 2020 fueron inéditas por temor al férreo control del aparato de seguridad en cada cuadra y que sorprendieron en 2021 y 2022 con frecuentes y masivos gritos callejeros de clamor por “democracia”, “libertad” y “fin del comunismo”, respondidos con mayor represión.

Granma ignoró esos estruendos que cruzaron fronteras y ratificó que “la democracia cubana, genuina, auténtica —no importada— tiene apellido: socialista. Su esencia radica en la participación ciudadana, en el derecho de todas las personas a tomar parte en la construcción económica, política y social de la nación.

“La democracia que no hay en Cuba es la que practica la sociedad del capital, la del imperio del dinero y la influencia”, alegó.

“¿Quién dijo que democracia significa multipartidismo? Democracia es... gobierno del pueblo. Y podríamos agregar: por el pueblo y para el pueblo. El multipartidismo es (…) una fragmentación de las fuerzas políticas de la nación, con un fin supremo: disputar el poder”, subrayó. El argumento contrastó con su idea de una lid deportiva… de “lucha pacífica de contrarios, como modo de convivencia, de paz”.

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